La pandemia covid-19 (coronavirus) está descomponiendo la economía mundial, los sistemas se desploman y las bolsas pierden el valor que por décadas lograron. Los países cierran las fronteras, lo que ha limitado significativamente el turismo, variable que se suma a la paralización de industrias asiáticas, el freno en la venta y compra de vehículos, la virtualización de la educación y un empuje de todos los gobiernos hacia la búsqueda de nuevas formas de potenciar la economía.
Las consecuencias de este aterrador virus –que es menos mortal a otros anteriores- no se centran directamente en la mortalidad del mismo que todavía ronda el 3 % con tendencia a reducirse, sino en el despertar de una sociedad mundial muy dependiente de sistemas añejos de producción. Esta pandemia obliga cuarentena y, con ellos, los gobiernos aceleran las estrategias para desarrollar sistemas de producción y consumo desde el hogar, una economía doméstica.
¿De qué va esto? Los economistas planteaban esta forma a la gestión eficiente de los bienes dentro del hogar, sin embargo, me atrevo a ampliar el concepto no solo al gasto, sino también a la producción de bienes y/o servicios con ayuda de la tecnología. Obviamente, entre ellos debe primar los alimentos para consumo necesariamente de quienes residan en los espacios familiares, mientras los servicios deben llevar un enfoque exportable.
Una forma potable de generar recursos es creando, editando o codificando programas en tiempo real, los cuales faciliten los procesos mundiales. También los llamado callcenters o la tutoría remota vía skype. Para esto se requiere de una población que maneje sin limitaciones el idioma inglés, los lenguajes de programación y el mercado internacional. Sin embargo, antes que cualquiera de esas variables, necesita el respaldo estatal con la energía, el internet, los equipos y la facilidad de interacción geopolítica.
Poder crear y sostener una economía doméstica permitiría al gobierno dominicano disponer de los recursos que eran destinados para el clientelismo, usarlos para la formación profesional de su población, modernización de las plataformas virtuales, expansión de las relaciones comerciales y aumento significativo del nivel educativo de su gente. Las plataformas de aprendizaje virtual son personalizadas, se aprende cuando sea, donde sea y como sea.
Otra ventaja que pudiera manifestarse es la independencia financiera y alimentaria de cada familia, conformando pequeños núcleos que se interconectan entre sí, pero no dependen uno del otro para funcionar. Coaccionan en un mismo espacio digital, sin embargo, cada núcleo es responsable de su propia estabilidad. En caso de requerir asistencia, el Estado deberá contar con especialistas que puedan brindar tutoría virtual o, de ser necesario, la visita al núcleo.
¿Pero cómo funcionaría? Pues con una plataforma única de interconección donde se requiera registro obligatorio para alcanzar la conectividad. El Estado tendría la plataforma de Internet más potente y económica del país, aunque la empresa privada también pudiera ofrecer el servicio a opción del cliente. Además, el intercambio comercial también contaría con la mediación oficial y el pago de impuestos se haría automático, con los cuales se debe garantizar agua potable y energía todos los días del año. Algunos alimentos pueden obtenerse vía mercados específicos, aunque el énfasis deberá ser en que las familias aprendan a generar su propia comida.
República Digital es una probeta de esa economía doméstica, la digitalización de los servicios públicos para optimizar el tiempo y el dinero de los usuarios. Pese a sus limitaciones, funciona con cientos de opciones que antes requerían uno o dos días de improductividad laboral. Ahora, en pocos minutos, realizas cualquier transacción desde un dispositivos electrónico sin dejar de ser productivo en la creación de bienes o servicios. Las tuercas binarias nunca se apagan.
Sin embargo, llegar a implementar y sostener una economía doméstica viable, óptima y certera requiere de mucha capacidad oficial, inmensa colaboración social e ilimitada disponibilidad de aprendizaje colectivo. La economía naranja, por ejemplo, genera miles de millones de dólares de plataformas como Youtube y eso mismo puede hacer un país si expande el campo de visión productiva más allá de la industria física, el turismo y la empleomanía informal.
Esta es una buena oportunidad para replantearnos otros sistemas de producción en bienes y servicios, incoar nuevos modelos de autogestión alimentaria y enfocar la visión republicana en un modelo educativo que permita aprender de forma remota. Estamos obligados, como país, como continente, como planeta, a expandir la economía doméstica y evolucionar. Podemos hacerlo, lo lograremos.
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