José Cestero y lo real maravilloso de Cien años de soledad

José Cestero y lo real maravilloso de Cien años de soledad

Por: Lilian Carrasco

El Caribe está plagado de enigmas y realidades fantásticas. El mito y la leyenda encuentran buen puerto entre quienes se aventuran a explorar en lo Real Maravilloso, resultando parte esencial e intrínseca de este espacio geográfico. El arte se convierte en medio por excelencia para bosquejar y figurar los planos superpuestos en el imaginario, presentando imágenes reconocibles que nos sumergen en la aventura hacia mundos desconocidos.

Este tipo de experiencias encuentra cantera en el proyecto Cien años de soledad [1], a través del cual la gestora cultural Verónica Sención combina artes y letras. Y es que los capítulos que el escritor colombiano Gabriel García Márquez (1927-2014) recrea en su obra cumbre sobre el pueblo de Macondo y la familia Buendía, se convierten en eslabón para que el artista visual dominicano José Cestero (1937) asimile con genialidad la riqueza del realismo mágico. De ese modo se muestran sinergias, sincretismo y la transfiguración de un espacio onírico visto desde el universo del arte.

Gabriel García Márquez ha penetrado en el pensamiento latinoamericano, haciéndolo consciente de las miserias existenciales que arropan a nuestros pueblos. También, ha hecho visible la decadencia que nos corroe al ser parte de un sistema sin memoria que obra mediáticamente sin reparar en consecuencias. En cambio, tenemos un Cestero vibrante, emocionalmente profundo, que edulcora los problemas, sin dejar de hacerlos visibles.

Y es que el arte tiene la fuerza de expresar las ideas de forma más dinámica y contundente; permite al creador desarrollar mensajes subliminales que van calando en la memoria colectiva. El arte educa, transforma y permite activar el humanismo en cada individuo. Las imágenes siempre van a ser más expresivas que las palabras.

La producción visual de Cestero ha sido tan decisiva que coincidió con la dictadura trujillista y los continuos cambios políticos, sociales y culturales que se desencadenaron luego. Posteriormente, se proyecta en la Revolución de Abril de 1965, donde junto a otros grandes exponentes, puso a disposición su arte como arma social a través del grupo “Arte y Liberación”.

En Cestero tenemos a un pintor de realidades que ha tenido una incidencia muy marcada en el proceso histórico dominicano, develando un profundo compromiso social. Sus motivaciones como artista son muy cercanas a la visión trascendental de Márquez respecto a la expresión y percepción estética de la realidad latinoamericana.

La propuesta que con especial cuidado ha venido gestando Verónica Sención, permite explorar las conexiones entre la obra de Cestero y el mundo mágico y realista de Márquez, concibiendo un portal para establecer vínculos en el lar nativo con un Macondo transfigurado. Cada obra de arte conecta con un ambiente o personaje de la obra, pues más que un título, las piezas se hacen acompañar por fragmentos como: “Llegada de José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán a Macondo, comarca rodeada de agua y de fantasías”.

Este pasaje revela la expresividad en el trazo de Cestero, quien de manera armónica desarrolla la escena, destacando a José Arcadio Buendía y a Úrsula Iguarán en actitud señorial con un fondo cálido en el que priman los tonos amarillos, anaranjados, grises y ocres. Es una composición que, en esencia, se centra en los personajes; lo demás queda sugerido, animando al espectador a imaginar un más allá en el cuadro. El artista va creando portales que van conduciendo la historia de la novela, lo que resulta motivador para quienes no han leído el libro. Por su parte, los que han repasado Cien años de soledad notarán como si las imágenes se convirtieran en un detonante para la memoria, conduciendo mediante la lectura, a la unidad de todo lo emocionalmente vivido.

La magia del color en la obra de Cestero recrea “una vista panorámica de la ciudad de Macondo”. Destellos de pinceladas en azul, naranja, rojo y verde, delimitadas y muchas veces medio invadidas por el valor negro, estructuran la composición. De manera sugerida y, en proporción dorada, el artista silueta una casucha con techo a dos aguas que luce humilde, pero bien estructurada.

La vivienda es, en líneas generales, lo que representa la ciudad en el imaginario de Cestero. En sentido estricto, cada persona sueña con un hogar; es un signo de estabilidad. Sin embargo, a pesar de que es un derecho fundamental, no todos tienen un techo y, muchas veces, al tenerlo, no es en condiciones dignas.
El Estado debe crear las condiciones para que puedan garantizarse los derechos fundamentales.

Y no se trata de que debe dar, sino promover y hacer cumplir. La función es más reguladora, pero debe ser efectiva. El cumplimiento de los derechos requiere un marco institucional sólido, de respeto y conciencia.

“Melquíades llega a Macondo con la gran idea del hielo”, es la frase que intitula otra de las obras de Cestero, donde en efecto se aprecia a un individuo que llega en una moto con el gran bloque de hielo. Esta escena es representativa de aquellos años en que no todos contaban con un refrigerador y, en las zonas rurales, se optaba por comprar los bloques de hielo.

Siendo más concretos, cuando Melquíades llega a Macondo con la idea del «hielo», está introduciendo una novedad tecnológica en un lugar aislado y alejado de la civilización. El hielo en esta interpretación simboliza el progreso y la modernización que Melquíades y sus invenciones representan para Macondo. En un lugar donde la tecnología y las comodidades modernas son escasas, la llegada de algo tan simple como el hielo puede ser revolucionaria.

Hielo como metáfora de lo efímero y la fragilidad: el hielo es efímero, se derrite con el tiempo. En ese sentido, el escenario descrito podría simbolizar la fragilidad y la temporalidad de los cambios y avances en la vida de Macondo. A pesar de que se presenta una idea grandiosa, todo en el pueblo, como en la vida misma, está destinado a desaparecer con el tiempo.

El hielo puede ser visto como algo misterioso y desconocido para los habitantes de Macondo, que nunca han experimentado algo similar. Esto refleja cómo la llegada de Melquíades y su caravana de gitanos introducen elementos ajenos a la vida cotidiana, lo que a menudo genera reacciones de asombro y temor entre los habitantes.

Macondo se encuentra en una región tropical y caliente, la idea de lo frío representa un fuerte contraste con su entorno natural, además de un choque cultural y climático que se acentúa mediante la presencia del “Músico italiano Pietro Crespi, instalando la pianola en casa de los Buendía”.

La presencia de un músico italiano y una pianola en una comunidad rural de América Latina en el siglo XIX refleja un choque cultural. Este suceso es parte de la representación de la diversidad cultural y de cómo la globalización y la influencia extranjera llegan a lugares remotos.

Cestero procura revisar los aspectos más relevantes de Cien años de soledad, pero también de la vida de su autor, a quien documenta a través de la pieza reseñada como: “Retrato del primer encuentro de Gabriel García Márquez con el escritor mexicano Carlos Fuentes, México, 1960”.

En suma, se trata de un conjunto expositivo exquisito que hilvana con gran riqueza cromática y conceptual los momentos estelares de la novela, al tiempo de estimular la curiosidad en el espectador para conocer más la historia. Y, en la medida en que este interés se acrecienta, se genera mayor nivel de conciencia y, por tanto, se crean las condiciones para un Estado de bienestar.

Que sirvan, pues, estas imágenes de Cestero y las letras de Márquez para despertar de la inercia y no permitir la mengua de los afectos.

[1] En referencia a la obra Cien años de soledad, del escritor colombiano Gabriel García Márquez.
Lilian Carrasco es historiadora del arte, egresada de la Universidad de La Habana, Cuba.

Le puede interesar: “SOLO LA PAZ PUEDE”