POR JESUS DE LA ROSA
Con motivo de la apertura del año escolar 2004-2005, el presidente Leonel Fernández pronunció el lunes 6 de octubre del año próximo pasado un discurso en la escuela Profesor Juan Bosch del barrio La Puya del sector de Arroyo Hondo de la ciudad de Santo Domingo, donde reafirmó el compromiso de su gobierno con una educación de calidad para todos.
En esa ocasión, refiriéndose al espinoso tema de las desigualdades de las oportunidades educativas que aquí existen, el mandatario peledeísta dijo: «Una de las metas que nos proponemos en el transcurso de éstos cuatro años en materia educativa es hacer que la educación pública pueda tener los mismos niveles de calidad que las mejores escuelas privadas de la República Dominicana» Y en uno de sus mítines de campaña, el entonces candidato y hoy presidente de la República prometió convertir la Universidad Autónoma de Santo Domingo, sino en la mejor, en una de las mejores universidades públicas de la América española.
En cuanto a que las escuelas públicas puedan alcanzar en el corto tiempo de cuatro años los mismos niveles de calidad que los mejores colegios privados del país nos parece un imposible. Para lograr esto lo menos que se necesita es que el gobierno aumente el gasto por estudiante de 250 a 5000 dólares al año y esto requiere de un presupuesto de educación cuatro veces mayor que el actual. No hay que ser un experto en materia económica para saber que la actual estructura presupuestaria no lo permite.
Lo que sí parece viable es que la Universidad Autónoma de Santo Domingo se convierta en una de las instituciones públicas de educación superior mejores dotadas de este lado del mundo.
¿Por qué es posible convertir la UASD en una de las mejores universidades públicas de la América española siendo al mismo tiempo imposible que las escuelas públicas del país alcancen los mismos estándares de calidad de los mejores colegios privados?
Porque la inversión anual del gobierno por estudiante en la UASD es actualmente igual o superior al costo de la matrícula en las universidades más caras del país. Y porque nuestro subsistema de educación superior no está siendo afectado por una crisis de la dimensión de la que afecta a nuestra educación preuniversitaria.
El sueldo promedio de un catedrático es varias veces superior al costo de la canasta familiar lo que le permite disfrutar de un modo de vida mucho más elevado que el de sus pares de los otros niveles de enseñanza.
Valorado en miles de millones de pesos, el capital físico de la UASD debe ser mayor al 75% del capital del conjunto de las demás universidades del país.
La Universidad Autónoma de Santo Domingo ha sido testigo y víctima a veces- de la evolución de la sociedad dominicana que ha avanzado en un continuo desarrollo entre la tradición y el progreso, entre las viejas costumbres y las imitaciones de los comportamientos de las sociedades de países industrializados. Ello ha obligado a la universidad estatal a mantener una tensa y activa vigilia antes las batidas de los enemigos del progreso.
La no-dependencia del poder político de turno, junto a la libertad para la expresión de las ideas propias y la confrontación respetuosa con las demás, fueron las bases que sustentaron la autonomía de que hoy disfruta la universidad estatal.
Tuvieron que correr los años y hasta tuvo que correr la sangre para que la UASD avanzara en la consecución de un mínimo de respeto hacia quienes configuraban y configuran el cuerpo en el que se difunde y fragua el conocimiento.
Las tensiones entre la UASD y los poderes públicos no sólo se daban en el gobierno de «los doce años». Las mismas no han desaparecido del todo. Siguen existiendo aunque situadas en la conjugación de actores independientes: la propia universidad; los poderes públicos y la sociedad, ésta última vista como un conjunto complejo de personas físicas, entidades y agrupamientos de intereses que van desde el simple ciudadano al estudiante universitario y su familia, pasando por los grupos de interés económico en general y de actividad profesional, sindical o empresarial, en particular.
La realidad de la educación superior en los países de la América española es el principal factor para explicar una tendencia general en cuanto a la relación entre los poderes públicos y las universidades.
La sociedad dominicana ha cambiado mucho en las últimas dos décadas; de manera que lo que nos está pasando en materia de educación superior es algo mucho más complejo que el simple análisis de cuántos hijos de familias pobres disfrutan de las oportunidades de cursar estudios en la UASD, aún ése pueda ser un dato que mueva a la reflexión.
A finales de la llamada «Era de Trujillo» menos de un 2% de los jóvenes en edad de iniciar estudios superiores lo hacía. Hoy el porcentaje de la cohorte 18-30 años que tiene acceso a la universidad se sitúa en cifras cercanas al 8%.
En las últimas décadas, la educación superior de la República Dominicana se ha transformado de manera muy significativa: el número y la proporción de estudiantes son mayores; hay una gran diversidad de instituciones de educación superior con fines y funciones variadas; se han multiplicado y diversificado los tipos de estudiantes, de programas y de personal académico; han crecido igualmente las exigencias y competencias a las que se enfrentan las instituciones universitarias.
A inicios de la década de los años sesenta, la República Dominicana tenía una sola universidad, la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Hoy, disponemos de más de una treintena de instituciones de educación superior.
La población universitaria de es 336 mil estudiantes, 176 de ellos (52.3%) cursan estudios en la UASD. La composición de ese estudiantado según los niveles de formación es de un 93% en estudios de licenciatura; un 4% en estudios técnicos; y un 3% en post grado.
La Universidad estatal posee centros universitarios regionales en San Juan de la Maguana, Barahona, El Seybo, Higüey, Santiago de los Caballeros, Monseñor Noel, San Francisco de Macorís, María Trinidad Sánchez y en Puerto Plata.
La UASD es la única universidad del país cuyas acciones de extienden a lo largo y ancho de toda la geografía del país.
Las extensiones de la UASD en Santiago de los Caballeros y de San Francisco de Macorís son, más que recintos, ciudades universitarias; están mejores dotadas que la casi totalidad de las universidades privadas.
Como parte del proceso de reforma que viene teniendo lugar en la UASD, los centros regionales de Santiago de los Caballeros y San Francisco de Macorís en muy corto plazo serán transformados en universidades.
El cuerpo docente de la UASD es de alrededor de 4 mil catedráticos, de los cuales cerca de un 50% tiene una formación de post grado (especialidad, maestría o doctorado).
Debemos de aplaudir esa tendencia que se ha observado en la universidad estatal a la educación superior de masas y a las mayores oportunidades de acceso que ello implica.
Esas realidades están haciendo cambiar el perfil y la fisonomía de nuestro sistema de instituciones de educación superior.
La educación universitaria de aquí está dejando de ser un privilegio de pocos; está a punto de convertirse en una expectativa natural.
Ese crecimiento enorme de la demanda de educación superior es la mayor preocupación de las autoridades de la universidad estatal por resolver los problemas derivados del relativamente elevado número de estudiantes, por ejemplo, las precariedades del personal docente o las cuestiones relacionadas con la infraestructura.
El mercado de trabajo exige conocimientos actualizados; pide competencias y actitudes que en muchas ocasiones no coinciden con las que deben desprenderse de la posesión de un título universitario.
La simple posesión de un grado de licenciatura ha dejado de ser la llave que abre las puertas del éxito en una economía de mercados abiertos a la competencia internacional.
No es fácil conseguir un puesto de trabajo en un país como él nuestro donde el índice de desempleo es de un 16%. Aquí, los puestos de ejecutivo son para jóvenes de edades comprendidas entre los 30 y 35 años que posean una formación en el ámbito de postgrado y que puedan comunicarse en varios idiomas.
Los universitarios uasdianos hemos llegado a la conclusión de que el modo de preservar la autonomía de nuestra universidad y la calidad de sus servicios de formación pasa por obtener grandes recursos estatales y de procedencia distinta como los que se pueden conseguir a través de los contratos de investigación y de los servicios a empresas y a otros sectores de producción públicos o privados.
El gobierno del presidente Fernández acaba de iniciar un proyecto de modernización de la Universidad Autónoma de Santo Domingo cuyo costo asciende a la suma de 2 mil 500 millones de pesos. Ya comenzaron las labores de edificación de una torre de nueve niveles, con estacionamientos soterrados que acogerá a todos los departamentos académicos administrativos; un nuevo comedor universitario; un edificio para el instituto de sismología y para los laboratorios de ingeniería; la remodelación del antiguo edificio del Aula Magna; la construcción de un edificio para la escuela de periodismo y de una moderna planta de televisión; y la terminación de la Biblioteca Central, la más moderna de todo El Caribe.
También, el gobierno dispuso la terminación de las nuevas y modernas edificaciones de los centros regionales de Higüey, Barahona, San Juan, Bonao y Puerto Plata.
Esas inversiones le permitirán al país disponer de un conjunto de universidades estatales con una misión bien definida; con estructuras curriculares flexibles y con cuerpos académicos sólidos descansados en una gestión eficiente y eficaz; también, le permitirán tener instituciones públicas de educación superior que muestren y demuestran calidad y que sean capaces de competir internacionalmente.
Pero, no podemos negar que, a pesar del auge de la educación superior, existen en ese sector graves problemas como la baja cobertura; los altos niveles de deserción; la concentración de la matrícula en pocas carreras; y la lentitud con que marchan los proyectos de investigación, por sólo citar algunos.
La sociedad dominicana demanda de sus universidades (públicas y privadas) que generen las manos de obra calificada que requieren sus mercados de trabajo; que la provea de los estudiosos y practicantes de las letras y las artes; que le preparen los empresarios y profesionales innovadores que estimulen las transformaciones sociales; que le formen y doten de los científicos y tecnólogos que coloquen al país o lo mantengan en una situación competitiva; y que le preparen los individuos y los dirigentes políticos capaces de analizar y de darles respuestas a los múltiples y sofisticados problemas que aquejan al país. A esto último nos referiremos en una próxima entrega.