Como demócrata a tiempo completo, Luis Abinader y su gobierno no imponen reformas estructurales a la población, con argumentos claros y precisos demuestra la necesidad de hacerlas. Es la razón por la que la Ley de Modernización Fiscal está disponible en la Cámara de Diputados y Senado, de manera transparente, los sectores productivos, sociales y consumidores, expongan sus puntos de vista sobre la Ley con el objetivo de reducir su costo.
Tomando en cuenta que amplía base, revisa tasas, multiplica la cantidad de contribuyentes y elimina que la mayor proporción de ingresos han tenido y tiene como fuente un reducido número de contribuyentes, y que cuando se publique la ley pagarán más impuestos los que más tienen para que el sistema descanse, como lo queremos todos, en el concepto progresividad.
Sin duda, el principal desequilibrio de la economía es el desfase anual estructural entre ahorro e inversión internos, y se refleja automáticamente en un déficit igual por cuenta corriente de la balanza de pagos. Brecha anual entre ahorro e inversión a lo interno que origina el déficit estructural del presupuesto público, causante a su vez de la excesiva deuda pública acumulada.
El Gobierno lo tiene claro, por un lado, que eliminar el desequilibrio entre ahorro e inversión internos implica reducir hasta borrar el déficit fiscal, lo que exige sacrificios de todos los sectores, reglas fiscales simples y creíbles, razón por la que la Ley de Modernización Fiscal aborda debilidades estructurales acumuladas en el sistema impositivo. Y, por otro lado, los ricos, los que más pueden, son los que pagarán el costo económico de la reforma, por lo que es mentira lo que repite la oposición política, que se caracteriza por análisis negativos sin hacer aportes, que la reforma que empobrece a hogares de clase media porque cargarán con el costo. Falso.
La oposición política no hace aportes porque se entretiene repitiendo la mentira de que se puede crecer, crear empleos y reducir la deuda pública acumulada, con una mezcla de austeridad y reducción de gastos, cuando la historia económica mundial enseña que sucede lo contrario, genera contracción y desempleo. Es evidente que no conocen la enseñanza de la historia mundial, pero tampoco la firme voluntad política del presidente Luis Abinader, de mantener el crecimiento del PIB real alrededor de su potencial, creando empleos productivos todos los años.
Hay que decirlo, los responsables de que el déficit fiscal estructural se sitúe alrededor de 3% del PIB y de la deuda pública acumulada, son los gobiernos de Leonel Fernández y Danilo Medina 2005-agosto 2020. Se limitaron a introducir “parches” coyunturales a la estructura impositiva. Les faltó voluntad política para hacer la reforma fiscal integral cuando era menos costosa; no obstante, la presión fiscal (la proporción de ingresos sobre el PIB) endémicamente estar por debajo de la media de la región, lo que explica la elevada tasa de desigualdad que tenemos y falta de músculo fiscal del Gobierno para enfrentar crisis externas coyunturales.
Como la pandemia de Covid-19, junto a la escalada posterior de la crisis de inflación, obligó al Gobierno de Luis Abinader, repito, que heredó una administración pública sin músculo fiscal y sin importar el costo, aplicar medidas fiscales destinadas a proteger la salud del pueblo, preservar empleos y apoyar empresas de diferentes tamaños, incluyendo asistencia tributaria, financiando con deuda el gasto extraordinario. La muy buena noticia es que redujo la deuda acumulada de 56,6% del PIB en 2020 a 45.5% en 2023.