Jean Rhys o; “El ancho mar de los Sargazos”

Jean Rhys o; “El ancho mar de los Sargazos”

Jean Rhys

“(La tía Jeanette) me abrazó, me besó y me dijo: “Pobrecita, pobrecita”. Tal vez supiera que yo estaba destinada a tener una vida tormentosa y a sentir una profunda y constante nostalgia”.
«Hay gente que camina muy bien por la cuerda floja, ni siquiera saben que la estaban caminando».

Es una mujer vieja que murmuraba y escribía: “Hay en mi mente lagunas que no pueden colmarse”.


En sus textos, cuando ya tenía más de ochenta años planearon los fantasmas de “Jane Eyre”, de la mujer fantasmal encerrada bajo llave en Thornfield Hall, la casa del atormentado Rochester, esa mujer loca que una noche prende fuego a sus habitaciones en un ataque de demencia y muere carbonizada en una escena memorable.


El personaje femenino es una criolla antillana con quien Rochester, obligado a exiliarse en las colonias por su padre y su hermano, contrajo un matrimonio de interés. El padre y el hermano mueren y Rochester hereda la fortuna y propiedades familiares y puede volver a Inglaterra, lo que hace acompañado de su esposa, que sufre periódicos ataques de locura y a la que se ve obligado a enclaustrar.


Ese es el núcleo esencial de “El ancho mar de los Sargazos”, fue el reto literario de Jean Rhys, que pudo novelar la vida de Antoinette Cosway, bajo la sombra imponente de una de las grandes novelas del siglo XIX inglés, como es la Jane Eyre, de Charlotte Brontë.

Jean Rhys fue creadora de personajes femeninos solitarios, desamparados, desequilibrados, ahogados en alcohol y sin norte.
Escribió cinco novelas muy bien tratadas por la crítica pero muy pronto olvidadas porque se adelantaron a su época y denunciaban el patriarcado.


Desapareció de la vida literaria y reapareció muchos años después como un fantasma de su adolescencia en las islas del Caribe. Era una anciana que vivía en Cornualles y preparaba una novela que después de muchos conflictos, contradicciones y silencios le concedió la fama que le habían negado en su juventud.


Como a uno de sus personajes, como a Sasha Jensen, el olvido, el alcohol y la desdicha la escondieron del mundo, al revés de ella, alcanzó la gloria literaria con una novela excepcional a los 80 años.


Cinco novelas importantes en el período que va de 1927 a 1939, cinco libros escritos “con una sensibilidad demasiado adelantada a su época”. Reapareció en 1966, en la escena literaria inglesa con «Ancho mar de los Sargazos», considerada su obra maestra.


Aprovecha al máximo su infancia en las islas para crear un escenario de una fuerza conmovedora en el que se entrelazan la añoranza de felicidad de la infancia y la progresiva pérdida del paraíso. Antoinette no tiene otro anclaje que el de su tierra amada y por él resiste todas las dificultades que le crean una madre histérica, dama criolla que no soporta los cambios que se están produciendo en su entorno social, y un matrimonio concertado por razones un tanto turbias que, finalmente, la arrancará de su último refugio.

Lo cuenta por medio de dos voces: en la primera parte la que narra es Antoinette y ahí quedan retratados su hipersensibilidad, sus miedos y su inestabilidad emocional.
Jean Rhys supo contar como pocas escritoras la fragilidad, el desamparo, la desafección, la soledad más sórdida y los sentimientos más depurados.


En “Una sonrisa, por favor”, trata de volcar sus memorias en las que cuenta su infancia y adolescencia en las Antillas y su juventud en París y Londres, donde vivió los tumultuosos años veinte trabajando como corista, haciendo de extra, viviendo en pensiones, siempre justa de dinero…, casi en la prostitución, experiencia que la llevó a concebir el ambiente de sus novelas y la mujer que albergó dentro de sí las vidas escritas de Anna Morgan, Marya Zelli, Julia Martin y Sasha Jensen, las derrotadas heroínas de sus novelas.


Un camino que la lleva desde sus amadas, violentas y sensuales islas Windward a la Inglaterra fría y distante donde finalmente se escondió con su vida rota hasta que una adaptación teatral de una de sus obras obligó a buscarla por una cuestión de derechos de autor que la devolvió a la luz.


Su nombre verdadero era Ella Gwendolen Rees Williams, nació en Roseau, la capital de Dominica, el 24 de agosto de 1890 y falleció en la ciudad de Exeter, Inglaterra el 14 de mayo de 1979.

Llegó a Inglaterra a los dieciséis años, donde mal vive trabajando como corista y casi prostituta. Es un tiempo nómada, recorriendo Europa, recalando en París y Londres, en compañía del alcohol y la soledad. Esa vida errante por la Europa de posguerra es el fiel retrato de una forma de vivir muriendo o morir viviendo narrados en su impresionante novela “Viaje a la oscuridad”.


Se casó tres veces, enviudó una y dos de sus maridos fueron a la cárcel por estafadores. En 1919, pasó por Holanda y se casó con el periodista y compositor Lenglet. Tuvo dos hijos, el niño murió y la hija fue abandonada con su padre.
Empezó a publicar en los años 1920 y 1930, ayudada por Ford Madox Ford. Publicó “Posturas” en 1928, “Después de dejar al señor MacKenzie” en 1931, “La orilla izquierda” en 1927, “Cuarteto” en 1928, “Viaje a la oscuridad” escrita en 1934, es una novela especialmente sobrecogedora. “Buenos días, medianoche” fue escrita en 1939.

Desde 1939 hasta 1960 entra en un cono de sombra, está alcoholizada y es olvidada.
Su infancia en una mansión jamaicana en ruinas, rodeada de fantasmas; su educación en un convento; su perversa sensualidad reprimida y descubierta años más tarde por un inglés adinerado. Sospechas, celos, reclamos y locura… un cóctel mortal y perverso que hace polvo su vida y la hace renacer como el ave fénix en una escritura de excepción a los ochenta años.


“Una sonrisa, por favor” es autobiográfica. Es la infancia en Dominica, para casi adolescente trasladarse a Londres y París, donde tendrá sus contactos con el mundo del arte y la literatura. El alcoholismo que marcó toda su vida, el amor roto y la desolación de verse abandonada, la incomprensión de unas sociedades demasiado cerradas…ese es el trasfondo de la novela


Jean Rhys tenía más de ochenta años cuando escribió este texto, donde se declaró una perdedora, pero sin caer nunca en la autocompasión.

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Jean Rhys, vieja.
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Jean Rhys adolescente.


Nació en Dominica, en el Caribe anglófono de padre galés y madre criolla, bisnieta del propietario de una plantación de azúcar. Esto marcó su vida profundamente, porque nunca consiguió ser aceptada en ninguna de las dos comunidades de la isla.


Sus biógrafos narran a una Jean Rhys catastrófica y compleja, una mezcla explosiva de impotencia y ferocidad; de compasión y simpatía; de vulnerabilidad y furia que se volvió contra sí misma y contra los que la quisieron ayudar.
Sensible y sugestionable la visión de las calles de Londres y la “gente blanca corriendo hacia mí”, podían llenarla de miedo, volverla demente y hacerle escribir «A veces, tengo muchos deseos de una masacre, durante una semana».


El largo silencio entre 1939 y 1966 recuerda la cita de Rebecca West: vivían “enamorados de la oscuridad en un grado increíble”.
Traza, con una claridad melancólica, con una fina ironía, la pérdida del atractivo y de la belleza de su juventud. «Es curioso cómo las mujeres van “en caída, de repente», piensa el examante de la heroína de “Después de salir el señor Mackenzie”, antes de entregar una suma de dinero que por lástima le paga a cambio de servicios sexuales prestados.


Dicen sus biógrafos que Jean Rhys era solo una escritora: “Si dejo de escribir, mi vida habrá sido un fracaso total”.

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