La obra de Jaime Colson se construye y se edifica con criterios intelectuales del estudio y del conocimiento desde los clásicos griegos, cuya filosofía y enseñanzas dominaba con erudición, hasta sus experiencias visuales y plásticas con las vanguardias artísticas europeas que marcaron la evolución y revolución del arte en la primera mitad del siglo 20.
El maestro puertoplateño anticipa el viaje como recurso y método de exploración visual e intelectual del mundo, con espíritu renovador y revolucionario.
A partir de los años veinte su curiosidad e inteligencia lo llaman a comprometerse con las vanguardias anunciadas en Europa, con un trabajo profundo y sostenido tanto en los aspectos técnicos y estructurales como en el estudio de la forma y el fondo. Colson era un estudioso que, en las artes, buscaba todas las posibilidades de expresión y ejecución de la imagen, tomando siempre en cuenta la forma y la composición espacial, con una autoexigencia de disciplina y rigor.
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Durante sus largas estadías en París, frecuentó las academias, los talleres y los círculos intelectuales y literarios con poetas como Antonín Artaud con todo el movimiento surrealista de la poética y de la imagen, compartiendo con socialización de compañerismo e igualdad con todos los artistas que animaban los círculos bohemios e intelectuales de entonces, como el Dome de Montparnasse, La Coupole, La Mere Catherine de Montmartre y todos los cabarets de la época donde las musas, cocottes de día y de noche, se convertían en modelos sagrados del cuerpo en los caballetes de Modigliani y Picasso.
Su etapa europea de aprendizaje hizo que su obra se caracterizara desde sus primeros cuadros por una sincronización del neoclasicismo y de la modernidad, marcadas por la tradición clásica y la innovación, con la investigación sistemática sostenida.
Los estudios académicos le dieron desde temprana edad el reconocimiento de maestro por el dominio de todas las técnicas de composición con una marca de autenticidad y singularidad exclusiva y única en la historia del arte contemporáneo del Caribe.
Con Colson, podemos decir que las vanguardias no se le impusieron por obligación de factura y de mercado, él las fue a buscar para entenderlas en sus procesos éticos y estéticos y compartir con ellas sus propios planteamientos, pero desde su criterio de artista que parte al mundo desde República Dominicana.
Compartió todos los planteamientos plásticos y visuales, tanto del cubismo temprano como del surrealismo, con la trascendencia de la reflexión estética con dominio filosófico y ético universal, con la determinación reflexiva de la civilización helénica.
Desde París, Barcelona y Madrid, se identificó con factura propia y singular desprendiendo con carácter de independencia y autonomía una obra excepcional, entramando sus inquietudes geométricas en la composición como lo harían Braque, Juan gris, Lager, Picasso y Chirico.
Es indiscutible que las vanguardias europeas fueron su mundo dentro de su imaginario, colaboró en ellas, como un miembro concertador y participativo, siempre preocupado por el aporte que sus vivencias internacionales aportarían a la sociedad artística dominicana en su necesaria urgencia por entrar en la modernidad y con el compromiso de formación académica para las nuevas generaciones de los artistas jóvenes.
Comprometido y fiel a las artes, hizo posible imponer la creación de la Escuela Nacional de Bellas Artes, inaugurando cursos de capacitación de posgrado, siendo nombrado en dos ocasiones director general y maestro por encima de los disturbios políticos nacionales e internacionales entre 1940 y 1960. Si es un maestro reconocido dentro de la propuesta moderna de la pintura y del dibujo asentando un técnica propia y exclusiva en la ejecución, nunca dejó su pasión por la enseñanza y la pedagogía hasta el último respiro.
A partir de los 50, después de sus viajes y experiencias en México, La Habana, Haití, su obra crece en nuevos planteamientos donde el sincretismo ocupa una fuerza de identidad visual, con señalamientos encontrados en su viaje a Haití que podemos identificar en sus dibujos y nuevas composiciones donde imperan los elementos de la identidad afro caribeña,
Presentar a Jaime Colson en París, en el 2023, es devolverle a las vanguardias europeas la obra excepcional de un maestro dominicano vanguardista y universal que, como Wilfredo Lam, le ofrece al cubismo y al surrealismo la poética y las luces de lo real maravilloso del trópico.
Hoy, en esta exhibición “Jaime Colson” confirma una vez más la capacidad de marcar con el arte el acercamiento de las culturas y de los pueblos estableciendo en la vitrina internacional de la historia del arte que los maestros caribeños siguen siendo un referente insoslayable de la modernidad y de todas las evoluciones que apuntaron en la revolución de la imagen plástica desde el impresionismo, tomando la decisión de exponer la reproducción de sus obras en la Feria Internacional de Turismo en París, del 2 al 6 de octubre 2023, El Ministerio de Turismo, con el generoso apoyo de Banreservas, confirma que República Dominicana es una tierra de cultura e identidad múltiple y diversa que pertenece al patrimonio de las revoluciones artísticas que desde el Caribe ganaron la vitrina universal de los imaginarios con identidad y estética propia.
En este sentido, Colson es un maestro.