Por Adán Rafael De Camps Martínez

La República Dominicana tiene como uno de sus mayores desafíos el cambio climático, ya que somos un país vulnerable a amenazas como aumento del nivel del mar, huracanes, sequías y degradación de los ecosistemas costeros. Por lo que la transición hacia una economía verde no solo es una oportunidad para mitigar el daño ambiental, sino también una vía para impulsar el crecimiento inclusivo y resiliente. La economía verde ha emergido como un modelo de desarrollo que equilibra el crecimiento económico con la sostenibilidad ambiental.

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El sector energético puede prometer mucho para la transición a una economía verde en nuestro país. Actualmente, el país depende mucho de los combustibles fósiles importados para su producción energética, exponiéndose a fluctuaciones de los precios internacionales del petróleo y aumentando su huella de carbono, pero tenemos un enorme potencial para desarrollar fuentes de energía renovables como, la solar, eólica e hidráulica. La adopción de tecnologías limpias puede mejorar la competitividad del país y fomentar la innovación tecnológica. La agricultura verde que promueve prácticas sostenibles, como la agroecología, la agricultura orgánica y la rotación de cultivos, no solo aumenta la resiliencia al cambio climático, sino que también reducen la dependencia de insumos químicos, mejoran la calidad del suelo y protegen la biodiversidad.

Además, las tecnologías inteligentes como el riego eficiente y el uso de datos climáticos para mejorar las prácticas de siembra pueden mejorar significativamente la productividad agrícola. El Gobierno con el sector privado y la sociedad civil puede liderar esta transición de modelo de desarrollo, logrando que la economía verde sea un pilar del futuro económico y social del país.