Agradezco al Colectivo de Mujeres Escritoras Anticanon; a esta bellísima casa-museo Mella Russo y a mi familia extendida que son todos y todas ustedes, este reconocimiento. No tengo palabras para agradecer a mi compañero de vida Fidelio su amor y apoyo cotidiano. Sin él esta felicidad de escribir no se hubiera consolidado
Este 2022 se cumplen 59 años de mi juvenil colaboración en AMIGO DEL HOGAR; 51 del primer artículo sobre la comunidad dominicana que escribí para la entonces revista AHORA; 45 de mi primer poemario VIAJE DESDE EL AGUA; y 30 de ALGO QUE DECIR, el texto que el colectivo Anticanon acaba de adoptar para sus procesos de formación.
Estoy muy contenta y reafirmada porque acabo de regresar de mi segunda patria, que es Nueva York y leer en el NYT del 10 de octubre un ensayo crítico que se llama: CUANDO LA REALIDAD CONFRONTA LO IRREAL, que narra cómo las mujeres de la región están manejando temas poco utilizados en las novelas.
En ese ensayo se reseña un trabajo anterior, de 1960, que también publicó el NYT, del traductor José Vásquez Amaral, donde este anuncia que las escritoras de Centroamérica y América Latina habían iniciado la marcha y que gracias a ellas la región había disfrutado de tantas escritoras extraordinarias en tan poco tiempo.
Seis décadas después, la literatura de estas autoras, como la de Borges y Cortazar, mantiene su popularidad en la región, escribiendo historias fantásticas, de humor y poco familiares, como crítica a los males sociales de su tiempo con una nueva sensibilidad; agrupadas en lo que se ha denominado como “narrativa de lo inusual”, donde son los y las lectores quienes deciden lo que es posible, la riqueza de la literatura.
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Entre las autoras de lo inusual están Cecilia Eudave y Daniela Terrazona, de México; la peruana Claudia Ullosa Donoso; y la boliviana Giovanna Rivero. Sus historias y técnicas varían de una autora a otra, algunas son simplemente extrañas. Otras llenas de fantasía que mezclan el horror gótico, como en la novela de Mariana Henríquez “Nuestro Pedazo de Noche”, sobre una médium envejeciente tratando de proteger a su hijo de la oscuridad insaciable, a través de su conexión con los muertos; novelas donde se explora la feminidad de manera poco convencional o “irracional”.
Muchas de estas novelas se han clasificado como de “realismo mágico”, porque vienen de América Latina, pero es un error porque contienen elementos de lo mágico, pero, como señalan los críticos, eso no es lo fundamental.
Los cuentos de la argentina Samantha Sweblin “Siete Casas Vacías”, por ejemplo; o los de “Jawbone” (Mandíbula) de Mónica Ojeda, han ganado este año el Premio Nacional de Traducción Literaria en Estados Unidos.
El objetivo de todas es “expandir el realismo lo más que se pueda”, para mostrar que cualquier cosa puede suceder y que lo extraño es muy frecuente. “La literatura, dice Schweblin, es extremadamente política, pero funciona mejor donde lo político no puede entrar: el mundo de las pesadillas y de la locura”.
En la Argentina han ocurrido hasta esta fecha 251 feminicidios, en México 1,004, aquí, perdimos la cuenta. Frente a esta realidad las “súper heroínas” de estas escritoras son mujeres que pueden hacer cualquier cosa con sus palabras, con su narrativa, objetivo fundamental de la ficción.
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Este panorama regional literario está a años luz de lo que encontré en el país en 1983, cuando el simple hecho de crear un Círculo de Mujeres Poetas y no “poetisas” casi provoca nuestro linchamiento en el Parque Colón, aunque el lenguaje, ya lo hemos dicho muchas veces, es el legado de los muertos y nuestro primer derecho es el nombrar las cosas a nuestra imagen y semejanza, como lo hizo Eva en el Paraíso, aunque ello provocara su dolorosa expulsión.
Hemos progresado de los temas generalmente asociados con lo “femenino”: el erotismo autopromocional, y la ninfomanía, al reconocimiento de nuestro carácter único como mujeres, de los temas que nos definen: la relación entre mujeres, con nuestros hombres, nuestra visión del mundo.
Hoy las escritoras Anticanon, no solo cuestionan el Canon literario que nos ha excluido, y ninguneado por siglos, sino que están empeñadas en crear el propio en todos los renglones: desde la escritura hasta la crítica.
Por eso declaré al inicio mi felicidad, que ahora abarca el hecho no solo de escribir sino de descubrir que las batallas que iniciamos y hemos mantenido contra viento y marea, han fructificado aún en mujeres escritoras para quienes estos temas eran ajenos; en un colectivo que además entiende que la literatura es un ejercicio de felicidad, de alegrías compartidas, de descubrimientos compartidos, de solidaridad, y luchas allende lo literario contra los tres jinetes del apocalipsis capitalista: el racismo, el clasismo y el sexismo. Que la literatura no es un predio cerrado para el elitismo de las que denunciamos en el 83 como “varonas intelectuales”.
No puedo dejar sin reconocer el aporte de escritoras de la diáspora, como la Dra. Daisy Cocco DeFilippis, primera dominicana presidenta de una universidad en los Estados Unidos; hija de don Eugenio María de Hostos y de Camila Henríquez Ureña, cuya labor encarna y difunde.
Daisy ha escrito tres antologías fundamentales para el conocimiento del aporte femenino a nuestras letras: SIN OTRO PROFETA QUE SU CANTO, dedicado a Aida Cartagena Portalatín; COMBATIDAS, COMBATIVAS Y COMBATIENTES, antología de cuentos escritos por mujeres; y CON CIENCIA Y CONCIENCIA, un compendio de ensayos que además reconoce la contribución del incipiente movimiento femenino en nuestro país rescatando la pionera labor de Amelia Francasci, Abigail Mejía, Delia Weber, Carmen Natalia Martínez Bonilla e Hilma Contreras, entre muchas otras; labor que hoy continúa de manera tenaz Ylonka Nacidit, y desde el Instituto de Estudios Dominicanos, de la Universidad de New York, la Dra. Ramona Hernández.
Por la Tertulia Literaria en casa de Daisy y su amorosísimo compañero Nuncio, desfilaron prácticamente todas las escritoras de la diáspora, desde Irene Santos, Marianela Medrano, Miriam Ventura, hasta Josefina Báez.
En la Tertulia se programaron todas las conferencias de mujeres escritoras del Caribe: Sonia Rivera, Premio Casa en cuento; hasta Nancy Morejon, y Laidi Fernández. Allí instituimos el premio a hombres solidarios como Franklyn Gutiérrez (autor a su vez de varias antologías con Daysi sobre la comunidad literaria dominicana de inicios de siglo); Mateo Morrison y Miguel Aníbal Perdomo, así como varios académicos puertorriqueños que siempre han acompañado nuestro devenir. El título de MUJER HONORÍFICA.
Por la tertulia también pasaron Julia Alvarez y Junot Díaz, quien amorosamente ha reconocido la labor narrativa de las escritoras dominicanas, con frases de aliento; al igual que Ray Andújar, el más respetuoso y simpático de los autores de la diáspora.
Y, habría que reconocer no solo a la Universidad Eugenio María de Hostos, sino a Queens College, Hunter y York, así como al Centro de Estudios Graduados, y las universidades de Puerto Rico y Humacao, donde la intelectualidad puertorriqueña siempre ha dicho presente, con su auspicio, financiamiento y medios de difusión.
Y, entre los medios de difusión: CLARIDAD, cuya luz nos ha iluminado siempre.
Por eso reitero las gracias y concluyo diciendo como don Pedro Mir en HAY UN PAÍS EN EL MUNDO:
“Y AHORA NO QUIERO MÁS QUE PAZ”.