La vida de una persona gravita entre lo que construye en su juventud y aprende a sostener y gerenciar en su adultez, para lograr el bienestar y la felicidad en la vejez. En esa construcción influyen los factores de la crianza, la educación, el tipo de sociedad, el temperamento y carácter del joven, la autoestima y los propósitos elegidos.
Frente a tantos estímulos, distracciones, ocios, pasatiempos, que construye y pone a la disposición la posmodernidad, cómo aprenderán los jóvenes a construir sueños, propósitos, ideales, metas, y asumir la vida con prioridades y focalizados de forma integral hacia el logro.
Aquellos jóvenes que de forma inteligente, disciplinada y responsable, asumen la construcción del proyecto de vida con sus pasatiempos: juegos, deportes, música, actividades socio-culturales, política, idioma, tecnología, etc; todos estos espacios van representando factores protectores, frente a los riesgos y conductas riesgosas que viven los jóvenes. Es decir, los factores protectores son los que nos protegen, cuidan, previenen, fortalecen y ayudan al desarrollo sano; pero también, son los que nos ocupan y nos enfocan hacia la búsqueda de un liderazgo sano y responsable, comprometido y participativo para sí mismo y para el entorno social.
Es decir, cada adolescente o joven debe insertarse en los diferentes espacios del que dispone la comunidad, para fortalecer o desarrollar sus habilidades y destrezas sociales. Asumir el aislamiento, el ciberespacio de forma impulsiva, el egocentrismo y la inactividad social, estimula asumir el confort, el ocio negativo, el individualismo y la visión reduccionista que deja la información enlatada que condiciona y desestimula la crítica social.
Sin embargo, cuando los jóvenes se dejan seducir por la cultura de la prisa y de las gratificaciones inmediatas: consumismo, adicciones, video juegos, sexo irresponsable, deambulación sin propósito, amigos sin proyecto de vida y con vida de alto riesgo psicosocial, embarazo a temprana edad, deserción de la educación, abandono del núcleo familiar, están practicando el escapismo social, que es una forma inconsciente, impulsiva y defensiva de huir, sin construir una respuesta útil, positiva, de prevención ante la decisión que se va a tomar. Esa conducta de responder de forma explosiva, emotiva, sin valorar riesgo, sin medir consecuencias, ni medir el impacto personal, familiar o social, son los que determinan el nivel de vulnerabilidad y daño en la salud mental.
Cuando en la juventud se adoptan decisiones equivocadas, riesgosas o pocas inteligentes, se arrastran como resultados negativos en la adultez, y terminan incidiendo de alguna manera en el proceso hacia la longevidad. Para cambiar estos indicadores, tienen los jóvenes que revisar sus actitudes de vida, utilizar el juicio crítico, la asertividad en sus propósitos y sus debilidades en el orden emocional, conductual y comportamental.
Es cierto que los jóvenes son el resultado histórico, socio- cultural y socio económico de la época en que se encuentren socializando o viviendo. Pero como seres sociales e inteligentes les corresponde contextualizar, identificar y confrontar lo que sucede a su alrededor, las variables que influyen, las causales que les empujan y le predicen su comportamiento y conducta. Es más, los jóvenes tienen que hacer el diagnóstico psicosocial, aprender a detectar las influencias negativas, los modelos o liderazgos negativos, la publicidad engañosa, los estímulos conformistas y limitados que les condiciona su cerebro y les quita la pasión y la responsabilidad social. También deben de asumir conscientemente, de forma empoderada la construcción de los factores protectores en cada espacio y el proyecto de vida de forma integral. Es una responsabilidad del joven que asume la vida para cambiarla, para influenciar en los demás jóvenes de forma positiva, para cuidar y proteger a los más vulnerables. Asumir todo esto es, salvarse a sí mismo, vivir para construir sabios propósitos de vida, para el bienestar, la identidad y la felicidad, a través de los factores protectores.
En resumen, el no asumir, identificar o construir sus propios factores protectores, las consecuencias son: riesgo en salud mental y escapismo social; “más vale prevenir que lamentar”. Los jóvenes que no lo comprendan o sean indiferentes, tarde o temprano sufrirán los impactos de una vida sin protección. Es imposible fluir en la vida, alcanzar éxito y bienestar, sin factores protectores y libres de escapismo social.