La democracia debe ser útil y eficiente

La democracia debe ser útil y eficiente

Desde principios de este siglo empezaron a manifestarse los indicios que apuntaban hacia un descontento generalizado hacia la democracia como sistema político en América Latina. Las encuestas que empezaban a administrar organismos internaciones y prestigiosas universidades, inquietaban con hallazgos que mostraban la pérdida de aprecio democrático.

El principal señalamiento del malestar, observado en esos días era que la democracia no estaba ayudando a resolver los problemas básicos de los latinoamericanos. Consignaban asuntos de salud, alimentación, agua potable, educación y distribución adecuada de la riqueza nacional o producción.

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Debe anotarse, para mayor comprensión del fenómeno llamado el desencanto democrático, que en esos años la región vivía la resaca o los efectos derivados del alto endeudamiento de los países, las crisis periódicas del petróleo y la puesta en marcha de las restrictivas y desequilibrantes políticas neoliberales.

Con el tiempo fueron apareciendo en las encuestas otros motivos del desencanto y la falta de credibilidad en la democracia. La confianza hacia los partidos políticos decreció, mientras aumentaba la visión de que los políticos utilizan el poder para disfrutarlo y no para resolver los problemas de los ciudadanos. Un efecto relevante que llamó la atención de los investigadores fue la disminución de la participación de las personas en las elecciones, mientras crecía la abstención y el ausentismo.

En estos días, la corrupción de los gobiernos y de los políticos está en el centro del cuestionamiento que se hace a la democracia latinoamericana. Hoy, en conclusión, apenas el 50-52% de la ciudadanía de la región cree en las bondades de la democracia.

La gente quiere que la democracia sea útil.