Pocos dudan del poder ejercido por las expresiones pictóricas sobre el sujeto quien, sacudido por la propuesta artística misma ante el acto conmovedor de la observación, hará cierta aquella afirmación de que la misión del pintor es echar luz sobre el corazón humano. Lo había dicho un lúcido Kandinsky cuando nos recordaba también que toda obra de arte es hija de su tiempo. Así, en ese dialogo testigo-creador no solo destacan dimensiones potenciadoras de inspiración bilateral, sino sobre todo brilla el lienzo que, en el caso de la plástica, en el mejor de los casos podría transmutar en herramienta de sanación y transformación. En ejercicio de resiliencia, pues.
En efecto, la resiliencia (capacidad de triunfo a pesar de la adversidad) luce estar a la orden del día en estas épocas de profundos desafíos donde cada vez menos somos y en las que cada vez más ignoramos al otro. En estos tiempos donde la exclusión social (manifestada en las crecientes disparidades económicas y en el neoracismo despertado por los imperecederos movimientos migratorios acontecidos en todo el Globo); donde la vulnerabilidad biológica (dígase la reciente pandemia de COVID-19); y donde la insostenible cuasi epidémica agresión a la mujer, física y simbólica que es casi igual, permean todos los estratos sociales, el arte, como purísima expresión del ejercicio y entorno humanos aparece en pleno centro del escenario partícipe testigo de una batalla que intenta trascender a la despersonalización a fin de aprehender la realidad, estudiarla y por supuesto reconstruirla.
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Iris Pérez Romero (1967, Santo Domingo, República Dominicana) ha trabajado exitosamente el lienzo, la instalación y la cerámica durante varios lustros en los que sus preocupaciones creativas han abrazado temas relevantes al ejercicio existencial en la modernidad, a la depredación de los recursos naturales presentes en el hábitat insular y global, y a los reprochables desgarramientos provocados por el sexismo, el acoso y la repugnante violencia de género ejercida contra la mujer.
Luego de haber presentado una sólida muestra de sus obras en la Trinity Gallery de Seúl en 2022, exhibición que tituló El arte de la resiliencia, la también directora de la Escuela Nacional de Artes Visuales de la República Dominicana en esta ocasión expande y presenta dicha exposición en los espacios del prestigioso Instituto Cervantes de Tokio, a propósito de la celebración del 90 aniversario de las relaciones entre el Japón y nuestro país.
Además de los trabajos realizados en su medio tradicional (acrílica, tela y formica) Pérez Romero ha incluido fotografía, cerámica, y dibujo en papel de arroz trabajados con el firme propósito de otorgar identidad a sus preocupaciones a través de nuevos formatos. Cuestionada sobre la significación del título de esta muestra afirma lo siguiente: “Desde la resiliencia, los seres se acogen como fuente de y para la vida a través de sus cuerpos integrándose con el entorno y sus semejantes a través del corazón, canal fundamental para esa conexión”. De tal forma, trátese de cuerpos violentados por el femicidio, sacudidos por la migración forzada o heridos por la enfermedad, en las figuras de esta singular artista asistimos al rescate de sus memorias y significaciones, de las historias particulares que le otorgan identidad y poder a cada una de ellas.
En una de sus primeras obras completadas durante el encierro de la pandemia, A dos metros de distancia, aparecen sendas figuras “separadas” y a la vez unidas por cuerdas que, interconexas, aproximan dos regiones corporales relevantes a la propuesta de nuestra artista: la cabeza, hogar del pensamiento, y el pecho, refugio del sentir. Aquí la paridad juega un curioso rol protagónico en tanto que no solo establece la aritmética entre los mutuos, sino que se traduce en dimensión de lo colectivo. En comunión que sobrevive a pesar del confinamiento impuesto por las circunstancias, tras el cual, decididamente, triunfarán la fraternidad y solidaridad humanas.
En las piezas incluidas en la serie Morada, por otra parte, en reminiscencia de las pioneras Donna Ferrato y Nan Goldin, Pérez Romero compone fotogramas de mujeres asesinadas por sus parejas a partir de imágenes extraídas de sus redes sociales. Lo hace no solo como valiente acto de denuncia sino más que nada rescatándolas, tornándolas visibles, vivas, y de carne y hueso. Empleando fotografías de celebraciones familiares y eventos personales que han quedado plasmadas para siempre en los muros de Facebook e Instagram a pesar de sus muertes, transforma estas mujeres en fuentes de luz y color depositadas sobre la Tierra. En una suerte de ceremonial celebratorio ante los elementos, y, simultáneamente, denuncia tenaz como acto de amor a la vida en el que simbólicamente se les otorga una última morada.
El público asistente al Cervantes de la capital japonesa tendrá la inusual oportunidad de disfrutar varios dibujos de la artista que nos ocupa, algunos nunca expuestos; en ellos destacan rasgos usuales en el trazado de Pérez Romero, incluyendo el uso de dos tonos básicos, negro y rojo, y la predominancia del círculo como figura definitoria de lo expuesto y referencia simbólica de la perfección geométrica carente de principio o fin. En las obras de esta serie, sin embargo, asistimos a una asimetría de ampliación en la que la disposición de las figuras es inexacta una respecto a la otra y en referencia a la línea media: un corazón rojo en el centro del pecho es eje central mientras un ojo (y su mirada), el derecho, denota un sentimiento opuesto a su par. Se trata de seres inquietos en aparente armonía mas francamente provocadores y vestidos de una evidente ambigüedad. Cual la desafiante realidad del Homo sapiens moderno.
Si resiliencia traduce sanación y supervivencia, triunfo sobre el pesar o la dificultad, ¿No habrá acaso metáfora más acorde con aquella celebración que la floración? En dicho contexto, el renacer de la naturaleza agradecida en victorioso símbolo esperanzador, aparece revelado majestuosamente en la tela Proceso de floración. La efigie femenina plasmada en este lienzo multicolor no podría lucir más arbórea y vegetal; de su cuerpo proyectan una decena de hermosos tallos florecidos desde o hacia un céntrico destellante corazón amarillo reminiscente de su alegórico poder. O tal vez como la sakura, recordatorio de la contradictoria belleza de la existencia debatida entre la fugacidad vital y la insondable eternidad.
Si la comunión observador-artista inducirá al estremecimiento de los sentidos gracias a lo depositado en el lienzo, no menos cierta será la provocación que dicho acto incitará en el pensamiento; y resultado de esta transformadora forma de accionar del arte, tal como sugería Sontag, saldrá fortalecida nuestra conciencia, no quepa duda. Justamente lo que a nuestro ver ha logrado Iris Pérez Romero en su trayectoria sobre todo en sus más recientes producciones. Nos alegra, pues, que semejante extraordinaria propuesta creativa sea merecedora de reconocimientos internacionales tan importantes como el otorgado por las embajadas del Japón y República Dominicana. ¡Enhorabuena!
Jochy Herrera es cardiólogo y ensayista. Autor de Fiat Lux. Sobre los universos del color (Huerga y Fierro, Madrid 2023).