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A Pepín Corripio, amigo entrañable de casi cinco décadas.
La necesaria transformación hacia una nación empoderada. En la entrega anterior nos centramos en China. Como es un saber de todos, China ya es la primera economía del mundo en paridad de poder de compra. Y los pronósticos indican que su diferencia con Estados Unidos, en este ámbito, se irá ampliando.
Con el advenimiento de Xi Jinping, en 2012, esta nación tenía todas las puertas abiertas a las inversiones extranjeras y locales, posibilitando un crecimiento meteórico.
Hasta ese momento, China no buscaba una hegemonía internacional, sin embargo, Xi, poco a poco, fue eliminando aquello que no compartiera su ideología, al punto de que, en los últimos 5 años, su control era cuasi absoluto y empezó a orientarla no solo hacia una potencia económica mundial, sino hegemónica (tal como es Estados Unidos). Y se regresó a los niveles de autoritarismo de Mao Tse Tung, tomando medidas de mucho mayor control interno y externo.
Logró que se eliminara la “no reelección” y empezó a ejercer mayores controles en las compañías tecnológicas privadas chinas y una cierta acción con las multinacionales convirtiéndose más que en un presidente, en un emperador.
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Por otra parte, China está apostando a un cambio de modelo económico en el que prevalezca una demanda dual; está apostando por una mejoría en la demanda interna, sin llegar al consumismo extremo, pero con orientaciones distintas hacia la inversión, buscando depender lo menor posible menos de la demanda externa.
La pandemia nos ha empujado a ser más tecnológicos, a exponernos más a nuevas herramientas tecnológicas, la parte más trascendental de esta realidad, se muestra mejor en el área de la comunicación. La innovación para el desarrollo es la clave para una recuperación transformadora. La tecnología ha dado un salto exponencial: lo que se esperaba desarrollar en 5 o 6 años, se hizo en pocos meses acortando tiempos y aumentando los avances.
¿Qué consecuencias lleva esto?: mientras la pandemia de COVID-19 ha acelerado la evolución de los grandes cambios mundiales, nunca vistos en cien años, la profunda recesión de la economía mundial, las embestidas a las cadenas globales industriales y de suministro, los crecientes déficits de gobernanza, confianza y desarrollo ha provocado una corriente de desglobalización producto de los riesgos e incertidumbres en la economía mundial.
Será difícil recomponer el esqueleto de la globalización que llevó 19 años construir y que rompió la pandemia, entiendo que volver a lograr el entramado no es un proceso de corto y mediano plazo. Más que hoy en día, no existe la coalición política favorable a nivel mundial, ni líderes que inspiren cohesión para buscar soluciones en conjunto. Las compañías norteamericanas están reevaluando sus posiciones para acercar una parte importante de su producción a terrenos más seguros.
En la última entrega de esta serie de artículos, trataremos sobre los principales retos, desafíos y oportunidades que tiene la República Dominicana para salir airosa y fortalecida.