POR MU-KIEN ADRIANA SANG
El brote de colegios privados en el país ha sido objetiva y estadísticamente impresionante. En el año 1961
la cantidad de colegios privados en la República Dominicana no excedía las dos docenas
Pero ya para el año 2000 había por lo menos 2,500 colegios privados en el territorio nacional
Dicho brote comenzó a partir de la década de los 70. Es decir, se puede calcular que en la República Dominicana un promedio de 70 u 80 colegios privados se han fundado por año en los últimos treinta años.
Si estipulamos en cifras redondas, la población del país en 8.8 millones de habitantes y el tamaño promedio del hogar en 5 personas, existe un colegio privado más o menos por cada 700 hogares planteo que el carácter masivo repentino del movimiento de privatización educativa en la República Dominicana se puede atribuir a una crisis sociopolítica y educativa muy local y muy especial que vino en las huellas de la muerte de Trujillo, en 1961. Después de esa fecha, el país sufrió, quizás como pocos o ningún otro país, unos 25 años de un deterioro educativo que todavía no se ha logrado suavizar a pesar del lanzamiento del Plan Educativo Decenal a principios de los años 1990. El carácter relativamente abrupto y absolutamente radical en la destrucción total de un sistema educativo otrora funcional, quizás sea un patrón que distingue a la República Dominicana del país latinoamericano típico. Y el país todavía no se ha recuperado Gerald F. Murray, El colegio y la escuela.
Las terribles afirmaciones que encabezan este Encuentro de hoy aparecen en el notable libro de de Gerarld Murray titulado El Colegio y la Escuela. Antropología de la educación dominicana, una exhaustiva investigación financiada por FONDOMICRO. Polémico, realista, sorprendente, crítico y valiente, el libro de 398 páginas desnuda con humor, realismo y dramatismo la realidad educativa dominicana.
Partiendo de una realidad: la proliferación de colegios en la realidad educativa dominicana producto del deterioro de las escuelas públicas, Murray critica el sistema educativo y le llama a la falta de una infraestructura adecuada en las escuelas públicas, a la politización de la ADP, a la falta de atención de parte de la Secretaría de Educación, y la falta de identificación de profesores y directores, un mal endémico de un sistema en verdadera agonía.
Enfrenta las posiciones que existen en la sociedad de que los colegios privados son negocios o muy elitistas. Dice que menos del 20% de los niños que estudian en los 2,500 centros privados podrían clasificarse como de clase media. El colegio dominicano típico, en términos estadísticos, afirma Murray, educa a los pobres, no a los ricos o a los medianos. Dice que se sorprendió con las matrículas objetiva y absurdamente baja que cobra la abrumadora mayoría de los colegios dominicanos, sobre todo en los barrios marginados. Y tiene razón Murray. Tere, la joven que nos ayuda en los quehaceres domésticos, decidió traer a sus hijos a la capital para reunir a la familia. Me dijo que no quería ponerlos en la escuela del barrio, porque ahí perdían mucha clase, que prefería hacer el sacrificio y pagar un colegio. Le dije que haríamos lo imposible por ayudarla. Consiguió un centro privado que paga la pírrica suma de RD$ 600.00 mensual por alumno, con un horario diario de docencia de 6 y 7 horas. Cuando evalué los textos, me di cuenta que trabajaban con las ediciones de Susaeta y Santillana y que les asignaban tareas bastante completas.
Volvamos a Murray. Afirma que la proliferación de estos centros educativos no es más que una respuesta social a la ineficiencia estatal. Establece el autor cuatro enfermedades sistémicas, a saber:
1. Politización: la función educativa del aparato educativo público se sabotea y reemplaza por la función de potrero de empleos para militantes del partido de turno. El afán de educar se subordina al afán de crear y repartir botellas.
2. Sindicalización paralizante. Durante más de 30 años el aparato sindical quizás más paralizante y dañino de las Américas ha convertido al alumnado dominicano en una población de rehenes impotentes echados a las calles en el contexto de huelgas y paros incesantes. Este sindicato ha logrado hasta convertir al mismo Estado en el cobrador de las mensualidades obligatorias que cobra a los maestros, los cuales tienen que pertenecer al sindicato quieran o no.
3. Centralización excesiva. El director de escuela es impotente. Las decisiones sobre a quien contratar como maestro y a quien despedir- quedan en manos de burócratas de la Máximo Gómez. La escuela pública típica no goza de la más mínima autonomía y disciplina interna que cualquier centro docente viable necesita. Está invadido desde arriba por los políticos, desde abajo por los dirigentes sindicales. Es un sistema disfuncional e impotente.
4. Incumplimiento profesional impune. El maestro puede aparecer tarde e irse temprano sin temor a consecuencias negativas. Es más, el mismo sindicato hasta obliga al maestro a ausentarse, no solo en huelga y parao, sino también en asambleas y otras incesantes reuniones medalaganarias.
Dice el autor que por el contrario, los centros privados quedan libres de estas cuatro infecciones. Su libertad no garantiza, pero facilita una educación de mayor calidad. Asegura que las únicas escuelas públicas que logran protegerse de estas cuatro infecciones son las escuelas públicas manejadas bajo contrato pro congregaciones católicas, porque allí aunque los maestros y parte del financiamiento son del sector público, son contratados y supervisados por el Director del Centro.
Como pueden ver. Sigo con el tema educativo. Quizás simplemente porque toda la vida he sido maestra y duele ver cómo se ha ido deteriorando cada vez más la escuela dominicana.
A juicio del Profesor Murray, en su conjunto el sistema escolar público está fallando tanto en la calidad de los aprendizajes logrados como por su deficiente cobertura Su tesis antropológica central es que la causa fundamental del deterioro de la escuela dominicana es sistémica y más y mejores insumos en la forma de maestros bien capacitados y motivados, más y mejores aulas, más y mejores materiales pedagógicos no transformarán la educación dominicana. Más y mejores recursos son imprescindibles pero insuficientes para cambiar el rumbo de la educación pública dominicana, que está secuestrada por fuerzas político partidistas y sindicales que han desvirtuado la original función primaria del sistema escolar que era la de educar a los dominicanos Lo que produce espanto es que los dominicanos hemos aceptado esta situación como normal: la clase media ha descartado la escuela como una opción, y los pobres están desertando también Murray recomienda fomentar cada vez mayor cantidad de escuelas protegidas, financiadas con fondos públicos pero puestas bajo el control de educadores privados, hasta que eventualmente las instituciones inoculadas contra la infección sistémica sobrepasen las escuelas estatales y puedan regenerar la educación básica dominicana en su conjunto. (Juan Tomás Tavares Kelner, palabras de presentación del libro El colegio y la escuela.)