Los problemas en República Dominicana son de tipo cultural, más que económico y político. La cultura cambia el cerebro, le ayuda a reforzar hábitos y a sentir autogratificaciones que terminan en comportamientos y en resultados de vida. La trampa es, que parecemos una sociedad moderna, de consumo y de estilo posmoderno, con tecnología y comunicación de avanzada y de amplia cobertura.
Estamos conectados con el mundo, más turistas nos visitan y se siente que el país está de moda, y con una apertura global para las inversiones y el comercio. También contamos con estabilidad política, económica y financiera que dejan constancia de una democracia más madura; aunque falta equidad, cohesión social y buena distribución de la riqueza. Sin embargo, el comportamiento cultural, el sistema de creencia y de comportamiento y de resultados psicosociales, hablan de una sociedad que no va acorde con su estabilidad y crecimiento.
Los resultados del caos en el tránsito, los altos niveles de ruido y contaminación, las muertes por accidentes, la transgresión a las normas y el estrés crónico que produce, la irritabilidad y nerviosismo, habla de una sociedad, arrabalizada, desorganizada y sin costumbres ciudadanas; y ni hablar del irrespeto a la decencia cuando se desmontan a orinar en la vía pública.
La falta de acceso a servicios básicos eficientes, de calidad y calidez en educación, salud, energía y agua potable; son insatisfacciones como sociedad de varias décadas por falta de gerencia y de organización en la inversión pública de forma sostenida.
En cualquier barrio, torre, clínica, empresa pública y privada, la convivencia se hace difícil debido a que el dominicano no quiere cumplir normas, respetar a las demás personas, ser prudente, reconocer los límites y ajustarse a una convivencia basada en buenos tratos. Nos duele aceptarlo, pero vivimos en una sociedad que hablar mentira, la vulgaridad, lo chabacano, la informalidad se acepta como algo normal, y, más aún, aceptamos las trampas, la trasgresión a las normas como algo de gente que no son pendejos; más bien, de vivos, de rápidos y de habilidosos. La inseguridad ciudadana, los atracos, bandolerismo, delincuencia y asaltos con armas han cambiado el comportamiento social del dominicano: paranoia social, escapismo social, refugios en las casas, deshumanización y falta de solidaridad y de altruismo social.
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Todos sabemos y hablamos del deterioro cultural y social, de la falta de espiritualidad, de la identidad, de la crisis moral y ética por la que atravesamos como país. Se siente la falta de educación en la convivencia social y comportamientos sanos para expresar el respeto por las demás personas, por cuidar y proteger a los demás. La cultura, la educación y la espiritualidad son indicadores intangibles que predicen cuando una sociedad está enferma. La salud mental de los dominicanos no está bien, la violencia en el tránsito, las muertes violentas en las calles, la desintegración de la convivencia, la falta de normalización de la vida basada en los buenos tratos y la cultura de paz, de tolerancia y de no hacer daño al otro va en un deterioro crónico.
Las soluciones son urgentes, integrales y focalizadas en rescatar y buscar las salidas en todas las áreas. La inversión social, el compromiso y la responsabilidad es de todos y todas. Por el país, por sus ciudadanos y por los que desean visitarnos y quedarse a vivir en República Dominicana.