La fotografía publicada por Diario Libre, en la que se ve a uno de los imputados del caso Medusa durmiendo un largo sueño mientras un fiscal lee la acusación del Ministerio Público, es la mejor muestra del momento por el que atraviesa el proceso, que en los últimos cuatro meses se ha limitado a la tediosa lectura de las 12,275 páginas que contiene el expediente.
Pero en esos cuatro meses en los que el tedio y el aburrimiento, acompañados de un concierto de bostezos que no excluye ni al juez ni a los fiscales ni a los abogados, han marcado el tono, apenas han podido leerse 800 páginas. Mientras eso pasa los abogados del principal imputado, el exprocurador Jean Alain Rodríguez. se frotan las manos de contentos, pues al ritmo que marcha el proceso, que lleva dos años empantanado en la fase preliminar, la extinción de la acción penal, cuya duración la ley limita a cuatro años, es una posibilidad que han convertido en estrategia.
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Y todo eso ante la mirada complaciente del juez, al que el Ministerio Público no ha podido convencer, tal vez porque él también aprovecha para dormir un sueñito, de que permita una lectura abreviada del expediente para poder avanzar. ¿Qué sentido tiene someter a esa tortura a imputados, jueces, abogados y fiscales en una fase preliminar? ¿Por qué no aprovechar mejor el tiempo en aras de aplicar una justicia más pronta, eficiente y justa? ¿O todo eso también es parte de lo que Yeni Berenice Reinoso llama, con amargo tono, Jurisprudencia de la Corrupción?
Eso habrá que preguntárselo a la Directora de Persecución de la Procuraduría, quien ha querido salvar la responsabilidad del Ministerio Público ante la posibilidad de que se extinga la acción penal contra el exprocurador y los demás imputados. Pero si eso ocurre poco importará de quién haya sido la culpa de que la impunidad vuelva a darnos otra bofetada, como para que no olvidemos que los mejores aliados de la corrupción han estado siempre en el sistema de administración de justicia.