Desde Estados Unidos llega al país en apreciables cantidades el cereal que por excelencia consumen los dominicanos y la forma en que lo recibe el consumidor no está claramente expuesta ante la sociedad, sabiéndose que en Norteamérica existen fuentes contaminadoras del grano. La falta de transparencia en la distribución local no permite decir concluyentemente que es de total sanidad este alimento, lo que probablemente garantizarían envasadores reconocidos; pero no todo el cereal disponible en el mercado llega por sus vías a los compradores.
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Por demás, el organismo del Estado que defiende los intereses de los ciudadanos, que es Pro Consumidor, dijo haber comprobado mediante estudio encargado a un laboratorio (que no identificó ni abundó sobre su capacidad de análisis) que en el arroz que se vende en el país no aparecen rastros de metales pesados. Pero un programa de investigación periodística que se difunde por un canal local, y que fue el primero en atribuir contaminación a porciones del cereal, difundió que en indagaciones posteriores al desmentido de Pro-Consumidor volvió a comprobar la toxicidad en muestras tomadas en mercados y almacenes del Distrito Nacional y Santo Domingo Este. La reiteración así difundida y una denuncia similar adicional formulada por la Federación Nacional de Productores de Arroz dejan dicho que para el consumidor dominicano el expediente de posibles riesgos con el popularísimo cereal no está cerrado. ¡Se requiere un informe categórico!