En Génesis 2:18 leemos lo siguiente: “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea”. Se desprende de este texto que el ser humano no fue creado para vivir en soledad. De hecho, ninguna vida humana puede sostenerse y desarrollarse por sí misma. Para nuestro bien, Dios nos hizo seres gregarios.
Si esta es una realidad que escapa a nuestro control, entonces, se desea y espera que este convivir se dé en paz, en armonía.
El Salmista, sobre este tema, escribió lo siguiente: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!…Porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna” (Salmo 133: 1 y 3b). Este es el ideal al cual todo ser humano debe aspirar; sin embargo, la realidad del pecado lo entorpece.
La convivencia en el diario vivir nos muestra y nos enseña que el logro de esta paz, de esta armonía, cuesta mucho conseguirla.
A la luz de la búsqueda de esta paz quiero referirme al sabio, prudente y pertinente consejo que el apóstol Pablo da con relación al logro de la misma entre unos y otros.
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Escribió en Romanos 12:18: “Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos”. Este texto lo considero de un valor incalculable que nos ayuda a potencializar la vida en abundancia que Cristo vino a darnos. A continuación presento los siguientes puntos extraídos del mismo:
1.- La introducción de la condicional ‘si es posible’. Si leemos con detenimiento, con profundidad y sin apasionamiento, nos daremos cuenta de que Pablo introduce de manera indirecta el hecho de que puede darse la condición de que ‘no sea posible’.
Comprender y aceptar esta condición de la ‘no-posibilidad’ produce liberación y sanidad. Me fascina lo realista que es el Apóstol al escribir esto.
No cabe la menor duda, él era un gran conocedor de la naturaleza humana. Sabía muy bien que el logro de la armonía relacional era una moneda de dos caras: La ‘posibilidad’ y la ‘no-posibilidad’ de la misma.
2.- La introducción de la parte que nos toca hacer. Aquí Pablo plantea nuestra responsabilidad en cuanto al logro de la armonía con los demás.
La enseñanza es muy clara: debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance según los recursos (capacidades, habilidades, destrezas) que estén a nuestra disposición. Debemos dar nuestro 100%. No escatimemos ni retengamos el hacer lo que nos toca hacer. No permitamos que la actitud y el comportamiento de la otra persona bloqueen nuestro accionar. En cuanto dependa de nosotros, hagamos lo que sabemos que debemos hacer.
3.- El derecho de la otra persona de no querer vivir en armonía conmigo. Ese derecho hay que respetarlo y aceptarlo aunque nos parezca duro y a veces no logremos entenderlo.
La armonía relacional no depende exclusivamente de mí, la otra persona debe querer y debe hacer su parte. La relación es de los dos.
En cuanto dependa de mí haré todo lo que me toca hacer, pero en cuanto a la otra parte, esa realidad escapa a mis manos.
Repito, la otra persona también debe querer y luchar por la consecución de esa armonía.