La hora del teletrabajo y el e-learning en tiempos de crisis y pandemia

La hora del teletrabajo y el e-learning  en tiempos de crisis y pandemia

Helen Hasbún

Para nadie resulta innegable que, en los actuales momentos, la humanidad está sumergida ante un verdadero pánico y terror mediatizado o no, el cual se ha generado ante una real “crisis pandémica”, categorizada así por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otros organismos relacionados con políticas internacionales del sector.

Todos saben que se trata del Coronavirus, COVID 19, el cual está cambiando el rumbo de los tiempos de una manera inesperada, tras impactar lesivamente en la salud, así acabando con la vida de miles de personas en todo el mundo y, en consecuencia, trayéndose consigo efectos colaterales de repercusión negativa directa en las economías de los países, sin importar el escalafón que ocupen en el llamado cónclave del poderío G7 o G20. Lo cierto es que, ante este escenario, el cual parecería incontrolable desde que se originó en Wuhan, China, aún difícil de entender para algunos investigadores y cientistas de la salud, las naciones han tenido que tomar medidas drásticas y aplicar protocolos y mitigación de riesgo mayor, cerrando las plantas físicas de empleos y especialmente los centros de aglomeración de individuos, como el caso de las oficinas, escuelas, universidades y academias de todos los puntos cardinales en la denominada aldea global.

La respuesta a todo esto, para no paralizar por completo los modus vivendi de producción y del conocimiento de la mano con las acciones laborales fundamentales que garantizan, el sustento y el empleo; consiste en contrarrestar o al menos intentar controlar y/o apalear tales efectos nocivos en las distintas sociedades, aplicándose vías o canales alternativos como el teletrabajo en casa y la educación a distancia o virtual (e-learning), de modo que estos escenarios, hoy más que nunca se convierten prácticamente en una “obligatoriedad”, pese a cualquier tipo de prejuicio o resistencia frente al uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), las cuales sabemos que indudablemente persisten y pueden subsistir de cara a los avances, cambios y transformaciones físicas en nuestras sociedades.

Estamos hablando que países como España y casi toda Europa, incluso antes de que surgiera la pandemia, están aplicando políticas efectivas e impulsoras del teletrabajo y el e-learning a grandes rasgos, sobre todo en aspectos que pueden tratarse con ayuda de internet y otros recursos de gestión en línea.

La realidad es que, sí estamos ante una inevitable situación de emergencia mundial y lo mejor es quedarnos en casa, para preservar nuestras vidas y proteger así también las de nuestras familias y el prójimo. Ahora que sobre todo nos encontramos en la denominada “era de la información” y a veces “paradójica era de la desinformación”. Ahora que se ha declarado la inminente “4ta. Revolución Industrial” (K. Schwab, 2016); por qué no aplicar buenas prácticas y experiencias que sí están funcionando en naciones como Singapur, donde hace tiempo se emplean medidas de protección ambiental, flexibilizándose y alternándose los días de tránsito y movilidad laboral, para la descongestión vehicular, así como para la reducción de gases tóxicos que incitan los niveles de humo y la contaminación del medio ambiente que, la tercera y anterior “revolución industrial” de la locomotora, la imprenta y el vapor creó, quizás sin proponerse inducir la corrosión social que hoy observamos con criticidad, aun reconociéndose sus luces y éxitos capitalistas.

Queramos o no aceptar la importancia que tienen hoy las TIC en el teletrabajo y el e-learning, porque es un asunto que se nos impone; porque nuestros nativos digitales también necesitan un modelo de enseñanza más inclusivo, más justo para todos los educandos, “un sistema educativo menos rígido y más innovador”, el cual incentive sus talentos y competencias, si reconocemos y aceptamos sus inteligencias múltiples (H. Gardner, 1983). Lo entendamos o no, porque nuestros niños y jóvenes necesitan hoy de maestros y maestras capaces de aprender y desaprender, para enfrentar juntos a la familia y la escuela, el detrimento de los valores que siguen lacerando a las presentes y actuales generaciones.

En la República Dominicana como en cualquier lugar del planeta, con una educación más justa para todos (F. Dubet, 2009), podremos seguir encontrando respuestas a los miles de problemas y dilemas éticos que enfrenta cada día más la humanidad; pero tenemos que tener mentes abiertas y sensibles, para producir los mejores cambios y transformaciones.
Si las políticas TIC aplicadas desde de la tecnociencia están para aportar de la mejor manera a la calidad de vida de la gente, entonces la reflexión invita a todos los sectores de la sociedad dominicana también, hacer un uso responsable, consciente e inteligente “desde los medios y con los medios”, para producir bienestar social entre los conciudadanos, cada uno haciendo su parte, con miras al establecimiento de una cultura digital integral e integradora, la cual produzca y propicie cada vez más información, más facilidades de accesibilidad e interconexión a la red de redes (internet), pero a la vez más conocimiento.

Finalmente, aunque sabemos que estamos ante una crisis que esperamos termine pronto, veamos con optimismo nuevas oportunidades para crecer y abrirnos a nuevos enfoques o modelos paradigmáticos que no responden a una moda o tendencia, sino a una necesidad latente, la cual no podemos seguir obviando y apartando de la realidad. Veamos la otra mirada que apunta hacia la esperanza de un progresivo humanismo y démonos la oportunidad de crecer en todos los planos de nuestras vidas. La autora es doctora en Comunicación y Educación Digital.