La compasión verdadera

La compasión verdadera

Por: Martín Almonte de la Red de Abogados Católicos

Para abordar el tema de la compasión, queremos iniciar enmarcando su tratamiento en una cita de la Madre Teresa de Calcuta, que la define como “un llamado que se siente con un rostro sincero y que obedecemos con el corazón, nunca maquillado. Tiene que tratar de la conciencia, implica un llamado interior, un sentimiento de una dimensión profunda, apegado al amor.”

La práctica de la compasión debe comenzar con uno mismo, sin mentir ni engañar, practicando la generosidad con un desprendimiento verdadero, con una mirada de misericordia para aquellos que crucifican a quienes le ofrecieron ayuda, que muerden la mano de quien le dio de comer, le apagó la sed o le proporcionó cobijo…

La compasión debe ser dirigida a eliminar el sufrimiento de los menos favorecidos, a llevarle bienestar a los que sufren. Supone un proceso de beneficiar a los más pobres, cuidar de los enfermos, dar acogida a los abandonados, respaldar a las mujeres abusadas, defender a los niños y niñas maltratados por sus padres, dar de comer con amor al hambriento, gestionar refugio a los que no tienen techo y mirar con benevolencia a los que se escudan en la mentira, las malas prácticas formativas en el hogar que inducen a la delincuencia, para los que toman lo que no les pertenece, con los que ocupan la mesa de honor sin que les corresponda.  Implica mirar a todos los antes detallados, con los mismos ojos que el Señor vio y perdonó al ladrón crucificado junto a Él.

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En los casos en que nos han herido, se sugiere practicar el perdón, como un mecanismo que nos sirve de apalancamiento para generar compasión, pues ya lo decía Mandela: “la compasión humana nos une uno al otro, no en piedad o en codependencia, sino como seres humanos que han aprendido a convertir nuestro sufrimiento común en esperanza, para el futuro.”

La estatura humana que alcanzó Mandela, nos edifica cuando conocemos su impresionante crecimiento personal, cosechado durante sus 27 años de prisión, donde pudo desarrollar la compasión, al crear vínculos de amistad con sus maltratadores de la cárcel. Uno de los ejemplos más contundentes, es la experiencia que vivió luego de ser liberado y designado como presidente, cuando coincidió en un restaurante con el que fue Alcaide de la prisión al cual mientras fue prisionero le clamó por un poco de agua, por ejemplo, y como respuesta, después de humillarlo, le orinó en la cabeza. Al reconocerlo en el restaurant, Mandela le invitó a compartir su mesa y a comer juntos sin hacerle reclamo alguno, mientras el exalcaide no podía levantar la vista y le temblaban las manos…

En su testimonio, Mandela afirma que durante su largo período de confinamiento, logró hacer un trabajo de desprendimiento de la ira, para vivir en reconciliación y practicando el ejercicio del perdón; pues de mantener deseos de venganza y alimentar el resentimiento hacia aquellos que le hicieron tanto daño, permanecería siendo un prisionero emocional: él escogió convertirse en una persona totalmente libre.

En otro orden, también aprendemos de un ejemplo que nos aporta una valiosa lección de compasión. Se trata del expresidente de Uruguay José (Pepe) Mujica, quien declaró en su discurso de despedida de la política “yo tengo mi buena cantidad de defectos: soy pasional, pero en mi jardín hace décadas que no cultivo el odio, porque aprendí una dura lección que me impuso la vida: que el odio termina estupidizando, nos hace perder objetividad frente a las cosas.”

Mujica compartió además, importantes lecciones acerca de sus vivencias como rehén de los militares que lo mantuvieron cautivo por 12 años, ilustrándonos con el siguiente testimonio: “he pasado de todo, desde estar atado con alambre durante 6 meses, con las manos en la espalda, irme de boca por aguantar en un camión 2-3 días, pasar dos años sin darme un baño y bañarme con un frasco, con una taza de agua y un pañuelo. He pasado de todo, pero no le tengo odio a nadie.”

Practicar e incorporar la compasión en nuestra vida cotidiana, nos garantiza un retorno de la inversión, pues amerita trascender nuestras limitaciones, para dar paso al amor universal, que permea, restaura, renueva y hace resplandecer nuestro interior.

¿Amen?

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