Atribúyalo, si usted quiere, a las elecciones municipales y sus desmoralizantes resultados, o a la falta de recursos y “logística” para movilizar a militantes y seguidores, pero lo cierto es que los candidatos presidenciales de la oposición no han salido de la gatera para hacer campaña, a pesar de que las más recientes encuestas indican con la claridad y contundencia de los números fríos que tienen que ponerse las pilas y tirarse a las calles si quieren acortar la gran distancia que los separa del candidato del oficialismo, el presidente Luis Abinader Corona.
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Esa falta de acción y entusiasmo faltando tan poco tiempo para las elecciones contagia por vía de consecuencia al electorado, que parece haber tomado ya una decisión, aunque siempre habrá quien se considere decepcionado porque bajen la guardia tan pronto y se den por vencidos antes de presentar batalla. Lo que hace presagiar una campaña desabrida, con una oposición ofertando más de lo mismo, criticando por criticar sin aportar soluciones o, en su defecto, acusando al Gobierno de utilizar los recursos del Estado a favor de sus candidatos, o tratando de restarle capacidad a la Junta Central Electoral para arbitrar con pulcritud y eficiencia el proceso.
Ese mal disimulado derrotismo se alimenta también de las renuncias que se han producido luego de la vergonzosa derrota sufrida a manos del PRM, que si bien el PLD sigue siendo el más afectado por una sangría de dirigentes y legisladores que no se detiene casi cuatro años después de su salida del poder, igualmente afectó a la Fuerza del Pueblo y el PRD, que continúa en caída libre.
No sé lo que opinarán politólogos, sociólogos y demás “ólogos” de la inercia opositora, pero puede estar pasando lo mismo que en los partidos de béisbol que están “de un solo lado” porque la ventaja que separa a un equipo de otro es insalvable; pierden el interés los jugadores y también los fanáticos, porque sin verdadera competencia no hay emoción, y sin emoción el juego deja de ser divertido. Así de simple, así de sencillo.