POR: Manuel Cruz
A finales del siglo XX comenzó de manera gradual en América Latina un proceso de reformas en los sistemas electorales y de partidos; desde entonces, uno de los temas de mayor discusión hasta el día de hoy es el financiamiento público y privado de los partidos y, con mayor profusión el autofinanciamiento de las campañas electorales que muchas veces protagonizan individuos ligados al mundo del crimen organizado. Dentro de ese contexto, hoy es prácticamente imposible encontrar en Latinoamérica un solo partido que en algún momento no haya sido permeado por la intromisión directa o indirecta de estos individuos.
La Amenaza de la Narcopolítica.
Siempre he sostenido la tesis de que los partidos no son más que estructuras físicas con banderas y estatutos, estos se convierten en organizaciones políticas cuando los individuos de diferentes segmentos sociales se cohesionan y aun dentro de la diversidad articulan el objetivo en común de la búsqueda del poder. En ese sentido, debe verse y entenderse como un proceso natural que a los partidos lleguen personas ligadas al narcotráfico; toda vez que, los mismos no son más que expresiones de las sociedades que alimentan sus matrículas de perínclitos y perros realengos. Empero, lo que es inaceptable es su permanencia en el partido una vez son descubiertos.
Sin embargo, el mayor de los problemas es el peligro que estos individuos representan para la democracia y la institucionalidad. En virtud de ello, compran la voluntad popular, profundizan el clientelismo electoral, acaban con los verdaderos liderazgos, agudizan las frustraciones sociales por sus desconexiones con el pueblo y relajan, desacreditan y corrompen las instituciones públicas a través del cohecho y el tráfico de influencias en procura de impunidad. Además, también irrumpen y entorpecen el proceso constante de reforzamiento democrático como hicieron el PRI en México y Pablo Escobar en Colombia.
Narcopolítica en Latinoamérica.
Dijo el politólogo estadounidense James Pollock que, “uno de los grandes problemas de los gobiernos democráticos es la relación que existe entre la política y el dinero”. En efecto, en Latinoamérica muchos facinerosos provenientes del narcotráfico han ingresado en la política buscando poder, impunidad o detrás de legitimar sus capitales. Por eso, dice el politólogo argentino y experto en sistemas electorales Daniel Zovatto que “una vida política jamás será saludable para la democracia mientras el dinero permanezca sin controles”. Cuando el poder político se convierte en un reflejo del poder económico la democracia deja de ser un sistema real.
Desde esa perspectiva, son muchos los líderes latinoamericanos o sus campañas electorales las que han sido vinculadas con el narcotráfico muchas veces como mecanismo de campañas sucias y otros casos ya probados. Verbigracia, Álvaro Uribe, Ernesto Samper e Iván Duque en Colombia, Mario Estrada, Álvaro Colom y Jimmy Morales en Guatemala, Orlando Hernández y Porfirio Lobo en Honduras, Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón en México, Nicolás Maduro, Tareck El Aissami y Diosdado Cabello en Venezuela etc. Y, las dos groseras y asquerosas campañas contra José Francisco Peña Gómez y Leonel Fernández aquí en el país.
La Narcopolítica Dominicana.
La narcopolítica en República Dominicana inició como un tema de campañas sucias a principio de los 80; por tal razón, el propio José Francisco Peña Gómez le escribió una carta en 1996 a Barry Mc Caffrey director de la (ONDCP) y al presidente Bill Clinton en 1997 por las acusaciones de supuestos vínculos con 5 narcotraficantes en EE.UU. y con el colombiano David Aljure Barjum condenado en el país por el tráfico de 700 kilos. Pero, cuando el narcotráfico dejó ver que estaba ya en la política dominicana fue con el asesinato del Senador Darío Gómez Martínez según la rumorología; muerte encargada por un extinto compañero de su propio partido quien todo el tiempo se dijo que era un Capo di tutti capi.
Asimismo, el fenecido capo Florián Feliz siempre fue vinculado con dos líderes del país y, dicen que cuando hacía sus rabietas en la cárcel decía “le diré a fulano que le pegue fuego a esta ñeca”. Después apareció Quirino, Figueroa Agosto, Arturo del Tiempo y decenas de visas canceladas en el gobierno de Hipólito. Sin embargo, más allá de los rumores ahora estamos viendo solicitudes formales de extradiciones de narcos ligados a la oposición. Inclusive, hay varios que sus nombres aparecen hasta en el libro Nacho. Si seguimos así, dejaremos de llamar a la política la ciencia más pura y la bautizaremos como el psicotrópico de la democracia.