Por: ROSA CAÑETE ALONSO
La democracia se basa en el reconocimiento de que todas las personas tienen iguales derechos y deberes y, por tanto, igual derecho a participar políticamente y a que sus preferencias y valores sean respetados.
Los resultados levantados por la Encuesta de Cultura Democrática 2022-2023 (ECD), publicada por el Ministerio de Economía Planificación y Desarrollo, muestran que la sociedad dominicana tiene un enorme reto que enfrentar en este sentido: más del 50% de la población tiene prejuicios de género, o en contra de las minorías sexuales, de origen o religiosas.
Como dice el filósofo, y premio Nobel de Economía, Amartya Sen, “la diversidad humana no es una complicación secundaria que se pueda pasar por alto, o que hay que introducir más tarde, sino un aspecto fundamental» de la sociedad. Los fines del desarrollo, es decir, los objetivos y por tanto nuestras prioridades dependen de nuestros valores los cuales son definitivamente heterogéneos.
Es muy importante prestar atención a la importancia del debate y los mecanismos a través de los cuales se impone la agenda de discusión. Cuando cualquier minoría es excluida o marginalizada el sistema democrático se debilita y su calidad se ve disminuida.
Prejuicios políticos en contra de las mujeres
El prejuicio hacia el liderazgo femenino es uno de los obstáculos persistentes en la política dominicana. Según datos históricos, en 2008, el 56.5% de los dominicanos creía que “los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres”. Aunque esta cifra disminuyó al 39.3% en 2018, el sesgo sigue presente. Según la ECD, entre 2022 y 2023, más del 50% de la población se decantaba por un candidato masculino ante la pregunta sobre quién le inspiraría más confianza a la hora de votar. El prejuicio contra la capacidad de la mujer para desenvolverse en el ámbito político, todavía enquistado en la sociedad dominicana
La democracia dominicana no podrá avanzar mientras la mitad de su población enfrente barreras culturales para la representación política. Para superar estos prejuicios de género, es esencial promover una cultura de igualdad y revalorización del liderazgo femenino en todos los ámbitos, impulsando políticas públicas que generen un cambio en la percepción social y oportunidades reales de participación política igualitaria.
Prejuicio racial, aún presente
El color de piel es otro factor de discriminación que afecta la tolerancia en la política. Aunque el 58% de los dominicanos sostiene que la raza no debería influir en la selección de líderes, un 31.3% prefiere a candidatos blancos, y un 10.7% prefiere a candidatos negros. Esta preferencia sugiere que ciertos estigmas raciales, especialmente hacia los afrodescendientes aún persisten.
Si bien la República Dominicana es una nación con una rica diversidad racial y cultural, los prejuicios raciales limitan la inclusión y perpetúan la discriminación en el ámbito político. Superar estas barreras requiere no solo un cambio en las actitudes sociales, sino también la necesidad de una representación racial justa en las diferentes instancias que incluya a la importante diversidad de este país.
Derecho a postularse a un cargo público de minorías sexuales, de origen y religiosas
La pregunta no gira alrededor de si la persona votaría o no por estas personas sino sobre si tiene o no derecho a postularse. Es preocupante ver que, pese a que la Constitución asegura este derecho, más del 50 % de la población dominicana entienda que no deberían tenerlo.
Históricamente, la inclusión política de las minorías sexuales en República Dominicana ha sido limitada. En 2004, solo un 8.6% de la ciudadanía aprobaba el derecho de las personas homosexuales a postularse para cargos públicos. Para 2016, este apoyo aumentó al 37.8%, un avance significativo, aunque todavía por debajo de los niveles de aceptación deseables en una democracia inclusiva. Esta creciente aceptación refleja un cambio en la mentalidad de las nuevas generaciones, que empiezan a ver con mejores ojos la representación política de la comunidad LGBTQ+.
Un área de tolerancia política que enfrenta fuertes desafíos es la de las personas que no creen en Dios. Según los datos más recientes, más del 80% de la población dominicana rechaza que los ateos puedan postularse para cargos públicos. Iglesia y estado deben estar separados ya que cada persona tiene derecho a tener las creencias religiosas que elija sin que esto afecte otros derechos.
Casi el 60% de los ciudadanos dominicanos rechaza que los descendientes de haitianos puedan ejercer el derecho a postularse a cargos públicos. Esta marginación de la comunidad de ascendencia haitiana plantea un serio obstáculo para la democracia en el país, la democracia se debilita cuando un segmento de la población es excluido por razones de origen.
Para que la democracia dominicana alcance una legitimidad real, debe incluir a todos sus ciudadanos, sin importar sus creencias religiosas, la orientación sexual o el origen de sus ancestros, el camino hacia una igualdad plena sigue siendo largo, y los valores democráticos deben seguir promoviendo el respeto a los derechos de todas y todos y la empatía hacia la diferencia.
Un llamado a la transformación: el papel de la educación y la juventud
Los dominicanos más jóvenes y aquellos con mayor nivel educativo tienden a tener actitudes más igualitarias en cuanto a género, raza y orientación sexual.
La inclusión de valores de respeto, empatía y tolerancia en el sistema educativo puede crear una nueva generación ciudadana que rechace los prejuicios y promuevan una democracia de calidad y enfrentar la discriminación y el discurso de odio. Asimismo, empoderar a los jóvenes para que ocupen roles de liderazgo contribuirá a que el sistema político dominicano evolucione hacia una mayor apertura y pluralidad.
La tolerancia política no es solo un ideal, sino una necesidad en una sociedad diversa. Si permitimos que le nieguen el derecho a participar o nos dejamos llevar del prejuicio a la hora de elegir, nada asegurará que mañana no seamos nosotros los discriminados o los excluidos.