La presencia de la abolición de la esclavitud durante la gesta que condujo a la independencia de la República Dominicana aparece reflejada en lo que el historiador Vetilio Alfau Durán tuvo a bien calificar como “El suceso de Monte Grande”, título bajo el cual publicó en la revista Clio un interesante artículo con un sugerente subtítulo que nos indica “Cómo acabó la esclavitud en Santo Domingo”. Según nos cuenta este insigne historiador, a pesar de la “perseverante divulgación de los principios de Duarte relativos a la igualdad y fraternidad de las razas, tan tensamente inculcados al enjambre de los trinitarios y sus comunicados, la misma noche del 27 de febrero surgió el peligro” en contra de los planes independentistas. Retomando la narrativa del Dr. Alcides García Lluberes en su libro Duarte y otros temas nos cuenta que “Desgrotte les había avisado a los negros de Monte Grande, entre los cuales se hallaban muchos venidos de África en tiempos de la España Boba, que los conjurados de la Puerta del Conde pensaban restablecer la esclavitud”.
Para contrarrestar esos rumores, según nos dice Vetilio Alfau, “don Tomás Bobadilla, don Manuel Jimenes y don Carlos Moreno, armados de la verdad, se encaminaron al lugar, convencieron a los sublevados de que Desgrotte los engañaba, conjuraron el peligro, y retornaron a la ciudad en compañía de los montegranderos «convertidos en resueltos soldados de la separación» ”. A fin de proporcionar garantías a los sublevados, el consagrado historiador nos indica que “los tres mencionados patriotas les prometieron a los montegranderos, como prenda de veracidad y de la firmeza de sus intenciones, una solemne declaración abolicionista”. En ese contexto, se emite la primera ordenanza de la Junta Central Gubernativa, en donde se establece que «la esclavitud ha desaparecido para siempre del territorio de la República Dominicana, y el que propagare lo contrario será considerado como delincuente, perseguido y castigado si hubiese lugar”.
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Así pues, el historiador Manuel Otilio Pérez nos señala que “El 1° de marzo de 1844, como se les había prometido a los amotinados de Monte Grande capitaneados por Santiago Basora el 28 de febrero, ya en la ciudad de Santo Domingo de la nueva República Dominicana había sido producido y publicado el decreto de carácter universal de abolición de la esclavitud por la Junta Central Gubernativa presidida por Tomás Bobadilla Briones”. La importancia de esta medida se explica porque “para entonces imperaba ferozmente la esclavitud en todas las islas del archipiélago de las Antillas, en las francesas, en las españolas, en las dinamarquesas, en las holandesas y en las venezolanas, con la única excepción de las inglesas, así como en Colombia, en los Estados Unidos y en la mayoría de las repúblicas del Nuevo Mundo”. En tal sentido, puede entenderse como bien nos agrega Alfau Durán, que “los temores de los montegranderos eran fundados”.
Poco tiempo después, véase el 17 de julio de 1844, con la Junta Gubernativa presidida por Pedro Santana, se emitió otro decreto en el que se ratificaba la trascendente medida: “Art. 1.- La introducción de esclavos en el territorio de la República, bien sea directamente de África o de cualquiera otro punto, es absolutamente prohibida; y los esclavos que pongan el pie en el territorio de la República Dominicana, serán considerados y tenidos como libres inmediatamente. «Art. 2.- Cualquiera ciudadano de la República, sin distinción de clase ni persona, que hiciese armar buques para ir al África a extraer esclavos o que se prestase y ocupase en este tráfico vergonzoso e inhumano comprándolos o vendiéndolos, será considerado como pirata, juzgado y castigado con la pena de muerte”.
Prof. Amaury Pérez, Ph.D. Sociólogo e historiador UASD/PUCMM