En su hato Cibao, Manuel Sorrillas tenía los siguientes negros: Gregorio, de aproximadamente 50 años, “quebrado y con clavos”; Simón, criollo, de aproximadamente 30 años; Vicente, de aproximadamente 25 años, “con el lisio de corrimiento en los pies”; Marselo (sic), de aproximadamente 16 años; María, madre de “dos crías”; Estebanía, criolla; Teresa Victoria, madre de “dos crías”, de aproximadamente 16 años; María Dolores, “mulatica criolla”, con cerca de 20 años; María Soledad, criolla, “con el lisio de flema salada y de una mano”, con “un negrito de año y medio enfermo”; Lásara (sic) “la blanca”, con “tres crías”, de aproximadamente 25 años, y Josefa, para 1762 una niña de unos 7 u 8 años (aparece como de 9 a 10 en 1765), que legó a su hija menor Josefa. En la estancia vivían Esteban, “el capitán”, criollo; José Antonio, Juan Pedro José, Alberto, Nicolás, de aproximadamente 40 años; Gaspar, lisiado; Vicenta, criolla, con una cría y aproximadamente de 20 años; Dionicia, criolla, de aproximadamente 20 años, e Isabel.
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Entretanto, en el rancho de puercos radicaba el negro Andrés, bozal, de aproximadamente 36 años. De estos, Teresa Victoria, Lásara, Josefa, Vicenta e Isabel formaban parte del grupo de esclavos que recibió en heredad de su madre y que completaban Manuela, Leonicia, Salvadora, Nocaria y Juan Bautista. Citados en el inventario de bienes y no en el testamento y algunos sin duda “crías” de esclavas son los siguientes: Timoteo, criollo, de aproximadamente 5 años; Simón, criollo, con cerca de cuatro años; Gregorio, de aproximadamente 3 años; Nocaria, criolla, con cerca de 7 años; Salvadora, de aproximadamente 6 años; Josefa, ciega de nacimiento, con cerca de 12 años; Salvador, criollo, con cerca de 2 años; Inés, de un año, y José, de entre 8 y 9 años. También aparecen Victoria, con una cría, de aproximadamente 25 años; José, “negrito bosal”, “simarrón”, de aproximadamente 25 años, y sin señalamiento de su edad Pedro, criollo, lisiado de los pies, y Pedro “el de la Jiquina”.