Como ciudadana pendiente de lo que acontece en mi país, comparto breve reflexión sobre las elecciones presidenciales y congresuales que tuvieron lugar el pasado domingo 19 de mayo en la República Dominicana, y que han mostrado un panorama político que invita a la introspección.
Como ya sabemos, el presidente Luis Abinader, que participó como candidato presidencial del PRM, ha sido reelegido con un respaldo cercano al 60% de los votos válidos, lo que indica un amplio respaldo popular, y un voto de confianza a su capacidad para liderar a la República Dominicana en este entorno mundial en constante cambio. Tanto el PRM como el presidente Abinader tienen sobre sus hombros las expectativas de la población para estos próximos cuatro años.
Un dato que llama a reflexión es que alrededor del 46% de las personas con derecho a voto optaran por no participar en las elecciones presidenciales. Esto, sin dudas, representa un desafío significativo. Y debería ser un llamado a la acción para implementar medidas que fomenten una mayor participación con miras a las elecciones del año 2028.
Se hace necesario promover sin descanso la participación cívica desde una etapa temprana, fortalecer la confianza en las instituciones democráticas y garantizar que las opciones electorales reflejen verdaderamente las aspiraciones y necesidades de la ciudadanía.
Otra lección para analizar es el surgimiento y la popularidad de las candidaturas y partidos de ideas de ultraderecha. Este fenómeno plantea importantes preguntas sobre el estado de nuestra democracia y nuestra cohesión social. Aunque pudiera decirse que surge como reflejo de la insatisfacción de una parte de la población con el sistema político y las élites tradicionales, también plantea preocupaciones sobre el surgimiento de discursos antidemocráticos y el creciente riesgo de polarización y conflicto social.
El auge de estas expresiones extremas no es exclusivo de la República Dominicana, sino que se observa en muchos países alrededor del mundo. Por ejemplo, en algunos países europeos, partidos que cumplen con los postulados representativos de la ultraderecha han ganado terreno promoviendo políticas nacionalistas y antiinmigración.
Los gobiernos que simpatizan con esta corriente han mostrado tendencias preocupantes en cuanto a los derechos humanos y la economía, poniendo en marcha políticas que amordazan la libertad de prensa y la independencia judicial. Asimismo, en términos económicos, estos gobiernos tienden a favorecer modelos que perpetúan la desigualdad económica.
El incremento en los niveles de abstención electoral, combinado con el repunte de movimientos de ultraderecha, plantea serias preocupaciones para la salud democrática de nuestra sociedad y claramente nos señala la importancia de robustecer nuestras instituciones y promover una cultura política basada en el diálogo, la inclusión y el respeto a los derechos humanos.
Ciertamente, la Patria nos reclama unirnos en la construcción de una sociedad más justa, equitativa y solidaria.