La batalla del puente Duarte

La batalla del puente Duarte

Por Orlando Inoa

Lo que sucedió alrededor del puente Duarte entre la tarde del sábado 24 y la noche del martes 27 de abril de 1965 cambió el curso de la historia dominicana. Este puente conectaba la ciudad de Santo Domingo con la base aérea de San Isidro, así como con el único aeropuerto internacional. El puente Peynado, en la ruta de Villa Mella, la otra alternativa, no era una vía práctica. De ahí que el control del puente Duarte por los “Leales”, como se les llamaba a los militares de San Isidro, garantizaba el acceso a dos lugares estratégicos y, además, posibilitaba la movilidad de tropas y equipos bélicos.

Elías Wessin y Wessin, entonces director del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA), tuvo conciencia de esto, por lo que la tarde del 24 de abril despachó desde San Isidro 50 militares y cuatro tanques a ocupar la cabecera este del puente con la intención de detener al enemigo si intentaba cruzar (Wessin, Testimony: 157). De parte de los constitucionalistas la reacción no se hizo esperar. Ya en horas de la tarde se había reunido en la cabecera oeste del puente Duarte una gran concentración de ciudadanos (hay fotografía de esto en el Listín Diario, domingo 25 de abril, p. 3). A las 9:00 de la noche, el mayor EN Píndaro Peña, encargado de artillería del campamento 27 de Febrero, desde la tarde de ese día ordenó al teniente Michel Peguero, más 40 soldados, que se estacionaran en el puente. Esto se hizo porque se temía que los del CEFA podían cruzar, lo que parecía iba a ocurrir en cualquier momento, pues cuando Peguero y sus hombres se desplazaban hacia su objetivo se toparon con dos tanques AMX del CEFA en las inmediaciones de RSD-TV. Dice Píndaro Peña que hasta ese momento 12 tanques habían cruzado, pero que fueron capturados (Píndaro Peña, Cronológico II).Peguero y sus acompañantes llegaron a la margen oeste del puente a las 10:00 de la noche encontrándola totalmente desocupada (Peguero, Un guardia: 104). A las 12:05 de la madrugada Píndaro Peña colocó cuatro cañones en el puente y los puso bajo el control del teniente Peguero (Píndaro Peña, Cronológico I).

El sol no había salido el domingo 25 de abril cuando el puente estaba de nuevo lleno de personas. “Llegaron amas de casa, profesionales, carretilleros, tricicleros, fritureros, mujeres de la vida alegre, maricones, mecánicos veteranos y niños, [y] todos querían luchar”, cuenta Michel Peguero, quien agrega que “arribaron con palos, picos, azadas, rastrillos, machetes, bates, puyas de traviesa y punzones”. Fue tanta la gente que se aglomeró que se hizo imposible controlarla (Peguero, Un guardia: 108-112). Poco después de las 7:00 de la mañana, por instrucción de Miguel Ángel Hernando Ramírez, una compañía de soldados dirigida por el capitán Androcles Arias Collado y el teniente Elías Bisonó Mera se presentó para asistir a los soldados en la vigilancia, ante la información de que agentes del CEFA vestidos de civil estaban merodeando por el lugar (Píndaro Peña, Cronológico II y Peguero, Un guardia: 108). La multitud en el puente fue creciendo en la medida en que RSD-TV, después de que ese mediodía volvió a ser controlada por los rebeldes, comenzó a movilizar la opinión pública llamando a la ciudadanía a reunirse allí para impedir que las tropas del CEFA entraran a la ciudad (Lowenthal, El desatino americano: 84). Igual actitud tomaron algunos dirigentes del 14 de Junio que, ametralladoras en manos, recorrieron la ciudad invitando a la población a que fuera al puente (Martin, El destino dominicano: 613). La mañana de ese domingo dos tanques de guerra AMX cruzaron el puente sin ser detenidos por lo que Michel Peguero atravesó dos camiones Catarey propiedad del Consejo Estatal del Azúcar.

Temprano en la mañana del lunes 26 Wessin informó a la embajada norteamericana que en cualquier momento sus tanques y tropas cruzaría el puente Duarte, lo que hizo que los diplomáticos norteamericanos pensaran que ya se iba a resolver la crisis sin la necesidad de comprometer el prestigio de los Estados Unidos para impedir el regreso de Juan Bosch (Lowenthal, El desatino americano: 95). Esa misma mañana Radio San Isidro advirtió a las personas que vivían en los alrededores del puente que abandonaran el lugar porque se produciría un ataque aéreo en cualquier momento. Pasadas las 9:00 de la mañana un avión pasó en picada y disparó metrallas sobre un barco que estaba anclado en el río Ozama (esto motivó que al otro día el Listín Diario titulara en primera plana: “Aviones bombardean Palacio y puente Duarte”). A las 11:30 de la mañana la Marina de Guerra lanzó luces de bengala, lo que hizo suponer un próximo bombardeo. Esa acción la repitieron a las 11:30 de la noche. Para ese momento no había un comandante de parte de los rebeldes. Miguel Peguero (Un guardia: 127) se quejaba de que “nada ni nadie me dirigía, porque el superior inmediato era yo y los jefes figuraban y se distinguían por su ausencia en el puente Duarte”.

San Isidro ataca

El anunciado ataque aéreo se inició el martes 27 a las 11:15 de la mañana cuando en el cielo se presentó una cuadrilla de 11 aviones (9 aviones P-51 y 2 Vampires) en formación de ataque y se lanzó en picada hacia el puente. Uno de los aviones detonó un cohete explosivo y en fracciones de segundo el lugar se llenó de “pedazos de pie, cabezas, brazos, mucha gente sangrando y gritando… muertos regados, cuerpos mutilados… [entonces explota] otro cohete y más muertos (Peguero, Un guardia: 132). Esta escena infernal se prolongó por dos horas. A esto se sumó una hora de bombardeo de los barcos de la Marina, institución armada que apenas horas antes estaba apoyando a los rebeldes. Refiere Dirocié Montás (AGN, Historia oral: 4 mayo de 2011) que los alrededores de las calles Concepción Bona, Juana Saltitopa, José Martí, Caracas y el barrio Borojol eran solo una masa de humo negro fruto de los bombardeos. Esta fuente atestigua que los aviones que ametrallaron el puente lo hicieron a mansalva y con la certeza de que estaban asesinando civiles. La multitud que estaba allí resuelta a defender el lugar huyó despavorida, incluyendo los pocos militares que dirigían la contienda. Dice Montes Arache (AGN, Historia oral: 28 septiembre de 2006, tiempo: 49:55) que entre las 11:30 y 2:00 de la tarde hubo una deserción masiva de los militares que habían estado en la mañana en el puente. En ese ataque murieron cientos de personas y otras tantas fueron heridas.

Después de esta arrolladora ofensiva, a las 3:00 de la tarde, 13 tanques y 1,500 hombres de infantería del CEFA cruzaron el puente después de varios intentos fallidos, en una marcha hacia el centro de la ciudad (Felten, The 1965-1966 United States Intervention: 112). Desde la azotea del edificio del periódico El Caribe los periodistas contemplaron la escena y llegaron a tomar fotografías usando lentes telescópicos (Estrella, La Revolución dominicana: 13; dos de esas fotos fueron publicadas en El Caribe el 28 de abril de 1965: 1 y 3). Las tropas del CEFA establecieron su cuartel en el edificio Aybar, y luego se movilizaron hasta la escuela Perú, donde se establecieron. El plan consistía en continuar hasta la Zona Colonial. A las 5:00 de la tarde los tanques del CEFA habían avanzado hasta la calle José Martí con París en lo que un autor llama “la batalla más sangrienta en la historia dominicana” (Lowenthal, El desatino americano: 105). Desde el inicio del ataque aéreo antes del mediodía hasta pasadas las 5:00 de la tarde las tropas de Wessin lucían indetenibles. La resistencia había sido quebrada y se había dispersado. Michel Peguero, quien había sido la figura protagónica del puente hasta ese momento, desertó y se pasó al bando contrario (“Esta noticia me entristeció mucho, pues pensé que le había pedido más de lo que podía dar, comentó Píndaro Peña, Cronológico II: 7).

De pronto los tanques de guerra quedaron atascados en las pequeñas calles de la zona y la población civil empezó a atacar a sus ocupantes con palos, piedras y machetes. Ante la imposibilidad de poder avanzar y con la resistencia combinada de algunos militares rebeldes y ciudadanos comunes, los del CEFA empezaron a desertar. Dice Ramiro Matos González (“La batalla del puente”: 168) que todo falló “debido a la falta de comunicaciones radiales. Los blindados adelantaron su velocidad de marcha, cruzaron el puente y sin esperar la llegada de la infantería continuaron hacia el segundo objetivo, que era la Escuela Normal de la avenida Duarte”. Según este autor, “al verse solo en su avance, el comandante de los blindados optó por retroceder en busca de la infantería y cruzó el puente de nuevo hacia el este”. La situación no fue tan simple como lo plantea Matos González. El populacho, mal armado y peor organizado, sacó fuerza de donde no tenía y enfrentó a los tanques produciendo lo que se llamó “el milagro del puente”. Al caer la tarde, Wessin ordenó que retrocedieran. Poco después de las 6:00 los tanques del CEFA estaban cruzando el puenteen dirección a San Isidro (Gleijeses, La esperanza desgarrada: 400). En su huida, dejaron abandonados 10 tanques debajo del puente Duarte (Píndaro Peña, Cronológico II). Esta decisión comprobó lo que se venía diciendo de que Wessin era un cobarde y que carecía de valor personal. A las 7:00 de la noche, dice Moreno (El pueblo en armas: 38) los rebeldes, una vez más, controlaban la ciudad.

Caamaño no participó en la batalla del puente Duarte

Todos los que han escrito sobre Caamaño, los que le defienden y los que no, coinciden en que este no había visitado el puente Duarte por lo menos hasta el lunes 26 de abril, cuando aparece la primera mención. Ese día, Caamaño amaneció en la embajada de El Salvador, donde se había asilado la noche anterior. Hamlet Hermann (Francis Caamaño: 176) dice, sin prueba, que al salir se fue para el puente Duarte. Claudio Caamaño (Caamaño, Guerra civil: 210-229), quien estuvo con Francis en ese momento, no refiere que este se haya dirigido al puente. De lo que sí hay certeza es que ese día estuvo en el Palacio Nacional donde el presidente Molina Ureña lo nombró ministro de lo Interior (Molina Ureña, Mis Memorias: 188; Latorre, Política dominicana contemporánea, 267 y Hermann, Francis Caamaño: 181-182). Al otro día, martes 27, volvió al Palacio Nacional y se le instruyó que fuera al puente Duarte (AGN, entrevista a Miguel Ángel Hernando Ramírez, 6 de octubre de 2006, tiempo: 1:16:15). Estuvo allí por un breve tiempo y retornó al Palacio Nacional antes de las 10:00 de la mañana (Molina Ureña, Mis Memorias: 196), dejando a Juan María Lora Fernández encargado de las milicias (Dirocié Montás, AGN, Historia oral: 10 de mayo de 2011). Claudio Caamaño dice que esa mañana Francis realizó varias escaramuzas militares contra los del CEFA, lo que no concuerda con la realidad, pues fue a las 3:00 de la tarde que estos atravesaron el puente y fue entonces cuando se produjeron los enfrentamientos. Al abandonar el puente Duarte, acompañado de Claudio, Francis se detuvo en la calle Félix María Ruiz a conversar con los dirigentes del PSP Narciso Isa Conde, Asdrúbal Domínguez, José Israel Cuello y Carlos Dore, quienes se dirigían hacia el puente Duarte a ver qué estaba pasando. De esta conversación salió la idea de confeccionar un manifiesto, que firmaron algunos destacados militares, así como civiles. Por su parte, Marcelino Vélez Santana vio esa mañana a Caamaño en una bomba de gasolina ordenando que se prepararan bombas Molotov (Cornelia Margarita, “Francis Caamaño: su vida, su tiempo y su historia”, capítulo 12, tiempo: 42:53).

Cuando el presidente Rafael Molina Ureña se reunió con Caamaño antes de las 10:00 de la mañana de ese 27 de abril le nombró encargado de la defensa militar, puesto que acababa de dejar vacante Hernando Ramírez (Molina Ureña, Memorias: 199). Apenas juramentado, Caamaño, junto a Hernando Ramírez, y sin el consentimiento del Presidente, se trasladó a la embajada norteamericana en busca de mediación. Allí se les dijo que el Presidente debía de asistir a una reunión con Ramón Emilio Jiménez en un barco de guerra surto en Haina, a lo que el Presidente se negó. Este accedió enviar a Caamaño a esta reunión y estando en esos aprestos, alrededor del mediodía, el Palacio Nacional empezó a ser ametrallado por aviones. Dice Molina Ureña que no volvió a ver a Caamaño hasta las 3:00 de la tarde.

Antes de esa hora, Caamaño, en compañía de Hernando Ramírez y otros seis militares, y sin consultar al Presidente, se encontraba de nuevo en la embajada norteamericana buscando la mediación para un cese de fuego, pero que en términos prácticos equivalía a una rendición (Gleijeses, La esperanza desgarrada: 389-390). En esa reunión el jefe de la sección política de la embajada norteamericana, Benjamín Ruyle, hizo notar la ausencia del Presidente por lo que decidió ir a buscarlo al Palacio Nacional acompañado de Caamaño y otros oficiales. La comitiva no convenció al Presidente en una primera instancia, pero de todas maneras este se presentó en la embajada a las 4:00 de la tarde, custodiado por Caamaño en un yip (Molina Ureña, Mis Memorias: 2005), donde se reunió con el embajador hasta pasadas las 5:00 de la tarde (Lowenthal, El desatino americano: 106).

Terminada la reunión, Caamaño realizó el siguiente peregrinaje: salió a pie hacia la casa de Espaillat Nanita, localizada en la calle Leopoldo Navarro esquina avenida Bolívar, dos cuadras en dirección sur. Allí estuvo reunido con el presidente Molina Ureña por breve tiempo cuando salió a pie hacia el puente Duarte acompañado de Montes Arache. Según Hermann (Francis Caamaño: 195) se detuvo en la calle Pina con Canela (esto también lo contó Caamaño a Kurzman, Santo Domingo: 159). Luego, Montes Arache y Caamaño caminaron a pie por la avenida Mella, doblaron la José Martí y de las diez cuadras que los separaban del puente, caminaron cinco hasta la calle Barahona. Caamaño, “totalmente desanimado y conturbado”, permaneció allí muy poco tiempo y luego se devolvió hacia la Zona Colonial, pues Monte Arache afirma que esa noche no volvió a verlo (AGN, Historia oral: 28 septiembre de 2006, tiempo: 52:45, 1:05:45 y 1:10:25).

Según testimonios de Fafa Taveras y Fidelio Despradel, al atardecer de ese martes 27 de abril, alrededor de las 7:00 pm, Caamaño estaba en la calle Pina con Canela (Fafa Taveras, “Apuntes para sus Memorias” en Orlando Inoa, entrevista a Fafa Taveras, 7 de marzo de 2020 y Despradel, Memorias, II: 29).

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