La desintegración y desaparición del Estado-nación, según Emmanuel Todd

La desintegración y desaparición del Estado-nación, según Emmanuel Todd

§ 10. Lo prometido es deuda. He aquí, definidos en su amplitud y descripción histórico-crítica los 14 indicadores sintomáticos de la desintegración y desaparición del Estado nacional en los Estados Unidos y Europa, según lo consigna Emmanuel Todd en su libro La derrota de Occidente.

1). Destrucción de la producción industrial: «La globalización, orquestada por el propio Estados Unidos, ha socavado su hegemonía industrial. En 1928, su producción industrial representaba el 44.8 de la producción mundial; en 2019, había caído al 16.8%. Al mismo tiempo, la producción de Reino Unido cayó del 9.3% al 1.8%, la de Japón subió del 2.4% al 7.8%, la de Alemania bajó del 11.6% al 5.3%, la de Francia se desplomó del 7% al 1.9% y la de Italia cayó del 3.2% al 2.1%. La cuota de China aumentó hasta el 28.7% en 2020. Rusia, decimoquinto productor industrial, se sitúa en torno al 1%. La escasez de estadísticas comparativas al respecto parece indicar, sobre todo, que la industria rusa ha logrado lo que algunos aviones estadounidenses intentan conseguir: el sigilo; por tanto, podemos decir que Rusia ha pillado a Estados Unidos con el pie cambiado al desarrollar el arma definitiva contra ellos: la industria sigilosa, oculta.» (Todd, 215).

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Otro marcador sintomático de la situación de la economía de los Estados Unidos es que su economía se desinfla y una prueba es la ficción del Producto Interno Bruto (PIB) de cara al Producto Interno Real (PIR), según Todd: «Entre enero y junio de 2003, una avalancha de estudios reveló que Estados Unidos no era capaz de producir las armas que Ucrania necesitaba. Estudios que no procedían de grupos vinculados al Kremlin, sino de diversos think tanks financiados por el Pentágono y el Departamento de Estado. ¿Cómo es posible que la primera potencia mundial haya llegado a una situación tan absurda? (…) desinflaremos uno de los dos mayores PIB del planeta (el otro es el de China), para presentar algo que tenga sentido. ¿Por qué no ‘PIR’, producto interior real o realista? Estamos a punto de descubrir la dependencia de Estados Unidos respecto del resto del mundo y la fragilidad de sus cimientos (…) las innovaciones más importantes han devenido de Silicon Valley, cuyo liderazgo en las tecnologías de la comunicación y la información ha reforzado considerablemente el dominio de Estados Unidos, si no sobre el mundo, al menos (…) sobre sus aliados (…) El sector energético ha puesto de relieve una de las grandes peculiaridades de esta guerra: la gente se pregunta si el objeto de los estadounidenses es defender Ucrania o controlar y explotar a sus aliados europeos y del Oriente asiático (…) Los puntos fuertes de la economía estadounidense -GAFA y gas, Silicon Valley y Texas- se sitúan en los dos polos de las actividades humanas: el software tiende a la abstracción, mientras que la energía es una materia prima. Los problemas y apuros de la economía estadounidense se manifiestan en el resto del espectro: la fabricación de objetos, es decir, la industria en el sentido tradicional de la palabra.» (Todd, 213-214).

¿Qué decir del PIB y el PIR? El autor señala: «… el PIB estadounidense está constituido en su inmensa mayoría por servicios cuya eficacia o incluso utilidad no siempre está clara: médicos (que a veces matan, como vimos en el asunto de los opiáceos) y abogados más que bien pagados, financieros depredadores, personal de prisiones o agentes de los servicios de inteligencia. En 2020, el PIB incluso incluía como valor añadido el trabajo de los 15.140 economistas del país, la mayoría de ellos sumos sacerdotes de la mentira, con un salario medio anual de 121.000 dólares. ¿Cuánto vale un PIB estadounidense despojado de la actividad de esta masa parasitaria, que no se corresponde con ninguna producción real de riqueza? (Todd, 216).

¿Cuál es, entonces, se pregunta el autor, el PIR si se toma como referencia los 76.000 dólares per cápita estadounidense en 2022 y se les aplica el “coeficiente de reducción de 0.4?: «Observo que, en esta evaluación, el 20% corresponde a sectores de la economía que yo calificaría de físicos: industria, construcción, transporte, minería y agricultura. Este 20% de 76.000 da 15.200, que voy a poner a buen recaudo declarándolos ‘verdaderos, reales’ de servicios (incluida la sanidad), que no tengo motivos para creer que sean más ‘reales’ que la propia salud. Así que les aplico también el coeficiente de reducción de 0.4. Mis 60.800 dólares se convierten en 24.320 dólares. Añado los 15.200 de la producción física ‘salvaguardada’ a los 24.320 dólares de unos servicios depauperados. Obtengo un PIR per cápita de 39.520 dólares. Este resultado es fascinante porque, en 2020, el PIB per cápita era ligeramente inferior al PIB per cápita de Europa occidental (para que conste, el de Alemania era de 48.000 dólares y el de Francia de 41.000 dólares. Qué extraño: el orden de la riqueza per cápita coincide con el de los resultados en materia de mortalidad infantil, con Alemania a la cabeza y Estados Unidos en último lugar.» (Todd, 216-217).

2). Destrucción de la educación, muerte de la meritocracia, las ciencias duras y las humanidades en provecho del Derecho, las Finanzas, las Ciencias Empresariales y las Escuelas de Negocios: «Todos los indicadores económicos utilizados hasta ahora se refieren a la producción de bienes o mercancías. Si queremos evaluar en profundidad el potencial de una economía, tenemos que remontarnos a los productores, a las personas que fabrican las cosas. Porque una economía es ante todo un conjunto de hombres y mujeres que se han formado y han adquirido una serie de competencias. Para llegar a ser incapaz de producir los proyectiles necesarios para Ucrania, Estados Unidos primero tuvo que acabar con las personas que los fabricaban.» (Todd, 219). En cuanto al desastre de la educación, el autor señala: «Estados Unidos, con más del doble de población que Rusia, forma probablemente un 33% menos de ingenieros que esta última (…) El ideal meritocrático se ha vuelto en contra de la democracia estadounidense: al vaciarla con un ideal de desigualdad, la ha socavado. Muchos autores lo han señalado. Lo que a menudo han pasado por alto es la forma en que ha cambiado el tipo de estudios -y, por tanto, el tipo de formación profesional- que eligen los “meritorios” seleccionados por los tests SAT [Scholastic Aptitude Tests, DC]. En la mente de los padres fundadores de la meritocracia, el objetivo principal era hacer frente a la competencia soviética. Estados Unidos necesitaba reclutar a los mejores estudiantes de ciencia y tecnología para construir una industria capaz de superar a los meritócratas comunistas (…) Hoy, solo el 7.2% de los alumnos estadounidenses estudian engineering. Podemos hablar (..) de una fuga social intensa de cerebros: hacia Derecho. Finanzas, Empresariales y escuelas de negocios, sectores todos ellos en los que los ingresos pueden ser superiores a los de la ingeniería o la investigación científica (…) Los economistas no se contentaron con ignorar este fenómeno; en su prisa por demostrar que todo era para bien en el mejor de los mundos posibles (y sobre todo en el suyo, generalmente el de las universidades y los think tank empresariales) urdieron una absurda interpretación de los salarios más altos de los que disfrutaban, en general, las personas con estudios superiores (comparación con quienes no tienen más que estudios de Secundaria, que suelen ser trumpistas).» (Todd 219-220).

3). Destrucción del sistema de salud, tasa de fecundidad bajísima, tasa de mortalidad alta, el triunfo de la muerte con el uso de drogas y opiáceos, los médicos matasanos, el problema de la obesidad y la falta de disciplina de los estadounidenses: «Los desiguales aumentos de la mortalidad en función de la renta, puestos de relieve por Case y Deaton, se combinan con otros factores para dibujar el cuadro de un país derrotado. Esta sociedad liberal, que defiende la democracia frente a la ‘autocracia’ rusa, tiene la tasa de encarcelamiento más alta del mundo. En 2019, el número de presos por millón de habitantes era de 531, frente a los 300 de Rusia -e imagino que, con el reclutamiento de mercenarios en las cárceles, el grupo Wagner lo habrá rebajado-. Reino Unido tenía 143, Francia 107, Alemania 67 y Japón 34 (…) Estados Unidos es también el país de los mass shootings, “tiroteos masivos”, han aumentado de forma alarmante desde 2010 (…) Por último, es la patria de la obesidad (…) Definida por un índice de masa corporal igual o superior a 30 kg/m², la obesidad es más de un 40% más común entre quienes solo tienen estudios secundarios, aunque cabe señalar que hay tres veces más estadounidenses obesos con estudios superiores que sus homólogos franceses (…) En una sociedad en la que, a pesar de las desigualdades, la alimentación no es un problema, la obesidad revela una falta de autodisciplina, tanto más cuando afecta a los ricos que pueden permitirse comprar alimentos de calidad.« (Todd, 208-209).

4). La balanza comercial de los Estados Unidos presenta un déficit con los países más importantes de Asia y Europa: «Si ahondamos en el subconsciente (sic) de la OTÁN, descubrimos que su maquinaria militar, ideológica y psicológica ya no existe para proteger a Europa occidental, sino para controlarla (…) El déficit de la balanza comercial de Estados Unidos (en bienes y servicios) con la Unión Europea en 2021, en vísperas de la guerra, era de 220.000 millones de dólares. Si añadimos los 40.000 millones de Suiza, los 60.000 de Japón, los 30.000 de Corea y los 40.000 de Taiwán, y tenemos en cuenta el superávit de 4.000 millones respecto a Noruega, obtenemos un déficit estadounidense de 393.000 millones con sus aliados (protectorados y colonias), superior a los 350.000 millones con China, ciertamente debilitada en 2021 tras los años del Covid (…) La Americanosfera, el corazón del corazón del Imperio está menos desequilibrada. Canadá, es cierto, tiene un superávit de 50.000 millones de dólares con respecto a Estados Unidos, pero no es seguro que su proximidad no lo convierta en un componente ‘interno’ de la economía estadounidense.» (Todd, 150).

Si uno se conforma con estas cifras frías (no incluyen el 2024), el panorama de la conclusión acerca de la situación de dependencia de la economía de los Estados Unidos de los bienes importados se pinta como espantosa: «… una de las características fundamentales de Estados Unidos [es] el enorme desequilibrio de su balanza comercial; consume mucho más de lo que produce (…) Después de la producción industrial, global o de maquinaria, el comercio de mercancías de un país con otros es un excedente indicador complementario de su poder real. Estados Unidos vive de una perfusión de importaciones que no cubre con exportaciones, sino con emisiones de dólares.» (Todd, 217-218). Sin ningún respaldo. Dinero inorgánico, como dicen los economistas.

En 2023 la deuda pública de los Estados Unidos era de 1.811.546 millones de euros. De esa cifra, 502.300 millones de deuda a la Unión Europea y la China detentaba 768.300 millones en bonos del Tesoro estadounidense en 2024. La compra de bonos del Tesoro por parte de Japón se elevaba en 2024 a 776.500 millones de dólares y con Rusia la deuda en bonos de 14.000 millones de dólares.

En cambio, para agravar su situación, «… el déficit de la balanza comercial de Estados Unidos (en bienes y servicios) con la Unión Europea en 2021, en vísperas de la guerra [de Ucrania, DC] era de 220.000 millones. Si añadimos los 40.000 millones de Suiza, los 60.000 de Japón, los 30.000 de Corea y los 40.000 de Taiwán, y tenemos en cuenta el superávit de 400 millones respecto a Noruega, obtenemos un déficit estadounidense de 393.000 millones con sus aliados (protectorados y colonias), superior a los 350.000 millones con China, ciertamente debilitada en 2021 tras los años de COVID.» (Todd, 150).

Para paliar estos déficits (deuda pública y balanza comercial), los Estados Unidos se han convertido a la injusticia, según el autor francés: «… dos autores llegan a la conclusión de que los tipos impositivos en Estados Unidos se han alejado tanto del régimen fiscal introducido por el New Deal que ahora se acerca a un flat tax (impuesto plano o de tipo único) del 28%, para ricos y pobres por igual, con, para colmo de injusticias, una caída del tipo impositivo de los 400 contribuyentes más ricos» (Todd, 199), según la revista Forbes.

¿Cómo un país con semejante deuda pública interna y externa y con una balanza comercial deficitaria rige los destinos de medio mundo? La caída del Imperio Romano es la respuesta.

(CONTINUARÁ).

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