La inserción de Acción Clero Cultural (ACC) al Movimiento Clandestino

La inserción de Acción Clero Cultural (ACC) al Movimiento Clandestino

En un contexto de creciente agitación política y feroz represión del régimen de Trujillo, algunos sectores de la Iglesia católica encontraron afinidades políticas con sectores de la oposición. Entre esos sectores se destaca el colectivo Acción Clero Cultural -ACC- el cual tenía una fuerte presencia en ciudades del valle de La Vega Real, tales como Salcedo, Moca, San Francisco de Macorís, Tenares, así como importantes ramificaciones en Navarrete, Santiago, La Romana y Santo Domingo. Esta entidad estaba conformada por seminaristas, sacerdotes y personas vinculadas a la Iglesia.

A sabiendas de que debían operar en las sombras, conscientes de la brutal violencia que enfrentarían si fueran descubiertas sus actividades, la ACC inició implementando tácticas de desinformación para sembrar la confusión en el aparato gubernamental y entre los seguidores de Trujillo. Tal como lo indica Roberto Cassá en su libro sobre Los orígenes del Movimiento 14de Junio, “Rafael Taveras sugirió que debían hacer un acto de demostración de Trujillismo, lo que terminó siendo aceptado. A tal efecto, se presentaron donde el gobernador a informarle de sus planes, obteniendo el respaldo del presidente del Partido Dominicano. En la misma tesitura de desinformar, incorporaron a trujillistas o a personas conservadoras que creían que la entidad tenía únicamente el propósito cultural enunciado”. Estas y otras acciones audaces se concibieron para burlar a los organismos de seguridad.

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Entre las figuras más destacadas que expresaron simpatía hacia los objetivos del Movimiento en gestación se encontraba el orientador de la organización, el sacerdote Daniel Cruz Inoa. Siendo párroco en Santiago, Cruz promovió el establecimiento de conexiones entre el núcleo central del Movimiento de Resistencia Interna y los jóvenes de orientación religiosa. La ACC jugó un papel fundamental en la incorporación de campesinos dentro del movimiento en razón de la incidencia que tenía la autoridad eclesiástica en ese sector social, demográficamente mayoritario en la República Dominicana de finales de la década de los 50.

En el plano ideológico, la historiadora Nazarena Ruiz, en su tesis de licenciatura titulada Acción Clero-Cultural. Movimiento 14 de Junio, señala como “en el seminario había una enorme conciencia antitrujillista, no porque las autoridades eclesiásticas lo enseñaran, sino porque en las clases que recibían sobre moral y derechos humanos comprendían, sobre todo los estudiantes de filosofía, que la realidad política nacional estaba divorciada en las prédicas de un cristianismo auténtico”. Ciertamente, el padre Cruz era conocido por su compromiso social y su defensa a la doctrina de los derechos humanos pregonada en nuestra isla desde los tiempos de fray Antonio de Montesinos.

Por esa razón, compartía la preocupación latente respecto al terrorismo de Estado que afectaba a la nación dominicana en aquel momento. Era lógico su apoyo a los esfuerzos que llevaban a cabo los integrantes de lo que posteriormente sería el “14 de Junio”. Esto creó un terreno fértil para una fructífera colaboración en virtud de los propósitos compartidos por ambas organizaciones, llegándose al extremo de que luego de una eucaristía celebrada en Santiago con la presencia de los esposos Tavárez-Mirabal, en octubre de 1959, Cruz propusiera la fusión y, por ende, la disolución de la ACC en el Movimiento Clandestino.

Además de Cruz, también se alinearon con la causa democrática otros religiosos entre los que sobresalen Antonio César Fabré de la Guardia (Santo Domingo), Hermano Juan Collado Mena, reverendos Laureanco E. Gonzalez, Ernesto Montas y Benito Taveras, Nicolas Lopez R., Rafael -Fafa- Taveras (Salcedo), Ramón Pons Bloise (Salcedo), las hermanas Yolanda y Dolores Bloise (Salcedo), los hermanos Ercilio y Jesús María de Jesús Moya, José Manuel Peña, Benito Taveras, Apolinar Suárez, William Lantigua, Daniel Taveras, Pedro Vinicio Disla (San José de Conuco), Pascual Torres (Moca), José Francisco García (La Vega), Clemente María Hernández (Tenares), Rafael Sanabia (Santiago), Hipólito Medina (Higüey), los mártires Luis Peña González-Papilin- (La Romana) y Mariano García Cepeda -Marien- (Moca). De los dos últimos encontramos interesantes relatos en la obra del periodista Edgar Valenzuela titulada “Disputas de Trujillo con la Iglesia Católica”.

Sobre “Papilin”, Valenzuela explica que “asumió el compromiso estimulado por el ejemplo y las orientaciones de sacerdotes como Juan Antonio Abreu Espinal, su guía espiritual, que era opositor a Trujillo, igual que monseñor Luis Federico Henríquez, con quien este trabajó en San Francisco de Macorís, muy cerca del obispo Francisco Panal, de La Vega”. Este seminarista se destacó por su apoyo explícito a la lucha armada ya que, siguiendo a Roberto Cassá, aparece como el ideólogo de un atentado contra Trujillo que debía llevarse a cabo durante el tedeum del 27 de febrero de 1960.

Agrega Cassá que el sector de la ACC tenía una particular inclinación hacia “la preparación de bombas de estruendo, principalmente las conocidas como “niples”. Algunos de sus miembros más activos dedicaban gran parte de sus esfuerzos a la compra de pólvora, relojes, tubos, así como a la localización de productos químicos”. Es evidente que la adhesión de los miembros de la ACC a la acción directa de sabotaje señalaba la compatibilidad de la lucha armada contra el autoritarismo trujillista con los principios cristianos, lo cual sería posteriormente reivindicado en América Latina en los ejemplos de sacerdotes como el colombiano Camilo Torres o el argentino Carlos Múgica, quienes sintieron la necesidad de actuar frente a las injusticias viendo en la vía armada un medio legítimo para la liberación de los pueblos.

En la próxima entrega visualizaremos parte de la estructura nacional del Movimiento Clandestino que se había constituido antes de la reunión de Guayacanes, el 10 de enero de 1960.

Dr. Amaurys Pérez, Sociólogo e historiador UASD/PUCMM