Aunque muchos no lo crean, en la República Dominicana se ha producido un crecimiento significativo de la clase media en los últimos 30 años. Hay datos estadísticos que lo demuestran, pero no voy a molestarlos con números. Les recomiendo subir al último piso de una torre en Santo Domingo o Santiago y mirar a su alrededor.
¿Qué hay pobreza? Sí. ¿Qué hay clase media precarizada? Sí. ¿Qué hay mucha desigualdad? Sí. Pero también ha aumentado la clase media en todos sus estratos.
La clase media de estratos más altos se ha ido atrincherando en residenciales con rejas, guardianes, garitas y alarmas. Además, el aumento de precio de las propiedades ha ido sacando los pobres de las zonas que van ocupando (gentrificación llama la sociología a este proceso).
En sus urbanizaciones, la clase media acomodada trata de establecer orden, limpieza y seguridad. Cualquier acto delincuencial ahí se convierte en escándalo nacional, y las autoridades municipales reciben presión para recoger la basura.
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Los plebeyos (hijos de machepa diría Juan Bosch) están en los barrios marginados, y el objetivo de la clase media es que se mantengan allá. Por eso en restaurantes, bares y discotecas de las zonas más ricas tratan de restringir el acceso a personas de apariencia “rara”.
Esos plebeyos (plebe viene de pueblo) ya no son pobres de solemnidad, algunos tienen incluso mucho poder adquisitivo. Hay cantantes urbanos, influencers, peloteros, dueños de dealers, bancas de apuestas y moteles.
La droga es un negocio ilegal legítimo. Es la manera de enriquecer algunos y dar sustento a otros. Las familias que dependen económicamente del microtráfico no se torturan moralmente, es un oficio.
El aumento del poder adquisitivo en los barrios populares proviene fundamentalmente de las remesas y la economía ilícita. Esa población tiene bajo nivel educativo y escaso capital cultural en un sistema económico que genera fundamentalmente trabajos de bajos salarios. Ahí, la juventud ha encontrado en la música urbana su forma de expresión cultural, además de dinero para quienes la comercializan.
La clase media más pudiente de los centros urbanos se distancia de los plebeyos, incluso si proviene de ellos. Refina sus gustos de consumo para parecerse a la aristocracia (tutumpotes los llamaba Bosch) que hoy son los popis.
Recientemente, convocados por las redes, jóvenes plebeyos se presentaron en multitud a la Zona Colonial. ¡Tremendo lío se armó! Ruido, basura y vandalismo. Por varios días opinantes de los medios enlistados en la clase media, predicadores de moral y cívica, anunciaron el fin de la República por la incivilidad de aquella chusma.
Y es que, el teteo que desafió el encierro de la pandemia se ha convertido ahora en expresión del carácter libertino de esa juventud en cólera. Perreo, cuerpos sudorosos, alcohol, drogas, sexo y violencia. Quédense en la 42 les dice la clase media; ahí serán folclor.
En política, los chancletudos que gobernaron por muchos años el país con el apoyo de la creciente clase media han sido reemplazados por los popis que prometen redención a la clase media atormentada.