Por: Amaurys Pérez Vargas
Las grandes rebeliones esclavas que tuvieron la capacidad de subvertir el orden esclavista en nuestra sociedad colonial no fueron muy comunes. Ciertamente, las insurrecciones fueron momentos excepcionales, ya que los esclavos normalmente apelaron a métodos menos dramáticos para salir de la esclavitud como por ejemplo las manumisiones. La historiografía dominicana reporta que el primer movimiento insurreccional antiesclavista tuvo lugar en las proximidades del río Higüero al norte de la ciudad de Santo Domingo en diciembre de 1521. (véase en el momento en que las plantaciones e ingenios azucareros comenzaban su apogeo durante el siglo XVI). Según la descripción ofrecida por Gonzalo Fernández de Oviedo en su Historia general y natural de las indias, la revuelta comenzó en el “ingenio que don Diego Colón tenía a orillas del río Isabela”.
Basado en los testimonios, participaron “hasta veinte negros, los más de lengua de los yolofes”, los cuales se enfrentaron a los españoles en los alrededores de Azua. Lamentablemente, aquellos que no perecieron en el combate fueron ahorcados y sus cabezas colocadas en el camino Nizao-Haina. Así se inició heroicamente la larga historia de lucha y resistencia de los negros esclavos, la cual se extendió durante más de tres siglos. A partir de entonces, en el proceso se conocieron tres grandes momentos. El primero vinculado a la puesta en funcionamiento de los ingenios azucareros a mediados del siglo XVI, entre 1542 y 1554. Durante esta etapa, caracterizada por un impresionante crecimiento en el número de los esclavos en la isla, encontramos personajes como Diego de Ocampo, Diego Guzmán, Juan Vaquero, y el más legendario de todos, Sebastián Lemba, quien era “demasiadamente diestro y muy entendido en las cosas de la guerra”.
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Ciertamente, como nos dice Carlos Esteban Deive, “esos cimarrones no eran los únicos…” pues estos [refiriéndose a los cimarrones] “prefirieron mantenerse alzados bajo las órdenes de un caudillo”. Los otros dos grandes momentos fueron consignados por la historiadora Quisqueya Lora, en su interesante artículo titulado “El sonido de la libertad: 30 años de agitaciones y conspiraciones en Santo Domingo”, en el que pondera los esfuerzos que se realizaron entre 1791 y 1821. En dicho análisis, el primer momento se ubica entre 1791 y 1802 cuando se produjo el intento de la Rebelión de Hincha (1793); la rebelión de esclavos de Samaná (1795) y la rebelión de Boca de Nigua (1796). También se llevó a cabo la sublevación de Camba Abajo y Camba Arriba (1802). Al respecto, se puede decir que la ocurrida en Boca de Nigua es la más conocida y valorada.
El segundo gran momento subrayado por Lora fue entre 1809 y 1821. En este periodo se registraron la rebelión de Mendoza y Mojarra (1812), la rebelión de esclavos en Santiago (1812) y la conspiración mulata de Chavón (1813), entre otras. En su interpretación de los alzamientos, Quisqueya Lora aporta dos factores explicativos que merecen la mayor atención. Por un lado, apunta al componente demográfico y por el otro, a la naturaleza del trabajo esclavo, pues según nos señala “las rebeliones que efectivamente se iniciaron, y no aquellas que fueron rumores, se produjeron en los escasos ingenios y plantaciones existentes en Santo Domingo”. En ese sentido, se puede apreciar una cierta correlación entre la concentración demográfica de la población esclava, el modelo de explotación intensiva de las plantaciones y las rebeliones.
Prof. Amaury Pérez, Ph.D. Sociólogo e historiador UASD/PUCMM