El suicidio es una decisión desespe- rada, en un momento de angustia
Nadie decide suicidarse en el mejor momento de su vida, ni sintiendo el goce, el bienestar y la felicidad existencial. El suicidio es una decisión desesperada, en un momento de angustia, de desesperación, de desesperanza, de impotencia y de crisis existencial, donde la persona piensa que no hay soluciones, debido al estado de confusión, de indefensión, de depresión y de falta de sentido de vida.
Esa ideación suicida, de pensamiento rumiante, de inutilidad, de culpa, de frustración y fracaso, a veces se convierte en ideas obsesivas recurrentes, que martillan en la mente por años, meses, semanas o días, donde la persona lo va convirtiendo en un sistema de creencia absoluta, distorsionada y limitada que, frente a determinada realidad se merece quitarse la vida. O sea, puede que no podamos cambiar la realidad, pero podemos cambiar la percepción que tenemos de ella.
De esas ideas suicidas se pasa a un plan para matarse, idealizado, fantaseado, pensando en el método y la forma; hasta dejando una carta, o asumir conductas que, luego explican la despedida, o la necesidad inconsciente de que alguien pueda detenerlo.
El suicidio es algo que se va gestando de poco a poco, hasta que aparece un elemento disparador que se encuentra con un estado de desánimo, angustia, de crisis circunstancial o un estresor psicosocial más fuerte y más intenso, que los recursos de que se dispone para enfrentarlo.
E. Durkheim dice: “cuando la persona se individualiza más allá de cierto punto, si se separa demasiado de los demás seres o cosas, se encuentra incomunicado de las fuentes mismas de las que normalmente debería alimentarse”. Pero el filósofo Nietzsche, a diferencia de la sociología decía: “aquel que tiene un porqué para vivir, pese a la adversidad resistirá, porque se puede enfrentar a todos los comos”.
El suicidio es un tema tabú, estigmatizante, lleno de mitos, y por demás, condenado por religiones, prejuiciado por culturas y hasta negado de derechos civiles y laborales a las personas que optan por quitarse la vida.
Heidegger había hablado de la falta de sentido vital ante el suicidio. Viktor Frankl expresó la falta de sentido de vida, de transcendencia y de vacío existencial.
La literatura quedó en silencio por meses cuando Virginio Woolf se quitó la vida por su estado depresivo. Lo mismo pasaría con la pintura y las artes cuando el gran Van Gogh se disparó en la cabeza producto de su trastorno bipolar y sus estados depresivos.
Judas se ahorcó por motivos de traición al maestro. Pero nadie podía entender, ni reflexionar de forma comprensiva ante el suicidio de Violeta Parra, la talentosa compositora y artista de “Gracias a la vida que me ha dado tanto”.
Hoy vivimos en sociedades desapegadas, de vínculos inseguros y de crisis en identidad generalizada. Vivimos bajo el egoísmo, la individualidad, el consumo, la angustia por el éxito y la agonía por el estatus; confundido y mezclado en una crisis de valores y en sociedades espiritualmente enfermas.
Los trastornos mentales, los químicos cerebrales y la carga genética son parte multicausal de las ideas, intentos y de los suicidios consumados.
La clave es poder prevenirlo, buscar la ayuda de los psiquiatras a tiempo, para ser diagnosticado, y tratar los trastornos causales del suicidio.
Juzgarlos, prejuiciarlos, condenarlos o estigmatizarlos de nada ayuda. El suicidio es un trastorno psiquiátrico que lo soporta una enfermedad mental. La prevención sigue siendo la mejor ventana psicoterapéutica y médica.
Séneca decidió suicidarse después de reconocer que había condenado a muerte a un inocente.
Hitler el psicópata alemán, decidió quitarse la vida y la de su amante, Eva Braun, después de ser derrotado y perseguido. Cleopatra decidió suicidarse después de reconocer que convenció a Marco Antonio para enfrentar y pelear contra Octavio.
El suicidio siempre ha existido, y seguirá existiendo; no es un pecado, no es una vergüenza, ni una debilidad; es un trastorno que lo reflexiona desde la antropología, la sociología, la filosofía y la salud mental. Las sociedades que invierten en su salud mental gerencian servicios de salud mental en las comunidades y establecen campañas de prevención para el suicidio.