La maquiavélica estrategia de la plaga que nos está dejando sin naranjas

La maquiavélica estrategia de la plaga que nos está dejando sin naranjas

Los cítricos afectados son: naranjas, limones y pomelos. Foto: BBC Mundo.

Estados Unidos y varios países productores de naranjas en América Latina -entre los que se encuentran México y Brasil- luchan desde hace años una guerra sin cuartel contra una enfermedad proveniente de Asia que está poniendo en riesgo la industria de los cítricos.

Ahora, un equipo de investigadores descubrió cómo una bacteria, que se cree es la causa de esta plaga, optimiza su expansión alterando la conducta de los insectos que se encargan de contagiar la enfermedad entre las plantas.

Según el estudio, llevado a cabo por la Universidad de Florida y publicado en la revista PLOS ONE, los psílidos asiáticos (los insectos que esparcen la enfermedad) vuelan más lejos y con más frecuencia después de alimentarse de plantas infectadas.

Se cree que este aumento en su movilidad incrementa sus posibilidades de transmitir la bacteria.

¿Desayuno sin jugo?

«Las hojas comienzan a ponerse amarillas, les salen manchas, las ramas empiezan a morir, el sistema de raíces se seca y finalmente el árbol decae y se muere», le dijo a la BBC Kirsten Pelz Stelinski, coautora del estudio.

«Es un problema global en términos de producción de cítricos en todo el mundo. Sólo para darles un ejemplo, en Florida, es una industria que mueve US$9.000 millones al año».

«Por el impacto de la enfermedad se han perdido miles de trabajos y miles de millones de dólares. En muchas partes de Florida tenemos el 100% de los árboles infectados”.

En Estados Unidos la situación es tal, que muchos se preguntan si la enfermedad no acabará con las naranjas, cuyo jugo es parte fundamental del desayuno de muchos.

Transmisión

La enfermedad está causada por un grupo de bacterias relacionadas. El estudio se centró en una de las cepas conocida como Candidatius Liberibacter asiaticus (o CLas).

Tras alimentarse de una planta infectada, los insectos buscan otras porque reconocen que el valor nutritivo de ésta es bajo.

La bacteria se duplica dentro de la planta, en la savia que transporta los nutrientes.

Para pasar de planta a planta, la bacteria necesita a un insecto llamado psilido asiático.

El insecto se alimenta de la planta insertándole una trompa en la hoja para chuparle la savia.

Si la planta está infectada, se contagia de la bacteria CLas. Cuando se detiene luego en una planta sana para seguir alimentándose, le transmite la enfermedad.

¿Nos quedaremos sin jugo de naranja?

La investigación de la Universidad de Florida pone de manifiesto cómo la bacteria desarrolló una suerte de estrategia maquiavélica para aumentar sus chances de supervivencia.

«Cuando las plantas tienen la bacteria producen salicilato de metilo, (un compuesto orgánico) que los psílidos encuentran muy atractivo», explicó Pelz Stelinski.

En el momento en que llegan grupos de psílidos a alimentarse, la planta con la bacteria produce más de este compuesto, algo que a los hambrientos psílidos les resulta imposible de resistir. Pero esta atracción no dura mucho.

«Cuando la bacteria está presente, los psílidos se alimentan y la planta libera el compuesto, pero los insectos se dan cuenta de que la planta puede no ser la mejor anfitriona, y eso es porque las plantas infectadas suelen tener una calidad nutritiva más baja», explica la investigadora.

«Entonces los psílidos abandonan la planta infectada para buscar una nueva y cuando lo hacen, se llevan algunas bacterias, por eso (podemos decir) que las bacterias están promoviendo su propia expansión», añade.

Descendencia

La enfermedad se originó en Asia y llegó a América por el comercio global.

Aunque se estima que los insectos infectados viven menos tiempo, la evidencia sugiere que tienen más descendencia. Y las poblaciones más grandes benefician a la bacteria al ofrecer más opciones para su dispersión.

El estudio también señala que la bacteria afecta otros aspectos de la conducta del insecto para aumentar sus posibilidades de transmisión.

Según señala Pelz Stelinksi, los hace moverse con más frecuencia o volar por un lapso de tiempo mayor.

«Aumenta de hecho su tendencia al movimiento. Así que en ese sentido también extiende su radio, «manipulando su vehículo».

Los investigadores esperan que el estudio contribuya a hallar una solución para frenar el avance de la enfermedad.

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