Indolencia pública.- Lo he dicho en otras ocasiones, pero siempre hay que volver a repetirlo: la palabra manteniento está ausente del vocabulario y las acciones de quienes ocupan cargos públicos, desde ministerios hasta ayuntamientos, con las excepciones, antes y ahora, que confirman la regla. Es por eso que el Estado dominicano ha perdido recursos incuantificables rehabilitando obras que con un mantenimiento adecuado y oportuno pudieron preservarse en mejor estado, en tanto otras se han ido convirtiendo, al ritmo de la desidia y la indolencia, en flamantes ruinas que deberían llenarnos de vergüenza.

La Plaza de la Cultura, construida por el presidente Joaquín Balaguer en los años 70, es un buen ejemplo, pero lo que pasa con monumentos que enaltecen las glorias de nuestro pasado dan ganas de llorar, pero también de castigar, aunque sea con el escarnio público, a los responsables de mantener la dignidad de los símbolos que representan lo mejor de nosotros; o, por lo menos, de lo que alguna vez fuimos.

El monumento que honra a los Héroes del 30 de Mayo, a los que ajusticiaron al feroz tirano que durante 31 años secuestró la libertad de este pueblo, exhibe un deterioro lastimoso que no hay forma de justificar, como evidencia un reportaje publicado ayer, con la firma de Jorge González, por el vespertino El Nacional. Esa falta de interés en preservar la memoria histórica a través de símbolos y monumentos con los que se busca perpetuarla, que sirvan de recordatorio a las generaciones que vendrán, habla muy mal de la sociedad en la que nos hemos convertido.

Y si hoy llamamos indolentes a los funcionarios a los que corresponde dar adecuado mantenimiento a monumentos, plazas, parques y demás obras públicas es porque ayer fuimos indiferentes, pasivos, tolerantes y, más que nada, apáticos. Por eso quiero despedir esta columna diciéndoles que como no hacemos nada, además de quejarnos, por cambiar eso, nos merecemos las autoridades que tenemos.