Por Maximiliano Yañez
1. Introducción
El Príncipe de Maquiavelo está probablemente entre las obras más polémicas y comentadas en la historia de la filosofía política. Esto se debe a la complejidad del texto en cuestión, lo cual ha generado gran diversidad de interpretaciones. Verbigracia, Alberico Gentili y Garrett Mattingly pensaron que El Príncipe es una sátira, Spinoza y Rousseau pensaron en él como un libro escrito por un patriota, Hiram Haydn como una pieza anticristiana, Alderisio como una obra de un católico sincero, Benedetto Croce como el escrito de un humanista angustiado, Russell como un manual para pandilleros, y así se podría continuar por horas mencionando diversas interpretaciones al respecto [1]. Además, teniendo en cuenta lo anterior, está claro que el libro mencionado presenta, por un lado, una gran importancia histórica, ya que si no fuera así probablemente no suscitaría tanto interés para los lectores post Maquiavelo, y, por otro lado, una complejidad inherente a su lectura, pues de no ser así no habría opiniones tan disímiles al respecto. Bajo estas consideraciones, es importante tratar de esbozar una breve aproximación hacia ambos aspectos que trae consigo la lectura del texto, a saber, la influencia histórica y las claves para una interpretación.
En primer lugar, es menester mencionar brevemente la importancia histórica del escrito, pues no sería un error decir que somos en cierto sentido hijos de Maquiavelo, es más, en nuestro lenguaje hemos adoptado la palabra maquiavélico como una forma de referencia a aquella persona que actúa con astucia, hipocresía y engaños para conseguir sus propósitos. ¿Cuál es dicha influencia, que se presenta entre nosotros? Pues, al florentino le debemos la forma de hacer política en la actualidad, “justificó la supremacía de los fines por sobre los medios, generando una ruptura con la tradición monista de occidente al separar la ética y la política” [2]. Maquiavelo, al separar la ética de la política, nos regaló una forma de hacer política amoral, en donde el bien común no es más que una fantasía. El florentino quiso quebrar con la tradición que había predominado hasta su época, tanto en materia filosófica como religiosa. Así, abrió la posibilidad de pensar la política de un modo, el cual no se había expuesto hasta entonces, donde en la política “es necesario llevar a cabo actos que no serían justificables en otras parcelas de la vida humana” [3], y precisamente “la necesidad de cometer tales actos conlleva, aunque indirectamente, su legitimación” [4]. Y a pesar de que en la historia ya se habían dado actos como los propuestos por él, ahora son presentados explícitamente como modelos de virtud. Por lo que aparentemente podemos afirmar que la importancia histórica que tiene para nosotros Maquiavelo es haber abierto una nueva posibilidad de estudiar y entender la política, en donde esta solo requerirá de sí misma para lograr su fin, es decir, cualquier acto político encuentra su fundamento en la política, y como en esta pareciera haber libertad para actuar del modo que sea necesario, cualquier acción estaría justificada.
En segundo lugar, debemos preguntarnos por qué existe una extensión tan grande de interpretaciones. Esto se debe principalmente al método del autor. Éste se podría dividir en un uso constante de tesis y antítesis, y el constante uso de ejemplos históricos. El primero en ser mencionado se puede ver constantemente, en momentos ejemplifica una situación y luego hace lo mismo con una situación contraria dando a ambas por correctas, y estos no son fenómenos aislados en la obra, sino que se da a lo largo de toda ella. Sería ingenuo pensar que nosotros nos podemos dar cuenta de este aparente defecto y Maquiavelo no pudo notarlo. Por esto, Leo Strauss piensa en la lectura del libro como esotérica. Por lo que el lector atento, al ver este problema, debe concluir una regla general para comprender el porqué de esta aparente contradicción. Por otro lado, existe un extenso uso de ejemplos históricos como el de César Borja y Francesco Sforza. El uso de los ejemplos tiene como fin la “reducción de la diversidad empírica a datos de hipótesis; paso del caso particular a la regla general y viceversa” [5], esto permite esbozar algunos aspectos del problema político que desea establecer Maquiavelo. Sin embargo, sin tener esto último en cuenta los ejemplos se convierten en una dificultad, debido a que puede presentarse tan solo como una manera de recalcar lo ya dicho, y esto podría llevar a pensar que los ejemplos mencionados no poseen un valor en sí mismos. Pero esto no es así, ya que, como ya fue dicho, los ejemplos no solo recalcan la idea expuesta, sino que también nos muestran un aspecto del problema político en forma de hipótesis.
Si intentamos realizar una síntesis de lo dicho hasta el momento, podríamos decir lo siguiente: El Príncipe es un libro que nos ha legado nuestra forma de ver la política hasta tal punto que ha sido naturalizada la amoralidad política. Hoy en día, pareciera que la política se nutre de la amoralidad de la acción. No obstante, también dijimos que la lectura de El Príncipe poseía una dificultad producto del modo de proceder del autor, y por lo mismo la diversidad de opiniones es evidentemente grande. Entonces, ¿cómo estar seguro de que en verdad poseemos una herencia de Maquiavelo en nuestra actual cultura, y no lo estamos mal interpretando? ¿Cómo comprender el modo de leer a Maquiavelo? ¿Hay alguna regla que me ayude a entender el texto, o tan solo hay que conformarse con hacer hipótesis al respecto y vivir en la incertidumbre? He aquí el meollo del asunto, puesto que en el desarrollo del siguiente texto se defenderá que efectivamente hay una regla, que nos abrirá los ojos respecto a las intenciones del florentino. Por lo que es menester enunciar que para comprender el texto en cuestión es necesario entender el porqué, pues ante la causa desfilan los efectos. Este porqué se encuentra en la naturaleza humana, puesto que Maquiavelo plantea su visión sobre la política teniendo como supuesto que el hombre es malo por naturaleza, y al mismo tiempo se forma esta imagen de la maldad humana producto de su único interés: la política.
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2. Método de análisis en Maquiavelo
Para abordar de modo óptimo el problema en cuestión, me parece que es conveniente partir con la segunda parte de la idea expuesta, en otras palabras, Maquiavelo cree que el hombre es malo por naturaleza porque su único interés es la política. Debido a que Maquiavelo solo se interesa por la política, necesita un método que solo le ayude a analizar el fenómeno político, por lo que elige un método completamente empírico. Esto se puede ver con mayor precisión en la carta dedicatoria, donde señala que le entregará a Lorenzo de Medici su mayor pertenencia (refiriéndose al libro El Príncipe); “el conocimiento de las acciones de los grandes hombres, aprendido mediante una larga experiencia” [6]. Lo que le está ofreciendo en El Príncipe es bajo sus propias palabras un conocimiento empírico, que es adquirido, al igual que todo conocimiento empírico, a través de la experiencia.
De esto, me parece que podemos concluir dos reglas generales. Primero, para explicar una situación basta con el hecho observado para considerarlo como una regla. Segundo, hay que asignar las mismas causas a los efectos del mismo género, por ejemplo, si César Borja requirió de medicina fuerte para conseguir su poder, no sería un error tener como regla el uso de medicina fuerte para adquirir poder. Esta última regla podría ser más difícil de distinguir en la frase de la carta dedicatoria, pero se hace más clara en el uso de ejemplos, debido a que constantemente Maquiavelo nos relata una situación particular para establecer un modo de actuar bajo ciertas circunstancias, es decir, el ejemplo funciona como regla en alguna situación específica.
En suma, el uso de dicho método lo lleva a pensar en qué es el hombre, a partir de cómo actúa el hombre, por lo que la historia parecería ser un fiel retrato del ser humano en toda su plenitud. De dicho modo es como en la reflexión de Maquiavelo se dan ciertas características del género humano cumpliendo la función de premisas. Por lo que no sería una locura afirmar que el florentino en su profundo deseo de establecer un nuevo modo de entender la política, se vio obligado, quizás sin desearlo, a establecer una naturaleza necesaria y universal en el hombre, que ha sido determinada por su actuar en la historia.
3. El deseo del hombre
Para defender la tesis propuesta es esencial estudiar el capítulo XVII de El Príncipe. Aquí, se establece que “de los hombres, en general, se puede decir esto: que son ingratos, volubles, hipócritas, falsos, temerosos del peligro y ávidos de ganancias” [7]. Esta descripción la podríamos resumir en una idea: el deseo infinito. Pues “el deseo de adquirir es, verdaderamente, algo muy natural y ordinario” [8]. Pudiendo establecer esta como una primera premisa de su pensamiento.
Si analizamos cada una de las características por separado, en primer lugar, aparece la ingratitud. Esta se puede ver mejor reflejada junto con la volubilidad, puesto que sabemos que “el hombre ha recibido, dice el florentino, una facultad deseante que jamás puede ser enteramente satisfecha” [9], esto es producto básicamente de que “a los hombres les interesan más las cosas presentes que las pasadas, y cuando en el presente encuentran el bien lo disfrutan sin preocuparse de nada más” [10]. El hombre solo está interesado en adquirir, y una vez que posea lo deseado el placer de lo adquirido desaparecerá, pues en su condición de deseador infinito, una vez satisfecho un deseo lo sustituirá por otro, pues “la raíz del cambio en las cosas humanas es la naturaleza pervertida del hombre” [11]. Esto conlleva a que no agradezca lo tenido porque en verdad nunca tiene nada de lo que desea, y la única condición que podríamos considerar deseable es la renovación constante del poder, pues el príncipe debe “innovar con nuevos modos los antiguos órdenes” [12]. Además, cabe destacar que un defecto propio del hombre es justamente no ser precavido, pues es “común entre los hombres no tener en cuenta la tempestad cuando el mar está en calma” [13], esta deficiencia tiene relación, justamente, con el vivir intensivamente solo la novedad presente.
En segundo lugar, está presente la hipocresía y falsedad del hombre. A estas características las vemos explicadas en el famoso ejemplo de la zorra y el león, pues hay que ser fuerte como el león y astuto como la zorra, “pero hay que saber disfrazar bien tal naturaleza y ser un gran simulador y disimulador, y los hombres son tan simples y tan obedientes a las necesidades del presente, que el que engaña encontrará siempre quién se deje engañar” [14]. En el fondo, lo que señala es la necesidad de aparentar qué tiene el hombre, pues de no ser así corre el riesgo de no conservar sus bienes.
Esta última caracterización se relaciona con las dos siguientes propiedades del hombre, el ser temeroso del peligro y ávido de ganancias. Aquí, se señala una particularidad propia de la vida social, ya que lo propio de la vida en sociedad es la existencia de gobernantes y gobernados [15] y el conflicto entre los deseos que nace de dicha relación. De aquí se sigue un “desfase entre sus deseos y los medios de saciarlos” [16], pues, en definitiva, para Maquiavelo el hombre es un ser que quiere tenerlo todo, pero existe una imposibilidad lógica en que el deseo de todos sea satisfecho, lo que genera un conflicto permanente entre ellos. Siguiendo esta lógica solo algunos conseguirán saciar en parte sus deseos, estos serán los más fuertes y astutos. En suma, estos serán los que conserven el poder político.
Teniendo en mente todo lo anterior es menester ver cómo se entrelazan estas características propias del hombre en vista a su finalidad natural.
4. El fin del hombre
De esta manera, como ya se dijo, el hombre tiene un deseo infinito en donde la única manera de sobrellevarlo satisfactoriamente es en la renovación constante del poder. He aquí un punto fundamental en la obra de Maquiavelo, porque, si bien existe un axioma en el cual se establece que el hombre es perverso por naturaleza, este tiene un fin natural, que es la obtención del poder. La felicidad del hombre reside en el poder. Esto se distingue principalmente en la siguiente frase: “Una vez superados estos [referencia a los peligros], y cuando empiezan a ser objeto de veneración [referencia a la figura del príncipe], habiendo destruido a todos cuantos podían envidiar sus cualidades, se mantienen potentes, seguros, honrados, felices” [17]. En otras palabras, una vez alcanzado el poder, y habiéndolo dejado estable, se mantiene feliz. Lo primero que notamos es que la condición de la felicidad reside en el poder, y lo que este conlleva. Pero esto claramente no es fácil de lograr, debido a que solo los hombres virtuosos podrán adquirir el poder, y, además, existe siempre una necesidad de la existencia del conflicto.
La permanencia del conflicto es una “necesidad natural y ordinaria” [18], y se da de modo natural en el hombre, pues “el pueblo no quiere ser gobernado ni oprimido por los grandes, y en cambio los grandes desean dominar y oprimir al pueblo” [19]. Esta lucha entre gobernantes y gobernados es la médula de la vida civil, pues generando por un lado constante movimiento político, permite que no permanezca estática, y asimismo se dé la constante renovación política. Pero esto tiene sus dificultades, pues el conflicto permanente puede causar la caída del príncipe. Para evitar esto, “un príncipe sabio deberá encontrar un procedimiento por el cual sus ciudadanos, siempre y en toda circunstancia, necesiten de él y del Estado; y siempre le serán fieles” [20]. Esto no significa necesariamente que el príncipe deba actuar bien con el pueblo, pues “el odio se gana tanto con las buenas como con las malas obras, y un príncipe que quiera mantener su Estado se ve a menudo forzado a no ser bueno; porque, cuando aquella colectividad […] esté corrompida, te conviene seguir su humor para satisfacerla; con lo que entonces las buenas obras son tus enemigas” [21]. De este modo, el conflicto propio de toda vida civil obliga al príncipe a gobernar con malas acciones, pues de lo contrario se arriesga a perder el poder.
Ahora, hay que tener un último punto presente. Ya sabemos que existen ciertas características propias en la naturaleza humana, tal como se mencionó en el segundo punto. También, sabemos que la mayor satisfacción del deseo permanente del hombre es la obtención del poder, pues mediante él puedo satisfacer la mayor cantidad de deseos. Y sabemos que el conflicto es una condición natural de la vida humana. De aquí surge una última consecuencia, a saber, la inherente soledad humana.
Al ser el único fin realmente humano la obtención de poder, surge la dificultad de que al querer todos de él, no todos lo podrán adquirir. La gran moraleja de la obra de Maquiavelo es que el poder es causa de conflicto, y asimismo el fin de todo ser humano. Y como aquel que posee poder se enfrenta a la envidia humana, no deberá confiar nunca en nadie, ya que “los hombres siempre te saldrán malos, a menos que la necesidad les haga buenos” [22]. Esta necesidad de ser buenos es tan solo una apariencia, y es lo que produce los lazos sociales, debido a que “está en la naturaleza de los hombres sentirse obligados tanto por los beneficios que hacen como por los que reciben” [23]. Es decir, la sociedad se crea en base a apariencias y por necesidad, y por tanto no existe una tendencia natural cuyo fin sea la vida comunitaria. La obtención del poder político siempre prevalecerá por sobre cualquier lazo comunitario. De aquí, Maquiavelo concluye como regla de su sistema, que es necesario “aprender a poder no ser bueno y utilizar o no este conocimiento según la necesidad” [24]. De lo dicho queda claro que la soledad es inherente al hombre producto de su condición natural, y que todo lazo social es por mera necesidad.
5. Conclusión
Teniendo en cuenta lo dicho, me parece que la clave para entender a Maquiavelo es comprender cuáles son las premisas que sustentan su pensamiento, y estas se encuentran en la naturaleza humana, que evidentemente para él es una naturaleza malvada. Por tanto, debemos afirmar que su pensamiento se funda en un pesimismo antropológico, el cual nutre la política actual. Su interés político lo llevó a creer en un mundo en donde no existe el bien, debido a que toda acción que parezca buena lo es tan solo en apariencia. De esta manera, empieza a surgir un modo de hacer política completamente indiferente a la idea de un bien moral. El legado Maquiavélico es mostrar la posibilidad de hacer política sin una reflexión ética y metafísica, que pueda fundamentar dicha actividad. No obstante, tal como ya fue dicho, toda teoría política presupone una cierta idea de la naturaleza humana, y todo acto político tiene consecuencias morales. Y de ser realmente así, ¿por qué no volver a reflexionar sobre los fundamentos de la política? ¿Realmente podemos hacer política sin entender primero qué es el hombre? ¿Realmente podemos dejar a nuestra naturaleza de lado en la ecuación? El florentino no toma en cuenta estas disciplinas para la política, pero igual necesita de ellas para formarse una imagen del hombre, y al mismo tiempo a través de esta imagen concluye su visión política. Por este motivo, parece que la defensa de toda teoría política implica en último término regresar a la naturaleza humana.
Jacques Maritain observa el desarrollo de estas consecuencias en la política actual, afirmando que, “después de Maquiavelo, no solo los príncipes y conquistadores del Quinientos, sino los grandes líderes y constructores de Estados modernos y de la moderna historia, al emplear la injusticia para establecer el orden, y toda clase de mal para satisfacer su ambición de poder, tendrán una conciencia limpia y sentirán que cumplen su deber como jefes políticos” [25]. Maquiavelo abrió la puerta para pensar una política separada de la moral, y justamente los problemas sociales del mundo contemporáneo son resultado de aquello.
Si bien, basta con lo expuesto para entender los principios básicos del pensamiento de Nicolás Maquiavelo, me parece oportuno finalizar con una breve pregunta, la cual no tengo pensado responder aquí. En una época en donde, al parecer, Maquiavelo es una influencia ineludible es más que necesario preguntarnos por la legitimidad del sistema. Teniendo esto en cuenta, ¿es lícito gobernar con una política que ha buscado desprenderse de la moral? ¿Realmente es compatible con la naturaleza humana una política maquiavélica? Solo reflexionando en torno a estos puntos podremos reconstruir la idea de lo que significa ser un buen gobierno, bajo la luz de la ética y la verdad.