Por Wendy Berroa Hernández

El Día de las Madres nace en el corazón de una mujer llamada Anna Marie Reeves Jarvis, quien fue una ama de casa, durante la guerra civil norteamericana trabajó organizando grupos de mujeres que se dedicaban a atender a los heridos en ambos lados de la trinchera, mientras duró el conflicto bélico.

Al concluir la guerra, Anna se dedicó a promover la idea de que se tomará un día para celebrar a la mujer trabajadora, pero en especial a las madres abnegadas que se esforzaban para llevar el sustento a sus familias y cuidar con esmero a sus hijos.

Dentro de sus anhelos estaba el que se estableciera un día para homenajear a las madres y hacer crecer ese lazo de amor familiar, este sentimiento de honrar a las madres.

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Luego de su muerte en el año 1905, su hija continuó el legado y conmemoró el 10 de mayo el Día de la Madre, e inició una campaña para que se reconociera este día. Pero no fue hasta 1914 cuando el presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, apoyó la iniciativa y declaró oficialmente la conmemoración pública que hoy conocemos como el Día de Las Madres. En la actualidad, se festeja en más de cincuenta países.

Con el paso del tiempo llegó un momento en que se fue perdiendo la esencia de la
celebración ya que la gente la estaba asociando a una fiesta popular en la que la
comercialización para agradar a las madres tenía una connotación económica, con regalos
u obsequios caros, cuando la naturaleza fundamental era darle amor, dedicar tiempo,
valorar la entrega de las madres y realizar encuentros familiares. Este nuevo giro lucrativo
hizo que Anna Jarvis perdiera la fe y que iniciará un proceso para anular el Día de la
Madre, pero no tuvo éxito. «No creé el día de la madre para tener lucro», dijo furiosa a un
reportero, en 1923.