Impacto del encierro por COVID-19 en la salud mental de los padres, cinco años después

Impacto del encierro por COVID-19 en la salud mental de los padres, cinco años después

Por Dra. Mónica Faccini

Han pasado cinco años desde que la pandemia de COVID-19 alteró radicalmente la vida de millones de personas en todo el mundo. Más allá de las consecuencias físicas de la enfermedad, el impacto en la salud mental ha sido profundo, especialmente en los padres, quienes enfrentaron desafíos sin precedentes durante el confinamiento. La carga emocional del encierro, el teletrabajo, la educación virtual y la incertidumbre económica generaron altos niveles de estrés, ansiedad y depresión en muchas familias.

En República Dominicana, las estrictas medidas sanitarias implementadas desde marzo de 2020, como el cierre de fronteras, toques de queda y limitaciones en espacios públicos, intensificaron el aislamiento social y afectaron directamente la estabilidad emocional de los ciudadanos. Padres y madres se vieron obligados a asumir múltiples roles simultáneamente: trabajadores, maestros y cuidadores, todo mientras lidiaban con la angustia de una crisis sanitaria global.

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Diversos estudios han revelado un aumento significativo en los problemas de salud mental a nivel mundial tras la pandemia. En el país, las llamadas de auxilio por ansiedad y depresión crecieron en un 150% durante el confinamiento, reflejando la magnitud del problema. Muchas familias experimentaron agotamiento emocional, tensiones en las relaciones interpersonales y dificultades para manejar la crianza en un contexto de extrema incertidumbre.

Uno de los sectores más afectados fue el de las madres embarazadas y en período posparto, quienes vivieron momentos críticos sin acceso adecuado a redes de apoyo. La sobrecarga emocional y el miedo al contagio aumentaron los casos de depresión posparto y ansiedad perinatal. Asimismo, el impacto psicológico del confinamiento en los niños, a menudo reflejado en cambios de conducta, sumó más presión sobre los padres.

Con el paso de los años, las secuelas del confinamiento continúan siendo evidentes. Muchas personas aún sufren ansiedad residual, dificultades para socializar y estrés financiero debido a la recesión económica generada por la pandemia. A pesar de la reapertura y el retorno a la normalidad, la salud mental sigue siendo un desafío que requiere atención prioritaria.

Para abordar esta crisis es fundamental fortalecer los sistemas de salud mental, garantizando acceso a terapia psicológica y apoyo emocional a quienes lo necesiten. La tecnología ha jugado un papel clave en la expansión de los servicios de telepsicología, permitiendo que más personas reciban asistencia sin barreras geográficas o económicas. Sin embargo, todavía queda un largo camino por recorrer para normalizar la conversación sobre salud mental y reducir el estigma asociado a buscar ayuda profesional.

Más allá de la atención individual, es crucial que el Estado implemente políticas públicas orientadas a la protección del bienestar emocional de las familias. Programas de acompañamiento psicológico, educación emocional en las escuelas y espacios de conciliación laboral-familiar son estrategias necesarias para mitigar los efectos a largo plazo de la pandemia.

Cinco años después, la lección es clara: la salud mental no puede ser relegada a un segundo plano. El bienestar de los padres impacta directamente en el desarrollo de sus hijos y, por ende, en la sociedad en su conjunto. Enfrentar los desafíos actuales con un enfoque integral y preventivo es la única manera de asegurar una recuperación emocional real y duradera.

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