Desde el ámbito de la poesía, podría decirse que la vida es un proceso similar a un largo o corto viaje, el cual puede estar rodeado de buenas y malas experiencias, descubrimientos, desafíos y retos. Cada persona tiene la opción de planificar, ejecutar y controlar su propio proyecto de vida, en el que casi siempre enfrentará eventos y momentos de alegría, tristeza, éxito, fracaso y decepciones. La vida, en tanto un paseo que en algún momento llegará al final de su recorrido, permite a los individuos conocerse a sí mismos, hallar sus propios propósitos y dejar huellas positivas en sus respectivos entornos: familiar, social, laboral, profesional, etcétera.
La filosofía describe al ser humano como un sujeto racional y sociable. En cambio, la sociología plantea que existen múltiples ecosistemas o factores que inciden de manera directa e indirecta en el pensamiento, la toma de decisiones y en las actuaciones que en determinados momentos, lugares y circunstancias asumen los seres humanos, tanto de manera individual como colectiva. En este contexto, la Navidad es un espacio oportuno para que cada persona reflexione con respecto a la calidad y utilidad de su buen vivir.
En este paseo llamado vida, siempre existirán momentos y circunstancias apropiados para reflexionar, hacer lo correcto, poner en práctica la solidaridad, evaluar y mejorar el desempeño individual de las inteligencias emocional, espiritual, social, cognitiva y corporal. Sin duda, la Navidad es una de esas épocas propicias para que cada individuo y familia lleve a cabo una pausa objetiva y sincera, con la finalidad de conocer y abordar las fuerzas restrictivas internas y externas que han estado obstaculizando el buen vivir. Como se ha dicho, la Navidad mediante la combinación de significados religiosos, culturales y sociales, es una celebración que induce a la reflexión, al amor, a la empatía, a la resiliencia, a la unión y a la convivencia humana sana. Navidad es cortesía, generosidad y buen vivir.
Como indica la Real Academia Española (RAE), el concepto de «buen vivir» es una alternativa al desarrollo convencional que se basa en la convivencia entre los seres humanos y la naturaleza. Se nutre de diferentes ámbitos, como la reflexión intelectual, las tradiciones indígenas, la academia alternativa y las prácticas ciudadanas. El buen vivir es una práctica holística que lo cambia todo. Lo ideal sería que, para decidir ser buena persona, no haya que esperar la llegada de la Navidad, pese a sus favorables características para ello.
El buen vivir es una actitud y una decisión de vida, lo que asumido con responsabilidad y sinceridad tiene la fuerza suficiente para mejorar de manera significativa las relaciones humanas, sociales, laborales y profesionales. Además, el buen vivir también se manifiesta en las emociones, sentimientos, en la calidad del vínculo, la sostenibilidad y cantidad de logros, en el crecimiento humano y profesional. Dicho en otras palabras, el buen vivir contribuye a establecer y mantener experiencias de vida positivas y productivas.
Navidad es una oportunidad significativa para montarse en el trineo que transporta a los que creen que el buen vivir es una opción de vida que impacta positivamente cada una de las actividades humanas. En los entornos donde se fomenta la práctica del buen vivir, existen más y mejores posibilidades para crear un estado de bienestar colectivo, en el que florezcan y proporcionen frutos la solidaridad, la igualdad y el respeto a la dignidad humana.
En esta Navidad y siempre, poner en práctica el buen vivir significa:
- Respetar los derechos, la tranquilidad y la paz de los demás.
- Aplicar adecuadamente las inteligencias emocional, social y espiritual en la toma de decisiones y actuaciones.
- Practicar la humildad, sinceridad y empatía.
- Sin importar el lugar, el momento y circunstancia, resolver los conflictos con madurez emocional.
- Respetar las ideas y puntos de vista de los demás.
- Ser honesto, proactivo, agradecido, ético, íntegro y solidario.
- Lograr ser cada día mejor persona.
- Amar y ser amado.
- Florecer y dar frutos de manera saludable en paz y armonía con la naturaleza.
- Reconocer el valor de cada individuo.
- Aceptar y apreciar las diferencias.
- Contribuir con el bienestar de los demás.
- Sentir pertenencia a una familia humana.
- Pensar, decidir, vivir, relacionarse y actuar diferente a los egocéntricos.
- No violar las normas y leyes para beneficios propios.
- No vivir al margen de la ética, la transparencia y la solidaridad.
- No dar falsos testimonios ni mentir.
- Construir redes positivas de apoyo.
- Participar en iniciativas comunitarias, entre otras acciones de interés común.
En resumidas cuentas, algo habrá que hacer para impedir que el mal vivir de muchos líderes políticos, corporativos, religiosos, sociales, académicos y económicos, continúen llevando a cabo acciones y actividades que destruyen las diferentes modalidades de la vida: humana, animal y vegetal. Ojalá que ahora, y después de Navidad, los que sustentan el perverso e inhumano negocio rentista que subyace detrás de las AFP y las ARS, se humanicen y ejerzan con transparencia y empatía el buen vivir.
No hay que olvidar lo dicho por la cantautora Ana Belén, en el marco de la pandemia COVID 19: “No tengo esperanza con que esto nos vaya a cambiar. Somos tan burros que no sé si saldremos mejores. La gente que era buena lo seguirá siendo y los imbéciles, hijos de puta e irresponsables, también”. (https://www.biobiochile.cl, Emilio Contreras, 2020).
Puedes leer: Conectando al mundo para un futuro compartido