La cerveza artesanal se abre paso en el país del vino

La cerveza artesanal se abre paso en el país del vino

La cerveza artesanal se abre paso en el país del vino

PARÍS.  En el país del vino, poca gente sabe que a unos cientos de metros de la famosa plaza de la Ópera los parisinos fabrican su propia cerveza, una tendencia importada de Estados Unidos que gana adeptos.

«Fabricar una cerveza es una receta de cocina», que debe ser «ambiciosa», explica Thierry Roche, a quien su pasión por elaborar cerveza en casa le llevó a abrir en 2012 la primera microcervecería en la capital parisina desde los años 80.

La marca de la casa son cervezas con sabor a dátiles y especias característicos del barrio donde se instaló y que dio nombre a su tienda: «La Goutte d’Or».

Allí, las tiendas de productos africanos alternan con los comercios árabes, que los días de mercado gozan de una gran popularidad.   Para Roche, «París tenía potencial» para abrir una microcervecería destinada al embotellado y venta de esta bebida alcohólica. Y los datos lo confirman. En 2014, su negocio, instalado en los bajos de un edificio, produjo 50.000 litros de cerveza, frente a los 30.000 del año anterior.

Francia alberga actualmente unas 700 microcervecerías, entre ellas una decena en la capital, que representan un 2,5% de la producción total del país, indica la Asociación de Cerveceros de Francia.

Aunque los franceses se encuentran en la posición 26 en Europa en consumo, muy lejos de checos, holandeses, belgas o alemanes, según esta asociación, «la cerveza empieza a encontrar su sitio en París», explica Michael Gilmore, gerente de la cervecería Brew Unique.

 

Este cervecero oriundo de Estados Unidos empezó a elaborar esta bebida en París hace 16 años y, desde mediados de abril transmite su saber en un pequeño local no más grande que un bar.

Thomas Hurlin, un diseñador gráfico de animación de 27 años procedente de la región rural de Aviñón (sureste), participa junto a tres amigos en una sesión de elaboración de cerveza.

 

Primero seleccionan las maltas y lúpulos para fabricar el «stout» y, vestidos con coloridos delantales, hierven en ollas de 30 litros los granos molidos, añaden al mosto resultante el lúpulo y, mucho más tarde, la levadura necesaria durante su fermentación.

 

«Me gusta la cerveza, quería aprender a elaborarla yo mismo», asegura Hurlin, quien dentro de un mes y medio ya podrá disfrutar con sus amigos de una cerveza oscura de notas amargas.

 

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