La novela no sólo busca la elucidación del crimen, sino que muestra el tránsito de una ciudad del crimen político hacia una ciudad del crimen individual. Creo que este es el aspecto más inquietante de la obra y donde toca el perfil del género de la novela negra.
Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que la novela de Guillermo Piña-Contreras, Con el “Caribe al fondo” (2022), es una de las mejores novelas del género policial publicada en la República Dominicana. En ella se configura el género de novela policial muy propio de la modernidad, en el que aparecen el campo de la prensa, la crónica sobre el crimen, la investigación policial y la centralización en el discurso de la ciudad, como espacio-tiempo.
Espigar su figura en la narrativa dominicana no sería algo difícil si nos enfocamos en la corrección del lenguaje, la brillantez de una prosa que no tiene afectación ni toca nuestro particular filón neobarroco. Es una escritura tal como la hicieron los realistas. De ahí que a Guillermo Piña-Contreras se le pueda ver como un discípulo de Juan Bosch, por la tersura de su narración y la manera en que el lenguaje literario construye el mundo, sin par de la literatura y sin alejarse del lector común. En una prosa, en fin, que no tiene ruidos, por lo contrario es ante nada melodiosa.
Una melodía Caribe recorre todo el texto. En esta novela, el mar es un respiro, un elemento poético que el narrador va llevando por todo el texto. A veces pienso que vivir en Santo Domingo es como habitar un laberinto; que la ciudad se clausura y que esta es la razón por la que los narradores de la ciudad buscan un poco de aire que sólo se encuentran en la fuga de la mirada hacia el sur.
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Puedo dar mis razones. Y con varios ejemplos dejar claro el asunto. La mirada hacia el sur está en “El brigadier” (1981) de Pedro Peix, “En su niebla” (1950), de Lacay Polanco, en “La balada de Alfonsina Bairán” (1992), de Andrés L. Mateo, en los cuentos de René del Risco Bermúdez y en “Juan Mientras la ciudad crecía” (1960), de Carlos Federico Pérez. Con esta última obra, la intertextualidad es mayor porque “Con el Caribe al fondo” es un texto que recrea la construcción de la ciudad moderna.
Las novelas de Pérez y la de Piña-Contreras se pueden leer como obras sobre el desarrollo de la ciudad de Santo Domingo, la primera como la transformación de la ciudad en tiempo de Trujillo y la segunda en el periodo de la postdictadura que va de 1961 a 1978. No es de extrañar esta mirada de Guillermo al despliegue espacial de Santo Domingo. Si Salome Ureña presentó las ruinas de la ciudad, si Tulio M. Cestero (“La sangre”, 1913), nos presenta la ciudad tomada e invadida por la montonera, si Federico García Godoy (“Guanuma”, 1914) nos representa las sombras de la ciudad en los tiempos de la Restauración, Piña-Contreras por su parte mira la ciudad de Santo Domingo desde la construcción arquitectónica, no como una ciudad del pasado, sino la sociedad en transformación que afianza su mirada al Caribe con la construcción de la Feria de la Paz en 1955, aspecto que ya encontramos en “La reina de Santomé” (2019).
Entiendo que el tiempo-espacio citadino es importante en la obra en la medida en que crea el mundo de sus personajes. Un mundo en que en lugar de enfocarse en bajos fondos, en los arrabales, en el lado este como lo hace Rey Emmanuel Andújar en “Candela” (2008), o en norte en Villa Francisca, como lo narra Marcio Veloz Maggiolo (“Materia prima”, 1988), el ensanche La Julia, epicentro del crimen, es parte de la extensión de la ciudad que va configurando la nueva clase media post-trujillista. Grupo social producto del movimiento que se da con una economía en transición entre la exportación agrícola y el turismo; cuando el ilustrado Joaquín Balaguer detenía la corrupción política en la puerta de su despacho. Es el ascenso de la clase media o que murmura en el fondo de la novela. Pero no creamos que Piña-Contreras quiere hacer sociología, más bien en sus novelas se realiza un homenaje a la arquitectura, a los arquitectos como artistas de la forma, que dan un significado especial al espacio citadino.
En la configuración, la mimesis II que postula Ricoeur (“Temps et récit 2”, 1984), “Con el Caribe al fondo” contiene todo los elementos de la novela policial clásica: la acción está determinada por la investigación de un crimen; en el caso dominicano en que no se ha desarrollado una confiable institución forense, el investigador no es un policía, este detective viene a jugar un rol secundario; es el periodista Emilio Vargas, un veterano de las crónicas policiales, quien encarna al investigador. Esto le permite al autor introducir en el relato la vida de la prensa y el papel que juega el periodismo como creador de la opinión pública.
Este aspecto toca sensiblemente la modernidad dominicana. En un país de tradición autoritaria (Mateo, 2000) la prensa ha sido el lugar del ágora y la palabra un paredón para periodistas, como Gregorio García Castro y Orlando Martínez. La sociedad civil, como una guerra interior controlada por los juegos de poder (Hobbes), se descontrola en la violencia a veces individual y tantas veces políticas que conforman nuestra cotidianidad. La novela no sólo busca la elucidación del crimen, sino que muestra el tránsito de una ciudad del crimen político hacia una ciudad del crimen individual. Creo que este es el aspecto más inquietante de la obra y donde toca el perfil del género de la novela negra.
“Con el Caribe al fondo” no es una novela oscura ni de los bajos fondos sociales. Por el contrario, es una obra de ascenso de la clase media en la ciudad. Y más bien del papel que juega el arte en esa clase media. Por lo que la obra está llena de referencias a la arquitectura y la pintura. Lo que la hace también crónica de un tiempo puesto en crisis gracias a la movilidad social del siglo XXI.
Como la novela clásica policial, la prensa, el crimen, la investigación y la clase social son parte fundamentales de la trama. También los envíos a los asesinatos de la Rue Morgue de Edgard Allan Poe, la idea de que el más insignificante de los personajes que actúan en la trama cualquiera pudiera ser el culpable. La existencia de ese presunto responsable coloca al lector en el lugar del investigador. Hasta llegar a la intertextualidad con las obras de Leonardo Padura, cuando el arquitecto Freddy Rojas viaja a La Habana a comprar un cuadro de Wilfredo Lam y se encuentra con un problema resuelto por la mano salvadora de su conocido, el detective Conde.
En fin, “Con el Caribe al fondo” tiene los elementos fundamentales de la novela policial inglesa al estilo de Agatha Christie, habría que revisar su intertextualidad con la obras de Simenon, pero contrario a esta tiene un estilo literario muy distinto: una prosa que la perfila dentro de la novelística del realismo; de una tersura que va de lo periodístico a lo literario. Contiene una afinidad al género policial clásico y al más actual como la centralización en el tema de la ciudad, la criminalidad actual y la memoria de lo que ha sido el autoritarismo para el sujeto. Leerla es experimentar la aventura del placer del texto.