La mezquindad

La mezquindad

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

Los seres mezquinos son, usualmente, introvertidos, acomplejados, con visión de tuertos que solo les permite ver una parte de la verdad. Además, en su afán por “achiquitear” a los demás, olvidan que son “los demás, de los demás”.

En el poema “El abuelo”, papá relataba la derrota del viejo patriara en la toma de la fortaleza de El Seibo, un cañonazo le voló ambas piernas al viejo cariñoso y consentidor que peleaba “por Horacio se batió mil veces” y retrata un mezquino, chiquito y acomplejado Mon Pastor quien, “llena de veneno el alma/truculento y ruin malvado” acudía a recoger los despojos de los muertos pasada la batalla.

Una de las características de los malvados es ser cobardes, actuar dentro de la filosofía de la gatita de María Ramos, personaje del folklore criollo que “tira la piedra y esconde la mano”. Nunca reconocen nada bueno, noble, realizado por otra persona que no sean sus familiares o sus parciales y para el resto de la humanidad el puño cerrado y el dedo mayor mirando el cielo.

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Son actores con una capacidad mimética que los convierte en valientes cuando ejercen el poder y mansas ovejas cuando el pueblo los echa del gobierno por su mala práctica y las promesas incumplidas.

Pregonan seriedad, pero no pueden poner un ejemplo que avale su afirmación, dicen ser eficientes y lo demuestran ideando una y otra forma del ejercicio de la felonía, como un modo de que los demás crean que son lo que no son.

Como buenos tartufos saben ocultar el filoso puñal que mantienen en la mano derecha cuando le hacen el papel de amigos a quienes los visitan o confían en una amistad que solo se transita en una vía.

La primera demostración de su escasa autenticidad está en sus apresurados pasos cuando son elegidos para un puesto público o designados en una alta posición en el Gobierno.

Como candidatos o activistas del partido, vivían de una forma, una vez elegidos o designados cambian de posición, estrenan un modo de caminar ensayado, dejan de vestir de los sastres del barrio y se convierten en clientes de modistos, adquieren un automóvil de lujo y como el carro no cabe, por los accidentados y estrechos caminos que llevan a su casa, se mudan a un barrio preferiblemente de clase alta y cambian la mujer porque ya no es digna de ser esposa o compañera del licenciado “Diputadin”, “Sindicon” o Ministro. Así actúan los mezquinos.

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Mire a su alrededor y verá uno o dos aspirando a volver al Gobierno para no hacer nada o muy poco, en favor de pueblo, como en los últimos 20 años.

¡Ojo al Cristo! Son los mismos.

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