(1/2)
Las contradicciones dialécticas están claras en la tradición espiritual hebreo-cristiana; la eterna lucha entre el bien y el mal aparece tempranamente en diversas tradiciones mágico-religiosas, como el mazdeísmo (zoroastrismo), el yin y el yang (taoísmo), y algo menos notoriamente en el budismo. Los cristianos lo saben perfectamente.
“Porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (Apoc. 3:16); Así dice Dios a los llamados creyentes, ricos y acomodados, de Laodicea. Pero la advertencia es para todos, incluyendo a “pobres acomodados”, sin responsabilidad ni compromiso respecto a sus prójimos desamparados, víctimas de la corrupción y el desorden.
Puede leer: La corrupción como tragedia y como comedia
Los tibios jamás irán al cielo, pues no hay “tibios” arrepentidos. Los malos, en cambio, al ejemplificar el mal azuzan a que los santos se santifiquen más (Apoc. 22:11).
Mientras un malo arrepentido sabe cómo se evita y se combate la maldad.
La dialéctica, pues, no es un invento de los griegos, ni de filósofos de siglos recientes, mucho menos de los marxistas, sino que está en el origen y el meollo del plan de Dios.
De hecho, muchos grandes santos y hombres de bien fueron, anteriormente, connotados pecadores. A diario conocemos sobre conversiones de jóvenes que pasaron desde el narcotráfico a agrupaciones de ayuda y protección a otros jóvenes.
Abundan las historias de prostitutas arrepentidas. El padre Emiliano Tardiff convirtió a Cristo gran parte de las prostitutas de Nagua; cada miércoles los prostíbulos eran cerrados para recibir la palabra de Dios (sábados y domingos eran sus días de trabajo).
En el Cibao sabemos de trabajadoras sexuales que luego fueron grandes siervas de Dios y excelentes esposas y madres.
San Pablo era perseguidor de los primeros cristianos. San Agustín y San Francisco eran hombres de vidas “divertidas” antes de pasar a servir a Cristo.
Es desde un extremo de la vida que muchos hombres de bien han regresado para servir a Dios y a la humanidad. Hombres que no intentaron hacer el bien para gloriarse ellos mismos, como Pablo Escobar, Quirino, “Kiko-la-quema”, de Los Cacaos de San Cristóbal; o como muchos políticos y hombres de negocio, hoy exonerados de cargos, disfrutando de libertad y hasta de honra luego de evasiones y malversaciones de dineros públicos, y hasta para hacer campañas de imagen y conquista de votos con dineros impuros.
Pero también existe el arrepentimiento, y en ese sentido, vivir entre perversos puede ser una oportunidad, un training de alto riesgo para conocer y luego arrepentirse a conciencia cierta. Satanás, la antítesis de Yahvé es el “trainner”, cuya especialidad es el engaño y la traición, comparable al entrenador de judo que, en tu primer día de clase, al darle la mano, te envió a la lona de un tirón.
De Satanás, como de los políticos y los funcionarios y de los explotadores, y toda clase de perversos, se aprende a diario y, en ese sentido, a menudo oprimen y eliminan a los tibios y pusilánimes, y fortalecen a los íntegros y sinceros de corazón, como ocurrió con Job. (Continuará, SDQ).