Si lamentamos que la escultura dominicana sea actualmente tan poca, sustituida por la instalación, debemos reconocer que hay un escultor, entregado en cuerpo y alma. Trabajador incansable, intérprete brillante y permanente de la talla directa.
Además, su actividad no se limita a su ciudad de origen y trabajo, Bonao. Tampoco a Santo Domingo y a la República Dominicana. Es actualmente el artista dominicano que más expone en el exterior, y en muestras individuales.
Su nombre: Juan Trinidad. Acaba de exponer en París, en la Unesco, un reto para cualquier artista, sobre todo se trata de un caribeño. Y su exposición sorprendió, gustó, favoreció proyectos de envergadura.
Es para mi un placer, publicar el texto que escribí para la exposición de Juan Trinidad: “Homenaje a la Mujer Caribeña ¡Publico la versión española, no la francesa!
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Homenaje a la mujer caribeña
“En la República Dominicana, la escultura siempre ha sido pobre, contrastando con la pintura activa aun antes de la época moderna. Hubo que esperar la llegada de un muy joven exiliado huyendo de la represión franquista, para que surgiera el primer gran escultor del país…. Esta escasez se ha mantenido hasta hoy a pesar de la enseñanza y formación profesional, e incluyendo el hecho de que los artistas contemporáneos y los jóvenes diversifican su expresión creativa hasta la tercera dimensión.
En los últimos treinta años, hay un solo artista dominicano que se ha dedicado totalmente a la escultura, entregando íntima convicción, creatividad exclusiva y trabajo obsesivo. Es Juan Trinidad. Además, ha decidido proyectarse internacionalmente y lo ha logrado: acaba de exponer en Madrid, y, hoy, expone en París, en la Unesco.
Quienes siguen su obra desde sus inicios, cuando volvió de Argentina, saben que hay una compenetración absoluta entre el artista y el material que trabaja. De hecho, aunque ha esculpido en metal, en mármol, en piedra, en resina, la madera le pertenece, sumando una investigación, una técnica, un diálogo con la naturaleza.
Nuestro texto siendo una simple introducción, no podemos devolvernos y referirnos retrospectivamente a cada etapa escultórica de Juan Trinidad, pero afirmamos que jamás él se distanció de la talla directa en madera, eligiendo los troncos, prefiriendo la verticalidad, optando por una dinámica ascendiente.
En el período que consideramos emergente, Juan Trinidad solía teñir sus piezas en negro, comunicándoles dramatismo y una identidad racial afro-caribeña. Abriendo otro paréntesis en el tiempo, no hemos olvidado que luego él cubrió totalmente tallas pequeñas y medianas, con colores luminosos, entonces irradiantes…
Surgía un problema de definición e interpretación: debajo de la pintura, desaparecía la madera como tal, hubiera podido ser un material sintético… y esto tampoco correspondía al sentir profundo de Juan Trinidad por el leño, sus atractivos, su belleza intrínseca.
El artista, ya calificado como maestro, aunque nunca le agradó, espontáneamente equilibró la superficie y los cortes de las piezas, alternando la madera – de roble, generalmente- dejada al natural y los toques de colores, vivos y frescos. Así, disfrutamos ahora sus obras.
. … Si la escultura de Juan Trinidad se identifica con el Caribe – hasta desde el título de la exposición-, una orientación y una visión articulan la abstracción y la figuración. Globalmente, se le podría considerar abstracto, además en cada muestra, hay abstracciones integrales-.
Sin embargo, la figuración está presente, expresada por alargados perfiles, nobles, puros, misteriosos, impávidos, introspectivos, integrados, que forman parte de la estructura y de su vocabulario plástico. En opinión nuestra, el artista no puede ni debe abandonarlos, son auténtico signo y signatura, amerindios por cierto…
La reiteración no amenaza su singularidad, por la variación en tamaño, ubicación, relieve, colorido, por esta unificación resultante –que no teme ser distinta en sus componentes-. Pertenecen a la morfología de una geometría sensible, diferente de una expresión totémica. El sustrato, real-mítico, sería el de la vida, según dice el propio Trinidad: “Al árbol caído le doy una nueva vida”.
En esta exposición, -y volvemos a citar el artista-, Juan Trinidad rinde un “Homenaje a la Mujer Caribeña”. Se podría pensar que los volúmenes iban a ser voluptuosos. No es el caso… Justamente, el artista ha querido distanciarse del aprecio y apreciación sensual. Ha intensificado, con elegancia, la diversificación de formas, de colores, de detalles –agregando toques de metal-.
A una sugerencia física, prefirió un mensaje de variaciones: alusiones luminosas, policromía refrescante, visión depurada, modulaciones finas, armonía omnipresente, expresión espiritual, hasta proyección del alma…, y otros valores diferentes según la lectura del contemplador. No nos refiere a una mujer ideal, sino a una idea de la mujer caribeña y su riqueza interior, demasiado menospreciada y violentada.
La actual propuesta plástica de Juan Trinidad sigue siendo una síntesis de ritmos y modulaciones, de superficies mates y brillantes, elementos que priorizan el rigor de la ejecución, la suavidad de los contornos, las proporciones armoniosas –hoy más que nunca- en una auténtica y original iconografía.
Ahora bien, este conjunto impresionante de 16 piezas, evoca una alegoría estética de la condición humana, que el magistral escultor de Bonao, Santo Domingo y el mundo nos transmite, pero proclama su identidad caribeña y la ha querido singularizar como “Homenaje a la mujer caribeña”. Los artistas son videntes, parte de su generosidad expresiva que no se detiene en apariencias exteriores, sino llega a la conversión creativa de las interioridades, aquí en tres dimensiones, de la mujer caribeña”.