La llamada Semana Santa o Mayor constituye la conmemoración del momento culminante de la misión histórica de Jesús: su Pasión, Muerte y Resurrección. Los evangelios sinópticos inician esta parte final de sus respectivas narraciones con la llamada “Entrada de Jesús a Jerusalén” (Lc. 19, 28), lugar fundamental donde se desarrollará el final de su ministerio, pasando por su apresamiento en el contexto del recrudecimiento de su conflicto con el fariseísmo, expresión religiosa mayoritaria de la época, y con las autoridades judías de orientación predominantemente saducea, que culminará con el apresamiento de Jesús su vejación, crucifixión, muerte y resurrección.
Los evangelios sinópticos recogen sucintamente estos últimos días de Jesús marcados por el desarrollo y desenlace del indicado conflicto que culminará con el apresamiento y muerte de aquel. El desarrollo de este final inicia con el arribo de Jesús a Jerusalén: “Entró en el Templo y comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles: Está escrito: Mi Casa será Casa de oración. ¡Pero ustedes la han hecho una cueva de bandidos.” (Lc. 19, 45-46). En este hermoso relato Lucas, lo mismo que Mateo y Marcos, afirma que Jesús permanece en Jerusalén hasta su muerte y que mientras “Enseñaba todos los días en el Templo y salía a pasar la noche en el monte llamado de los Olivos. Y todo el pueblo madrugaba para ir hacia él a escucharle en el Templo.” (Lc. 21, 37-38). Ahora bien, es obvio que el objetivo de esta parte de relato de Lucas y los otros dos sinópticos es introducirnos en el conflicto creciente y definitivo de Jesús con los dirigentes judíos.
El apretado resumen sinóptico nos permite constatar que el eje fundamental de este conflicto gira en torno a la comprensión del carácter y centralidad del Bien como Sentido de una vida vivida según Dios. Así, es la profundización del conflicto en torno “al Bien que hay que hacer” lo que finalizará con el apresamiento, la condena y la muerte de Jesús a manos de los dirigentes religiosos judíos, al mismo tiempo que la puesta en evidencia del carácter nefasto de la fe farisea. Es esta visión de Jesús la que se evidencia en su juicio acerca de los escribas: “Dijo luego a sus discípulos, de modo que lo oyó todo el pueblo, “Guárdense de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje y quieren ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas con el pretexto de largas oraciones…”( Lc. 20, 45-47). En el capítulo 21 de su evangelio Lucas, en el conocido texto sobre la viuda pobre y unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro, remacha esta visión suya acerca de Jesús: “Les digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que nadie. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobra, ésta en cambio ha echado de lo que necesita, todo lo que tenía para vivir.” (Lc. 21, 3-4). La práctica del Bien es verdadera cuando se asienta en lo profundo del corazón generoso de quien la asume como Sentido que orienta la vida. Esta visión orientó centralmente la vida de Jesús, lo condujo a su muerte violenta y a su Resurrección.
Es esta fe la que celebran de manera intensa en estos días, aún en el tiempo desfavorable del odioso “Covid-19”, quienes hacen el esfuerzo honesto y exigente de seguir a Jesús en estas tierras y en estos tiempos. Ojalá que este hacer memoria sea siempre acicate para una mayor fidelidad al Evangelio del Galileo.