La contrarreforma que se necesita. Esta es una respuesta a mi queridísima amiga Rosario Espinal, por su artículo en Hoy (11/V/22), a quien siempre leo por sus atrevidos temas y su prolífica retórica.
Escribo desde la posición de un cristiano radical, de aquellos que reclamaron a Lutero el abordaje, no solo la Reforma de la Iglesia, sino también la reforma del Estado, v.g., puritanos, metodistas y anabaptistas, y pretendo abordar la misma historia, pero contada de otra manera.
Es justo reivindicar que la Reforma Radical produjo desde el siglo XVIII aportes cruciales a la construcción de la democracia moderna, tales como el régimen parlamentario, el plebiscito, los sistemas de seguridad social, las cooperativas, la primera ola del feminismo, el abolicionismo, e incluso propuestas políticas que Marx luego llamaría “comunismo utópico”, y por estos aportes vino el despegue de las grandes naciones protestantes, especialmente en el Norte de Europa, que debe su prosperidad actual a aquellas reformas.
A principios del siglo XX la reforma radical sufre un reflujo y aparece el fundamentalismo: legalismo (muchas prohibiciones), racismo (iglesias para blancos e iglesias para negros), machismo (restricción de la mujer), y un anticomunismo a ultranza. Esa cosmovisión dominó la sociedad americana, los medios de comunicación, las escuelas, y la política, dando lugar a respuestas aisladas como aquella película El “americano feo”, y el famoso caso contra un profesor por enseñar la evolución en la escuela (1925), juicio que los fundamentalistas ganaron, pero perdieron a la opinión pública.
Lo que Rosario Espinal llama “movimientos reivindicativos de los Estados Unidos” es realmente el Movimiento Hippie de los años 60, y que surge como contracultura contra el fundamentalismo evangélico, de modo que, donde se decía: “no alcohol”, “no cine”, “no sexo fuera del matrimonio”, y Biblia, Biblia, Biblia; los hippies dijeron: “amor libre”, “mariguana”, “vivir en comunas”, y “esoterismo”.
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Los hippies desaparecen desde la década de 1980, pero dejan su legado: (1) en 1969 nace el Gay Liberation Movement, y en alianza con el movimiento feminista en su tercera ola, y con el movimiento de los derechos civiles, ejecuta contundentes manifestaciones ante la Sociedad Americana de Psiquiatría (1970, 1971, 1972), con el resultado de que en 1973 los psiquiatras eliminan la homosexualidad de su lista de trastornos; (2) también en 1973 se produce el Juicio de Dave & Roe, cuando la Suprema Corte declara el ‘derecho a decidir’ de la mujer hasta el tercer trimestre del embarazo, lo cual el Estado de Nueva York extendió hasta el último día antes del parto; (3) en 1983 aparece el SIDA, y el fenómeno de los ‘criminales en serie’ que siguieron hasta el año 2000, y (4) ante este nuevo escenario el Partido Demócrata abandona sus reformas políticas y asume estas nuevas consignas como su bandera de lucha, mientras el Partido Republicano atrae a los supremacistas blancos y fundamentalistas.
Estados Unidos necesita hoy una ‘reforma’ por los derechos de la madre, pero también por el ser vivo en su vientre; por la familia nuclear, pero también por salud y educación de calidad para toda la población.
Si no se hacen estas reformas, el “capitalismo salvaje” que promueven republicanos y demócratas llevará a Estados Unidos a la misma suerte de los grandes imperios del pasado.