La incertidumbre de vivir

La incertidumbre de vivir

Oda a la incertidumbre

Oh, Incertidumbre …
Eres astuto

Eres todo lo que
hay para abrazar

Debo aprender a amarte.
Incertidumbre …
Debo aprender a venerar
Tu dulce rostro.

Incertidumbre …
Tú también atemorizas
Sin embargo, extiendes los brazos
para abrazar

Oh, la incertidumbre …
Usted es más bien incierto
Usted lleva muchos sombreros,
Estás

Negrita.

Oh, la incertidumbre …
Eres un mago
Usted truco y
Usted
El uso de
máscaras

Incertidumbre …
No tienes una agenda
Incertidumbre …
No tienes que
preguntar.

Incertidumbre …
Siempre eres
firme
Nunca cambias
tus formas
seductoras y
astutas

Oh, Incertidumbre …
Eres una cometa en vuelo
En un ventoso
día de primavera errático

Oh, Incertidumbre …
Ven y levántanos.

Levántanos en tu
fino pliegue
voluble

Oh, incertidumbre …
Debemos
aprender a amarte

Piensa en ti como

Oro invaluable, Michelle Monet

La COVID-19 llegó para sembrar el terror y la incertidumbre. ¿O será que la vida misma es una verdadera incertidumbre? Vinimos a esta tierra, y como decía Elizabeth Kübler Ross, la célebre siquiatra norteamericana que se especializó en los temas de la muerte, con un propósito y con un tiempo.

¿Cuándo termina nuestra misión? ¿Cuándo se cumple nuestro tiempo entre los vivos? No lo sabemos.

Lo único cierto es la incertidumbre existencial, ¿paradoja o realidad? Buscando explicaciones a esta inquietud profunda de existir, encontré un artículo maravilloso de Rodrigo Campos Hernández.

Decía en su ensayo, que “la incertidumbre es uno de los elementos constitutivos más importantes de la cultura contemporánea. Posiblemente, no haya área que pueda librarse de su influencia.”

Afirma que para poder entender estos fenómenos necesitamos aceptar que la incertidumbre “está en el centro de los procesos de cambio que caracterizan nuestro tiempo.” Por tanto, sigue afirmando, ya no existen, no pueden existir, como antes, como en los tiempos de la Edad Media, ni las certezas ni las verdades eternas.

La única certeza de la cual podríamos auxiliarnos es en la FE, como acto de entrega voluntaria a un ser SUPREMO.

Rodrigo Campos asume la posición de Edgar Morín. Decía el pensador francés, de quien he escrito mucho en los últimos tiempos, que, aunque podamos descubrir y conservar “nuevos archipiélagos de certidumbre”, tenemos que estar conscientes que los seres humanos “navegamos en un océano de incertidumbre”.

[1] Así pues, la incertidumbre a los ojos de cualquiera de nosotros se nos presenta “como fuente de confrontación, de duda, de análisis, con el solo propósito de poder comprender su intrincada dinámica y, quizás, con la lejana idea de poder “controlar” algunas de sus expresiones.”

[2] Sin embargo, afirma Morín, citado por el profesor Rodrigo Campos, la propia condición humana está profundamente marcada por grandes incertidumbres. En primer lugar, la cognitiva y la histórica. Por esta razón, afirma el filósofo francés a la humanidad como un verdadero desafío. Pero, y esto me encantó, quizás porque se adecúa a lo que estamos viviendo como familia, “también una herida profunda que sangra y nadie sabe qué hacer al respecto”.

[3] Vuelvo de nuevo al artículo de la semana pasada. La intelectual puede buscar explicaciones teóricas y para ello puede satisfacer su intelecto leyendo a Morín, o a sus discípulos.

La educadora entiende que ya no puede enseñar certezas; porque hay que sembrar la duda como principio pedagógico para incentivar la búsqueda.

Pero la mujer, la amiga, la hermana, la tía, la cuñada está sometida a la incertidumbre existencial.

La COVID-19, sin lugar a dudas, ha generado en nosotros, en la humanidad toda entera, más incertidumbres que certezas. Los médicos mismos se contradicen; la gente publica cualquier cosa.

La única certeza que nos ha dejado el virus maldito es la soledad más terrible para aquellas familias que se contagian y el aislamiento mortal para los que tienen que ser “acogidos” en clínicas y hospitales.

Antes de que el virus maldito abriera las puertas de nuestra familia y la sacudiera de manera frontal, hablaba de la soledad como un elemento maravilloso que me había regalado la pandemia.

Había podido escribir, dos libros que han visto la luz, y uno saldrá este mismo año. Pero cuando sacudió nuestra tranquilidad familiar, cuando hizo trizas nuestra paz, la soledad no era una aliada.

Ping Jan, mi hermano querido, está solo batallando contra el virus como el guerrero que siempre ha sido.

Está sin nuestro apoyo físico para decirle al oído que lo amamos. Tenemos que conformarnos con el silencio, con las noticias que nos llegan entrecortadas sobre su evolución.

Entonces la incertidumbre se hace presente y tiñe de tristeza nuestros días. Decidimos entonces, como grupo, como familia, aferrarnos a la única certeza posible en estos tiempos: la esperanza y la oración.

Como decía Ling Yutang en su obra “La importancia de Comprender”, no es lo mismo ver el fuego desde la otra orilla del río. No es lo mismo sentir que las llamas pueden arrastrarte hasta ellas. No es lo mismo sentir el calor infernal del fuego cercano que puede cambiar tu vida para siempre.

Ahora que he tenido que vivir esa experiencia tan cercana y dolorosa del maldito virus que se ha robado tantas vidas valiosas, la soledad no es mi compañera favorita. La incertidumbre se ha hecho más presente que nunca. Pero nosotros, unidos de las manos nos aferramos a la esperanza y a la fe.

Ahora que he tenido que vivir esta dura realidad, entiendo, comprendo desde lo más profundo de mi alma, que la vida es un eterno caminar y cada día es una batalla de sobrevivencia.

Ahora que he tenido que enfrentar la incertidumbre en su más profundo significado, entiendo que la palabra comprender implica, necesariamente, colocarse en la piel de los demás.

Hoy oro por las familias que están sufriendo este valladar de preguntas sin respuestas; por las familias que han perdido seres amados producto de esta pandemia.

Hoy oro por los insensatos, los que piensan que ese virus es una invención y despliegan toda suerte de acciones irresponsables para expandirlo. A ellos no les deseo ningún mal; pero aspiro al menos a que sufran lo que yo estoy sufriendo.

“Es necesario aprender a navegar en un océano de incertidumbres a través de archipiélagos de certezas” Edgar Morín.

[1] Rodrigo Campos Hernández, “INCERTIDUMBRE Y COMPLEJIDAD: REFLEXIONES ACERCA DE LOS RETOS Y DILEMAS DE LA PEDAGOGÍA CONTEMPORÁNEA”, en Revista Electrónica «Actualidades Investigativas en Educación» E-ISSN: 1409-4703 revista@inie.ucr.ac.cr Universidad de Costa Rica Costa Rica.

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