El Estado dominicano tenía una deuda histórica con las víctimas de la dictadura de Trujillo, sus familiares sobrevivientes y con todo el pueblo dominicano, que a pesar de tantos años de opresión se levantó a raíz del ajusticiamiento y logró, firme en las calles, poner fin a la tiranía.
Patricia Solano
Esa historia de resistencia fue expuesta el pasado mes de mayo en el Centro de los Héroes e inaugurada por el presidente Luis Abinader en un acto sin precedentes, en el que se rindió homenaje solemne a las víctimas de la dictadura.
La exposición quedó instalada hasta noviembre y ha sido llevada ahora a la ciudad de Nueva York, donde se encuentra abierta al público en el campus del City College de la Avenida Amsterdam, entre las calles 137 y 138.
La muestra no solo expone la sangre y el luto que trajo la dictadura a la familia dominicana, sino también la pobreza causada porel sistema de despojo de recursos públicos que estableció Trujillo, un auténtico latrocinio que utilizó la fuerza pública y la legalidad totalitaria para imponerse.
Ajusticiado Trujillo en 1961, los remanentes pretendían quedarse en el poder. Fue el pueblo dominicano en las calles, el que pudo finalmente, durante seis intensos meses de manifestaciones populares, echar a los Trujillo del país.
Desde los primeros años del régimen hubo exiliados y dentro de ese exilio, víctimas que cayeron en manos del aparato criminal de Trujillo, que tenía el poder de llegar a cualquier parte del mundo y secuestrar, asesinar y desaparecer opositores políticos. Pero si grande fue el terrorismo y violencia de Estado en la que se asentó la tiranía para mermar a cualquier disidencia dentro y fuera de la isla, mayor fue la capacidad de resistencia y de lucha de todo un pueblo.
Y dentro de ese pueblo, su diáspora, que en diferentes partes del mundo, nunca cesó de alzar su voz contra la tiranía.
Nueva York fue lugar de encuentro de ese espíritu combatiente de los dominicanos. Aún después del secuestro y desaparición de Jesús De Galíndez en aquella ciudad, los dominicanos nunca cesaron de realizar manifestaciones en las que denunciaban las barbaridades del régimen y la falta de libertad que se vivía en el país.
Una vez ajusticiado Trujillo, piquetearon la sede de Naciones Unidas para que la comunidad internacional no levantara las sanciones económicas hasta que Joaquín Balaguer y la familia Trujillo dejara definitivamente el poder y se convocaran elecciones libres.
Es por eso que la segunda parada de “1961: El año de la libertad” ha sido Nueva York, como un homenaje a la diáspora y su activismo militante en cada momento crucial de la historia reciente del pueblo dominicano.
La exposición forma parte de un proyecto educativo de la Presidencia de la República que promueve una pedagogía de la democracia desde el conocimiento de los autoritarismos del ayer y la identificación de las prácticas no democráticas que aún sobreviven en nuestra cultura política.