Negarles la educación sexual a los niños, las niñas y adolescentes es equivalente a dejarlos desnudos y solos en una habitación con un pedófilo.
Por José M. Santana
Garantizar el derecho a una educación integral para el desarrollo pleno, que abarque las dimensiones espiritual, cognitiva, afectiva, comunicativa, corporal, laboral, social y sexual, es fundamental para promover la igualdad y erradicar la violencia sexual. Esto implica adoptar un enfoque pedagógico centrado en el desarrollo integral del/a estudiante y sus necesidades de aprendizaje, reconociendo y respetando la diversidad presente en el aula, independientemente de creencias, religiones, razas, orígenes, orientaciones sexuales, discapacidades o cualquier otra condición.
La educación sexual integral (ESI) se fortalece al ser considerada como un derecho fundamental y una herramienta clave para fomentar una vida más creativa, solidaria y respetuosa de los derechos humanos. Al integrar la ESI en un enfoque educativo holístico, se empodera a los y las estudiantes con conocimientos y habilidades esenciales para tomar decisiones informadas, construir relaciones saludables y contribuir positivamente a la sociedad.
Con el fortalecimiento de la ESI se provee a los niños, las niñas y adolescentes de las herramientas necesarias para prevenir, denunciar y defenderse de depredadores sexuales, incluso de aquellos que para cometer sus abusos se aprovechan de su autoridad en las comunidades, en las aulas y en las iglesias, como el nefasto pastor Johan Castillo, recientemente enviado a prisión preventiva, acusado de violar a más de 20 niñas y adolescentes que acudían a su iglesia, en el sector Los Alcarrizos.
Los contenidos sobre educación sexual integral además son fundamentales para promover el autocuidado y los proyectos de vida, y reducir los embarazos en adolescentes, las uniones tempranas, la mortalidad materna y neonatal, la violencia basada en género, las conductas de riesgo, el uso incorrecto de anticonceptivos y las infecciones de transmisión sexual (ITS), incluyendo el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), todos problemas altamente preocupantes en la realidad nacional.
Diversos sectores, gubernamentales y no gubernamentales, junto a organismos de cooperación, han promovido la aplicación de definiciones técnicas para la implementación de la educación en sexualidad integral durante años, en virtud de que esos programas son también parte de los compromisos internacionales asumidos por el país en la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres (CEDAW), la Convención sobre los Derechos del Niño (CRC), la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (CIPD) y el Consenso de Montevideo (CM), entre otros instrumentos.
Tal exigencia se traduce en la urgencia de incorporar la ESI a las políticas educativas, dejando de lado aquellas iniciativas que abordan de manera fragmentada los aspectos biológicos, psicológicos y sociales de la sexualidad. Sin embargo, la ESI nunca se ha concretado formalmente en el sistema educativo dominicano, todavía muy influenciado por los sectores conservadores.
La intervención del Ministerio de Salud Pública (MSP) en las aulas, a través de su Departamento de Igualdad y Equidad de Género, en conjunto con otros proyectos y programas, ha permitido cubrir un poco las necesidades de información del estudiantado, pero una polémica reciente, generada por “expertos” de X (Twitter), “escandalizados” por una diapositiva que explicaba la construcción social de los roles y estereotipos de género, con un parafraseo de la filósofa francesa Simone de Beauvoir: “hombre/mujer no nacen”, provocó que el ministro actual borrará con un tuit años de adelanto institucional.
¿En nombre de qué puede un Estado, una institución o una organización de lo que sea, negar a los y las jóvenes dominicanos, lo que, en informes muy claros y demoledores, se evidencia como una ineludible necesidad, cuya sola ausencia puede provocar y provoca una vorágine de problemas sociales que explotan y sobreexplotan cotidianamente?
Y, ¿se le ocurre de verdad a alguien que los y las jóvenes a los que se les niega el conocimiento, no lo van a buscar ellos mismos por su cuenta, como efectivamente ocurre? ¿O no lo van a encontrar por las vías menos pertinentes, sin la debida depuración científica, como en el internet, el reguetón y en los aspectos negativos de la cultura urbana? ¿Acaso se puede tapar el sol con un dedo?
Si conociéramos algún virus o bacteria que actuara con precisión y rapidez, sin duda se emplearían todos los recursos sanitarios disponibles para neutralizarlo. No justificaríamos políticas de infección infantil y juvenil como si se tratara de una opción democrática más, al estilo de un simple desconocido. La realidad es que estos temas no son simplemente cuestiones de preferencias personales o utopías. Pero, por supuesto, hoy en día muchos prefieren expresar sus opiniones en X.
El modelo de educación sexual que procuran las corrientes conservadoras es el de la llamada «Educación para el amor», una perspectiva del siglo XIX que prefiere la nostalgia de lo que nunca fue, al respeto a lo que las personas sienten y necesitan. ¿Cómo no? Esa nostalgia es funcional a una ideología que necesita un ideal, la familia patriarcal, para juzgar y condenar otros modos de vivir la afectividad y la sexualidad. La decisión adulta e informada de cómo disfrutar con responsabilidad de nuestra vida sexual, determina que haya culturas y orientaciones diferentes.
La realidad nacional contradice el ideal mencionado de la abstinencia, empezando por la edad de la iniciación sexual, pese a la influencia que los sectores religiosos creen tener en el comportamiento sexual, el 15% de nuestras niñas y adolescentes inician sus relaciones sexuales antes de los 15 años, aunque habría que profundizar sobre el porcentaje de estos casos que corresponderían a violaciones sexuales, incestos y/o coacciones. En el caso de los adolescentes, se estima que el comienzo es al menos dos años antes. En general, la mitad de las chicas y más de la mitad de los chicos habrá tenido su primera relación sexual antes de los 18 años, de acuerdo con la última Encuesta Demográfica y de Salud (ENDESA). Tanto si la iniciación es voluntaria, como si no lo es, la ESI es imprescindible, por ejemplo, para promover que los y las adolescentes usen protección. La Encuesta Nacional de Hogares de Propósitos Múltiples (ENHOGAR-2018) recogió que 3 de cada 10 adolescentes activas sexualmente no usan ningún método anticonceptivo y que el 17% de las adolescentes piensa que no se queda embarazada en una primera relación sexual.