Ahora que están en saludable actualidad las auditorías, la colisión de trenes que el sábado causó heridas a por lo menos nueve usuarios del moderno sistema de transporte, no bastaría atribuir el hecho a una lamentable inobservancia de protocolo. Faltaría indagar si de manera generalizada se cumplen a plenitud las normativas operacionales -seguramente trazadas desde un comienzo- para garantizar que en todo momento los desplazamientos estén a cargo de personal calificado y bajo exigente supervisión. Sin que se posterguen por largo tiempo, como ha ocurrido antes con los ascensores de las terminales, las labores de mantenimiento de las partes mecánicas y de los componentes básicos que subordinan grandemente la calidad del uso de las vías ferroviarias a la automatización y a la electrónica. Mueve a preocupación que en más de una ocasión tras el último cambio de Gobierno, surgiera inestabilidad en la estructura laboral por prescindir de un recurso humano especializado y con experiencia y no por supernumerario, ya que prontamente llegó siempre la sangre nueva de los advenedizos.
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Futuras violaciones protocolares deberían ser evitadas garantizando eficiencias a nivel gerencial y competencia en los puestos de trabajo; estableciendo responsabilidades y reforzando controles para disminuir riesgos de incumplimiento de reglas en un servicio público en expansión en el que se preserva la confianza. Hacer sentir día a día a cientos de miles de usuarios que no corren graves peligros.