La relación ineficiente entre recaudadores y sectores que deben tributar es de amplia gama. Se escapa por completo, o se maniobra para contribuir menos, en una escala que va desde altas rentas hasta consumidores de bajo rango, sea por excepciones establecidas sin ver si convienen o no; sea porque la informalidad en la economía supera a la parte regulada y abiertamente sometida a impuestos.
La inequidad incluye que el fisco logra su mayor eficiencia en la recaudación indirecta, indiscriminada, que pone al pobre a pagar lo mismo que el rico cuando beben cervezas o compran prenda de vestir y enseres del hogar.
Otra distorsión ocurre con algunos aprovisionamientos de hidrocarburos, liberados de gravámenes y de controles de importación a partir de cuotas privilegiadas de cuestionable generosidad que irregularmente van a parar al mercado.
El Estado debe proponerse acrecentar recaudaciones y dar calidad al gasto sin omitir esfuerzos por tocar capitales y grandes negocios a los que llegaría con cruces de informaciones personales para comparar el conspicuo crecimiento de inversiones inmobiliarias de alto costo e importaciones para la buena vida sin alimentar al fisco y enflaqueciendo la captación de recursos para servicios públicos y asistencia a capas sociales de bajos ingresos a las que pertenece con precariedades una mayoría ciudadana, mientras el país sigue destacándose en la adquisición de autos de lujo.
La China brilla sobre Occidente
República Dominicana tuvo que salir de su contexto hemisférico para suplirse de las vacunas que los consorcios y Estados de rancios vínculos con esta tierra se niegan a compartir o demoran largamente en entregar aunque fueran pagadas por adelantado.
Sin China y la India, la inmunización estuviera lejos de comenzar, con segmentos poblacionales de adultos jóvenes llevados a esperar a que cada súbdito de las naciones «amigas» haya sido pinchado. Si acaso.
Deplorable alineamiento que empuja a países «en desarrollo» o subdesarrollados a resolver urgencias de salud y vida en lejanas latitudes con las que tales potencias compiten en varios campos, facilitándoles, torpemente, que extiendan la influencia que les preocupa hacia este lado del mundo en el que «priman» valores democráticos.