Juan Antonio Alix y sus décimas: una antropología cultural dominicanista

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§ 4. Alix y lo político. En la entrega del 9 de diciembre pasado se vio los turbulentos cambios de Gobierno que se sucedieron en el lapso de 1873 y 1893, es decir, veinte años, en que Juan Antonio Alix escribió su primera décima hasta la última. Se ha vuelto un lugar común entre prologuistas y estudiosos de las décimas de Alix el condenarle de oportunista político por el hecho de cantarle a los presidentes de turno o a personajes políticos a quienes él consideraba, por el afecto, que podían llegar a la primera magistratura o a cargos políticos importantes.

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§ 5. Quienes esgrimen semejante acusación incurren en flagrante anacronismo, toda vez que la posición política de Alix es cónsona con el estado de situación que vivió el país en ese período (1873-93) y con el mismo estado de situación que ha vivido nuestra sociedad desde el 27 de febrero de 1844 hasta el día de hoy, lapso muy bien estudiado por Juan Bosch en Composición social dominicana (1970), obra que marcó la pauta de los discursos histórico-políticos y sociológicos que vieron la luz posteriormente. En aquella obra emblemática que influyó decisivamente en los estudios publicados por la intelectualidad dominicana desde 1971 hasta final del siglo XX (año 2000), Bosch estudió, aunque con los conceptos de la sociología funcionalista, el largo trajinar de la pequeña burguesía, clase política que en su actuación, desde el mismo momento del nacimiento de la República, dominó, hasta hoy, la política y fue responsable de la creación de la independencia efímera de 1821, de la separación de 1844, de la guerra social de la Restauración para revertir la anexión del país a España proclamada en marzo de 1861 por Pedro Santana y sus hateros. Pero también ha sido esa pequeña burguesía en su capa alta de propietaria de medios de producción y en su capa media o baja (sin propiedad de medios de producción) la que ha jugado hasta hoy el papel de heroína muchas veces y de villana en otras ocasiones, tal como la ha descrito en uno de sus textos Andrés L. Mateo. Y la heroicidad o villanía ha caracterizado la actuación de esta clase a la que Juan Bosch describe, al analizar sus intereses, como carente de conciencia política y de conciencia nacional, razón por la que un día asumía el papel de conservadora y al otro, sin explicación alguna, se encajaba la careta de liberal. Es decir, hatera unas veces, aunque de proveniencia liberal (ideología de Los Trinitarios y luego de los restauradores). Al día siguiente, de conservadora se vuelve liberal y es capaz de arropar del poder a Santana o a Báez. O siendo liberal, es capaz de aliarse con los jirones de los hateros o de la pequeña burguesía mercantil y campesina baecista, como fueron los casos de José María Cabral o Ignacio María González. Banderías rojas, azules, verdes, es decir, asumir la alianza con cualquier color o bandería partidaria con tal de retener el poder. Pero también a finales de siglo XIX y durante todo el siglo XX-XXI, la pequeña burguesía dominicana supo mantener la alianza con sectores oligárquicos (dictadura de Lilís, jimenismo, horacismo, trujillismo, Consejo de Estado de 1962, Triunvirato de 1963) y sus valedores, los Estados Unidos o Francia e Inglaterra en el siglo XIX.

§ 6. Y Alix no hizo otra cosa que ser eso: liberal en la Restauración y cantor de los gobernantes conservadores hasta el día de su muerte. Pero fue inflexible con su posición política de propagandista de la ideología del progreso que aparece en los poemas positivistas de Salomé Ureña, José Joaquín Pérez y Gastón Deligne y ese espíritu liberal le llevó a alinearse con los Gobiernos conservadores, no solo como una forma de ganarse la vida, sino que fue, durante toda su vida, un abanderado de todas las ideas de modernización técnica e industrial de su país, pero al mismo tiempo enemigo de todos los políticos que intentaron obstruir ese progreso e instaurar, para el logro de sus fines, las famosas revoluciones montoneras, las cuales condenó Alix con toda su fuerza en la décima que lleva como título y pie forzado “Yo no entro en revolución” (Blanco Díaz, pp. 67-69), porque para él la paz de la República estaba en primerísimo lugar y veía como un peligro las discordias civiles, a las que juzgaba enemigas de toda idea y práctica de progreso. “Yo no entro en revolución” (escrita en Santiago el 14 de septiembre de 1875 durante el Gobierno de Ignacio María González) constituye, junto con la décima titulada “Mis creencias” (Blanco Díaz, pp. 117-123, dedicada al periodista venezolano Vicente Flores, director el periódico El Propagador, de Puerto Plata) el conjunto de ideas políticas, históricas y religiosas de Alix. Sin temor a equivocación, esas dos décimas constituyen su Credo y las demás opiniones contenidas en los tres tomos de sus décimas son variantes de este arsenal de opiniones. Alix es claro en las dos primeras estrofas de “Yo no entro en revolución”: “De la paz siempre seré/ partidario decidido/ para no verme afligido/ como en otro tiempo fue;/ fiel al Gobierno estaré/ con todo mi corazón/ pues tengo la convicción/ que siempre seré fatal/ y aunque me hagan general/ yo no entro en revolución./ Mi familia vale más/ que de pesos mil millones,/ y entre empleos y galones/ siempre prefiero la Paz;/ no quiero verme jamás/ ni hallarme en la obligación/ de apartarme de mi asilo,/yo quiero vivir tranquilo,/yo no entro en revolución.” (P. 67). Y en “Mis creencias”, las dos primeras estrofas son de una claridad meridiana: “Para que veas mi creencia/ mi muy amigo Vicente/ te dirijo la presente/ haciéndote esta advertencia: tú sabes que inteligencia/ no tengo como deseo,/ y aunque escribo medio feo/ te envío estas decimitas/ que así concluyen toditas: en eso sí que no creo./ Empiezo, amigo Vicente,/ por decir que soy cristiano,/a propósito romano/ y creo en Dios firmemente./ Creo en el Omnipotente/ porque yo no soy ateo,/y creo aunque no lo veo/ porque Él es ciencia infusa;/ pero en huevos de lechuza/ en eso sí que no creo.” (P. 117).

§ 7. Es en este contexto que hay que estudiar el pensamiento de Alix: liberal unas veces y conservador en otras ocasiones, sobre todo que el estudioso de sus décimas no tiene otra referencia política que la participación de Alix en la guerra restauradora, porque en la de la independencia de 1844 apenas tenía once años, con la advertencia riesgosa de caer en anacronismo si se le juzga solamente como plumífero de Ulises Heureaux, de quien se consideraba un padre, pero al mismo tiempo admirador de Gregorio Luperón, jefe máximo de la conducción de la guerra social contra España en el plano internacional y contra los hateros de Santana en el plano local. Los intelectuales del siglo XIX y los del XX se devanaron los sesos hasta el hartazgo en su lucha contra las revoluciones montoneras y por el establecimiento de un orden constitucional y un verdadero Estado de derecho, pero como lo apuntó Américo en la famosa carta del 20 de enero de 1916 a Horacio Vázquez, el pueblo dominicano, carente de conciencia política y de conciencia nacional, había sido hasta el momento en el que él escribía, incapaz de crear un Estado nacional verdadero. El mezquino interés personal hizo, según Lugo, que zozobráramos tres veces en el empeño de crear ese tipo de Estado y, por el contrario, desde Santana hasta la intervención militar estadounidense de 1916-24 lo que ha tenido el país ha sido un Estado clientelista y patrimonialista, gobernado por una pequeña burguesía a veces heroica y otras veces canalla.

§ 8. Alix no ha sido un fenómeno extraterrestre, sino un sujeto producto de su medio social conservador, atado a los valores coloniales del Antiguo Régimen y su divisa de “patria, religión y familia”. Ese medio social conservador es el predominante hoy día en nuestro país y en punto al poder que la pequeña burguesía en sus diferentes capas (propietaria o no de medios de producción) ha sabido mantener, aunque instrumentalizada por el frente oligárquico, que no se aventura a convertirse en burguesía y a construir un Estado nacional verdadero. Nuestra pequeña burguesía ha labrado su hegemonía política gracias al dominio weberiano del poder burocrático del Estado clientelista y patrimonialista fundado por Pedro Santana con exclusión del pueblo de la toma de decisiones políticas. El frente oligárquico prefiere gobernar a través de esa pequeña burguesía cuya aspiración es convertirse en oligárquica y él no desea, como clase hegemónica, involucrarse en las actividades de la política a la que considera como oficio de sinvergüenzas. Y no solamente porque, según esa gran oligarquía, la política es una actividad de sinvergüenzas, sino también debido al hecho de que la última vez que nuestro frente oligárquico ejerció el Gobierno por sí y para sí, le fue muy mal: victoria de Bosch sobre Viriato Fiallo, golpe de Estado en contra de Bosch y establecimiento de un Triunvirato dirigido por uno de sus hijos -Donald Reid Cabral- cuya ambición de poder desencadenó la insurrección de Abril de 1965, convertida en guerra patria luego de la intervención militar estadounidense y cuyo único objetivo fue salvar de una muerte segura al frente oligárquico recompuesto por los Estados Unidos en nuestro país y en América Latina luego del triunfo de Fidel Castro y debido también al miedo cerval a la posibilidad del establecimiento de una segunda Cuba en el continente americano.

De modo, pues, que el segundo vector ideológico de la práctica teórica de la escritura de la décima popular de Alix es su apego al catolicismo dogmático, aunque su participación en la gesta de la Restauración y el cierre de filas al lado de sus héroes -Lilís, Luperón, Benito Monción y otros prohombres que vieron acción en aquella gesta- le mantuvieron alejado del eje ideológico del hispanismo que caracterizará al santanismo, al baecismo, al lilisismo, al jimenismo, al horacismo y al trujillismo, así como al balaguerismo que gobernó el país durante 22 años, luego de la caída de la dictadura en 1961.
(Continuará).

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